Por Regis Iglesias Ramírez.
El régimen criminal cubano se ha mantenido por décadas acusando al exilio, sobre todo al grupo de exiliados cubanos asentados en Miami como “una horda de gusanos resentidos y batistianos prófugos que sólo odian y quieren destruir la revolución”.
Y sería muy humano, debo aclarar, que los anticastristas, las miles de víctimas y los millones de personas que han debido escapar de la isla en busca de libertad y para encontrar la felicidad detestaran y odiaran a sus verdugos, a quienes les han robado sus derechos, dividido sus familias, arruinado sus vidas y condenado a la miseria en su propia patria. Los culpables de tanta tragedia lo merecen, se lo han ganado a pulso.
Pero la realidad es otra completamente diferente.
Desde los primeros meses de la toma del poder por parte de la banda de Castro se reunieron en el el exilio refugiados de variado origen político.
Seguidores de Fulgencio Batista, de Carlos Prio, Eduardo Chivas y los propios de Fidel Castro desengañados con el camino comunista que tomaba la revolución una vez instalada en el poder, dejaron a un lado los agravios, si bien es cierto que no siempre, para enfrentar al enemigo común.
La convivencia entre tantos factores no siempre fue y ha sido fraterna pero los diferentes grupos y muchos otros, entre ellos los defenestrados del viejo partido comunista y del nuevo ya entrada las décadas del 70 y 80 que con vanas esperanzas aún esperaban la aceptación por Fidel Castro de la política de glasnot y perestroika promovida desde Moscu, han ido creando un clima de tolerancia política en Miami que creo será beneficioso para la convivencia en la Cuba futura.
El régimen lo sabe. Ha visto cómo el odio que intentó sembrar en los cubanos generalmente no caló en el espíritu cívico y democrático de sus satanizados oponentes.
Por eso ha intentado en las últimas décadas cambiar la correlación de fuerzas con el envío a tierras de libertad de toda una crápula de gentuza ordinaria, reflejo de la que en la isla se encargó de “crear” a su semejanza para así contaminar el último reducto de todo lo que representaba la cultura, la tradición y la esencia de lo cubano, con sus virtudes y defectos, que podría y aún podrá rescatar la nación con generosidad junto a la Cuba que aún en muy pocos pero luminosos focos resiste en medio de la barbarie y la vulgaridad que en todos los órdenes ha contaminado todo ya pasados 61 años de castrismo.
Y llegan al exilio los enviados de aquel desastre como los unos para acabarlo todo. No como refugiados, no como patriotas o promotores de lo mejor de nuestras costumbres y cultura. Llegan aún con el olor fétido de sus uniformes de milicianos y agentes del odio a dar lecciones de patriotismo, descubriendo a los cansados exiliados que han perdido la esperanza por tanta espera el mar Caribe, pero en erróneas coordenadas. Hablando de tolerancia a quienes han tolerado al otrora enemigo arrepentido que llega sincero y se le tiende la mano, de oportunidades quienes solo son oportunistas, de soluciones salvadoras que sólo son un carnaval enajenante.
Oswaldo Payá advirtió todo esto hace mucho tiempo, pero la piedra angular de su verticalidad y su patriotismo fue rechazada por los celosos que vivieron de su supuesto anticastrismo inútil.
Cuando Oswaldo hablaba de la reconciliación entre cubanos, como si fuera algo extraño en el exilio, de encontrar soluciones en las que el pueblo fuera quien tomará las riendas de su destino les sonaba estridente, fue marginado y silenciado para promover cuanto comunista arrepentido y falso se declaraba opositor al régimen.
Y han querido incluso manipular aquella ojeriza e incomprensión contra el Movimiento Cristiano Liberación y Oswaldo para justificar alguna crítica que de vez en cuando aflora contra la nueva ola de arribados, arribistas de aviezos propósitos, que viven, pronto aprendieron o ya venían con la instrucción desde La Habana, de la ceremonia de la confusión a costa de los programas de ayuda del Gobierno norteamericano que pagan los contribuyentes de ese país.
El público ya lo tenían, esa masa chusma a la que me refería, que fue llegando poco a poco a costas de libertad y se acuerdan ahora del país que huyeron sin hacer nada por transformar. Esos son los que sin pudor reparten hoy certificados de oposición al castrismo, actúan como tropa de choque de los salvadores y son recibidos, escuchados y respaldados por políticos que más que servir a sus dos patrias, Cuba y los Estados Unidos, ponderan sus intereses para continuar viviendo de la política.
Toda una fauna de tontos, ignorantes, cobardes y vividores que cada día alejan más el momento de la libertad.
El exilio supo ser tolerante un día con sus enemigos que reconociendo su falta de visión, su temor y su egoísmo una vez estuvo junto a los criminales sometiendo a los cubanos. Pero el exilio devoró a los verdaderos patriotas los olvido y dio tribuna a estos supuestos conversos.
Eso no es tolerancia ni reconciliación. Porque no hay comunión sin confesión y arrepentimiento.
El principio que una vez fue generoso y altruista derrotando el odio que en los cubanos impuso el régimen se ha prostituido, ha degenerado en un inútil y vicioso síndrome del pantano.
Ojala estemos a tiempo de recuperar nuestra esencia valeriana y martiana por la que Oswaldo Payá y muchos otros cubanos buenos han dado sus vidas y sacrificios en un inconmensurable esfuerzo por rescatar nuestra nación de todo el fraude, todo el estercolero que han convertido nuestra esencia.
Regis Iglesias Ramírez es escritor y poeta. Expreso de la Primavera Negra cubana. Es portavoz del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), vive desterrado en España.
Grande ¡¡¡
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