Política

El Presidio Modelo de Isla de Pinos -Un pasado de horror-

Presidio Modelo Isla de Pinos

Por Manuel C. Díaz.

 

Todo comenzó el 1 de febrero de 1926 cuando el presidente de Cuba, Gerardo Machado, dejó inaugurada de manera simbólica, colocando su primera piedra, la construcción de lo que sería el Presidio Modelo de Isla de Pinos.

 

Un año antes, su ministro de Gobernación había viajado a Estados Unidos para ver de primera mano algunas de las instalaciones carcelarias de ese país. De todas las visitadas, la que más se ajustaba a sus planes era una que estaba situada en el estado de Illinois y a la que llamaban la cárcel de Joliet.

 

Pero cuando el Presidio Modelo fue formalmente inaugurado el 16 de septiembre de 1931, no se parecía en nada a ella; al menos en su arquitectura. Y es que los edificios donde se albergarían los reclusos no eran rectangulares como los de Joliet, sino redondos.

 

Se construyeron cinco de ellos, cuatro para alojar a los presos y uno que serviría como comedor. Cada circular, como se les conocería desde el día que llegaron los primeros prisioneros, tenía cinco pisos y en cada uno de ellos noventa y tres celdas. En su centro se levantaba una torre garita desde la cual un guardia armado vigilaba todos los pisos y a la que se accedía desde los sótanos que existen debajo de cada circular. Todas ellas, semejando un gran campo de concentración, quedaban dentro de una doble cerca de alambres.

 

A partir de ese día, el Presidio Modelo se convirtió en la gran cárcel de Cuba para reos comunes. No fue hasta 1959 que comenzó a ser utilizado como una instalación penitenciaria solo para presos políticos. Los primeros en llegar fueron los militares del gobierno de Fulgencio Batista que habían sido sancionados por los tribunales revolucionarios. Después fueron llegando aquellos que comenzaban a oponerse al rumbo comunista de la revolución. Poco a poco las circulares fueron llenándose de antiguos revolucionarios, estudiantes, periodistas, empresarios, artistas, obreros y campesinos, los cuales fueron obligados a trabajar de forma forzada en lo que se conoció como el Plan Camilo Cienfuegos. El horror apenas comenzaba; esta vez, institucionalizado. El Estado como brutal torturador de los indefensos presos políticos cubanos.

 

En su libro Rehenes de Castro, el poeta Ernesto Díaz Rodríguez, quien estuvo más de veinte años en las prisiones castristas, lo recuerda de esta manera: “Cada mañana, poco antes del alba, los condenados eran llamados a formar en sus respectivas brigadas de trabajo. A partir de ese momento ya nadie podía tener seguridad de que regresaría con vida, ya de noche, al concluir la agotadora jornada”.

 

En la película Plantados, cuyo guión está basado en gran parte en el libro de Ernesto Diaz Rodríguez, hay dramáticas escenas que reproducen las severas condiciones de trabajo, golpizas brutales y asesinatos, que los prisioneros políticos cubanos debieron soportar. “Raro era el día que los camiones no regresaran al anochecer con decenas de heridos, muchos de gravedad, y alguna que otra vez, un muerto”, escribió Díaz Rodríguez.

 

Un testimonio similar fue ofrecido en una carta que un grupo de prisioneros cubanos hizo llegar en diciembre de 1969 a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la ONU: “Durante el Plan de Trabajo los custodios llegaban con sus machetes hasta donde trabajábamos, golpeando e hiriendo a diestra y siniestra. En una de esas ocasiones, Mario Jiménez Figueredo perdió un ojo y Erasmo Gómez quedó casi ciego de un golpe en la frente. Otros muchos fueron asesinados, como Ernesto Díaz Madruga, José Alfonso Salarana, Julio Tang, Eddy Álvarez Molina, Diosdado Aquit, Danny Crespo y Francisco Noval. También murieron algunos en accidentes de trabajo, como Luis Nieves Cruz, José Guerra Pascual y Jerónimo Candina, y otros en huelga de hambre, como Roberto López Chávez”.

 

La lista de abusos y malos tratos que se cometieron es interminable. Los periodistas Alfredo Izaguirre Rivas y Emilio Adolfo Rivero Caro se negaron a aceptar el plan de trabajo forzado y fueron golpeados hasta perder el conocimiento y después encerrados en las celdas de castigo.

 

En otra ocasión obligaron a un grupo de prisioneros a saltar a una zanja llena de los excrementos de todo el penal con el pretexto de sacar del fondo la basura y los desperdicios que supuestamente tupían el lecho del canal. En el libro El presidio político en Cuba comunista, Reinol González, Coordinador Nacional del Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), y quien pasó quince años preso, ofreció este testimonio: “Fue un hecho sin precedentes en Isla de Pinos. De un ensañamiento increíble. Ese día yo me encontraba enfermo y el médico había ordenado que me incluyeran en la lista de los rebajados, pero el jefe del operativo, el teniente Juan Rivero, no creyendo en mi enfermedad me unió al grupo. Al llegar a la orilla de la zanja los guardias nos empujaron obligándonos a entrar en ella. Algunas partes de la zanja eran muy estrechas y los guardias podían alcanzarnos con sus bayonetas, cosa que hacían cuando veían que un preso no sacaba nada del fondo”.

 

Un poco después de la invasión de Bahía de Cochinos, quizás en previsión de una futura acción similar, comenzaron a perforar en los túneles existentes debajo de las circulares para instalar TNT en todas ellas. En el mismo libro El presidio político en Cuba comunista, otro de los que estuvo allí preso, identificado solo como HH, explica en que consistió ese monstruoso plan: “El explosivo era de manufactura soviética empacado en unas cajas que quedaron perfectamente identificadas por nosotros. Cada una contendría 60 kilogramos de TNT, y por la cantidad de cajas instaladas, la carga total fue de alrededor de 6,500 libras”.

 

Es decir, una especie de solución final: hacer volar por los aires a los casi siete mil prisioneros que había en ese momento en el Presidio Modelo.

 

Pero los presos no permanecieron pasivos y enseguida comenzaron a urdir planes para desactivar las cargas: Así lo explica HH: “Conversamos con tres agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que estaban presos con nosotros en la circular número cuatro. Se llamaban Eustace Danbrook, Daniel Caswell y Edmund Taransky, o al menos con esos nombres los conocimos. Caswell era un experto en construcciones subterráneas, y era el que había hecho el túnel que cruzaba de Berlín Este a Berlín Oeste. Los tres habían sido sorprendidos tratando de instalar equipos de espionaje en las oficinas de la agencia china de noticias Sinjuá en el Hotel Habana Hilton en 1960”.

 

La ayuda de los tres agentes fue crucial para que los miembros de un centro de análisis y coordinación que había sido creado por los presos pudiesen planear la desactivación de las cargas en las circulares. “Primero, pudimos lograr muestras de los explosivos porque una de las perforaciones atravesó el muro interno del túnel y pudimos retirar un buen pedazo que sirvió para convencer a los incrédulos de que aquello era realmente TNT”, terminó diciendo HH.

 

Los presos políticos cubanos debieron vivir durante años bajo aquella amenaza. Hasta el mes de marzo de 1967 en que el Presidio Modelo fue cerrado definitivamente y todos los presos fueron llevados a otras instalaciones del país: 1500 fueron trasladados a la Fortaleza de la Cabaña, en La Habana. Otros 700 fueron enviados a las prisiones El Mijial y Boniato, en Oriente. Y el resto fue dividido en dos grupos: uno fue a parar a la prisión de Remedios, en la provincia de Las Villas y el otro, a la de Pinar del Río.

 

Sin embargo, el cierre del Presidio Modelo de Isla de Pinos no significó el fin del calvario de los prisioneros cubanos; fue peor en otras cárceles. El periodista Alberto Müller lo explicó alguna vez de esta manera: “La disolución del Presidio Modelo yo la veo políticamente clara. El gobierno debió haber evaluado el precio político del trabajo forzado y la importancia de la enorme concentración que llegó a tener ese penal y decidió dispersarnos. La terminación del trabajo forzado no significó una etapa de recuperación para los presos, al contrario, fue una etapa sicológicamente muy dura que el Ministerio del Interior trató de aprovechar para quebrar colectiva e individualmente al presidio político. Y en ese clima se desarrolló la tripolación de la ropa: amarilla, por un lado, azul por el otro, y el calzoncillo. Y todo con mucha violencia, para mantener la política de ablandamiento, uno de sus principales objetivos”.

 

Con la desaparición del Presidio Modelo de Isla de Pinos, se abrieron otras cárceles a lo largo de toda la isla: desde los campamentos Sandino y la prisión de TacoTaco en Pinar del Río, hasta las de Boniato y el Manguito en Oriente. El horror continuaba en otras latitudes. Hoy, más de cincuenta años después del cierre del Presidio Modelo, todo lo que queda son las ruinas de los edificios de las circulares. Y los dolorosos recuerdos de las decenas de miles de prisioneros que pasaron por allí: ¡Prohibido olvidar!

 

Manuel C. Díaz es escritor y crítico literario.

4 Comments

  1. Buen articulo sobre la historia de las ergastulas castristas, lastima que los cubanos todos o casi tengan la memoria talmente corta que quieren y desean el contubernio con la dictadura Castro -canelista al punto que se olvidan de sus propios muertos horror de los horrores

  2. Pingback: El Presidio Modelo de Isla de Pinos -Un pasado de horror- – Zoé Valdés

  3. Noemí

    Excelente artículo.Gracias

  4. Toribio

    Pero no todos los presos en ese lugar la pasaron mal. El futuro dictador Fidel Castro y otros 29 asaltantes al Cuartel Moncada en 1953 estuvieron allí como 22 meses desde 1953 a 1955, y la pasaron bien. Estaban separados de los presos comunes, tenían radio, una biblioteca, no usaban ropa de presos ni tenían que trabajar. En 1954 Batista estuvo en el penal e inauguró una planta eléctrica para uso del reclusorio. Castro y su pandilla le gritaron insultos al verlo, pero no recibieron una paliza en castigo.

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