Por Carlos Manuel Estefanía.
Introducción
La revista Armas y Cuerpos, publicación oficial de la enseñanza militar para oficiales del Ejército de Tierra español, ha existido como una revista cuatrimestral desde julio de 1952, producida en la Academia General Militar (AGM). En su edición número 155 (2024), destaca un artículo de Gustavo Adolfo Delgado Diestro titulado «Un británico condecorado con la Cruz Roja al Mérito Militar», que analiza un episodio crucial en la trayectoria de Winston Churchill: su rol como observador militar durante la Campaña de Cuba de 1895. Coincidimos con el autor en que, a pesar de su aparente marginalidad, este evento resulta esencial para comprender los inicios de una de las figuras más influyentes del siglo XX y su temprana incursión en la geopolítica global. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, ciertos aspectos del análisis merecen una reflexión más profunda, especialmente en lo que respecta al contexto de la intervención británica en la política española y cubana.
Churchill en Cuba: Contexto y Motivaciones
En 1895, Winston Churchill, un joven alférez de caballería británico de tan solo 21 años, arribó a Cuba en un periodo de intensa agitación: la insurgencia mambisa contra el dominio español. Su llegada fue facilitada por las influencias de su madre, Jennie Jerome, y del embajador británico en España, en el marco de una tradición de observadores militares que buscaban adquirir experiencia de combate sin comprometer oficialmente a sus naciones.
Durante un mes, Churchill fue testigo de momentos decisivos, incluido su bautismo de fuego, que coincidió con su 21.º cumpleaños, y reportó sus vivencias como corresponsal para el Daily Graphic. Su labor como observador fue recompensada con la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, una distinción que exhibió con orgullo, a pesar de las críticas que recibió de la prensa británica por involucrarse en un conflicto ajeno.
Una Experiencia que Moldeó al Estadista
El artículo resalta que esta breve pero intensa experiencia tuvo un impacto formativo en Churchill, modelando sus visiones sobre la guerra y los actores involucrados. Aunque elogió la valentía del ejército español, también anticipó la posible necesidad de una intervención estadounidense para estabilizar Cuba, presagiando así la influencia de Estados Unidos en la región. Además, su estancia en la isla dejó una huella personal: adoptó costumbres como fumar habanos y disfrutar de la siesta, hábitos que lo acompañarían incluso durante los momentos más difíciles de la Segunda Guerra Mundial.
La Dimensión Crítica: Subordinación y Geopolítica
El relato de Churchill en Cuba no solo refleja su desarrollo personal, sino también las intrincadas dinámicas de subordinación entre España y el Reino Unido en esa época. España, en un evidente declive como potencia, permitió la presencia de un observador extranjero en un conflicto interno, evidenciando su dependencia de grandes potencias, en este caso, Gran Bretaña. Más allá de la simple observación militar, cabe preguntarse hasta qué punto Churchill actuó como un intermediario estratégico, recopilando información valiosa tanto para sus superiores en Londres como para los separatistas cubanos.
La existencia de logias masónicas en los campamentos mambises, bajo control británico y la ausencia de capellanes católicos, subraya el papel de la masonería en la gestión de los intereses británicos en el ejército español y entre los insurgentes.
Churchill y la Cuba de 1946: Una Relación Estratégica
En 1946, el ex primer ministro británico Winston Churchill fue recibido en Cuba como un dignatario de alto nivel. El Hotel Nacional le reservó el Apartamento de la República, destinado a huéspedes de distinción. Durante la Segunda Guerra Mundial, su imagen se había consolidado en la prensa como la de un abuelo bonachón pero implacable. Churchill, un aficionado a los puros habanos, descendió del Boeing 17 que lo trajo, levantando la mano en un saludo característico, con los dedos índice y corazón formando una «V», símbolo de la victoria.
Sin embargo, su estancia presentó desafíos para el protocolo cubano y la legación británica en La Habana, ya que el ex primer ministro ignoraba horarios y formalidades. Se levantaba a las cinco de la mañana y, desde ese momento, generaba caos en todo el hotel. Un día lluvioso, frustrado por no poder nadar, ordenó que hicieran sus maletas para marcharse, pidiendo que se las deshicieran cuando saliera el sol. Durante su tiempo libre, disfrutaba de partidas de cartas con quien se uniera a él. “Come, bebe y fuma sin restricciones”, escribió Enrique de la Osa en su reportaje sobre la visita.
En el invierno de 1945-46, Churchill, a sus 71 años, buscaba un descanso tras los rigores de la guerra. Por recomendación médica, decidió tomarse dos meses para recuperarse, eligiendo inicialmente Miami como destino, donde fue invitado por Frank Clarke, un oficial retirado del ejército canadiense. En Florida, aprovechó para relajarse, pintar y disfrutar de un tiempo alejado de la vida pública.
Mientras estaba en Miami, el entonces presidente de Cuba, Ramón Grau San Martín, se enteró de su presencia y le extendió una invitación oficial para visitar La Habana, facilitada por el presidente estadounidense Harry S. Truman, quien proporcionó un avión para que Churchill, su esposa Clementine y su anfitrión pudieran viajar a la isla.
El 1 de febrero de 1946, Churchill llegó al Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana. Esta visita marcó un momento simbólico: justo 50 años, un mes y 24 días después de haber dejado Cuba por primera vez en 1895. En contraste con su primera visita, esta segunda estancia fue mucho más relajada, rodeada de gran entusiasmo.
Frases Memorables y Diplomacia
La visita de Churchill tuvo un impacto político significativo. Durante una reunión inicial con Grau San Martín, se discutieron temas de interés mutuo, reflejando la relevancia de la visita en el contexto diplomático de la posguerra. Aunque Churchill había planeado evitar declaraciones públicas, la multitud lo convenció de dirigirse a ellos desde el balcón, finalizando su discurso con un encantador “¡Viva la Perla de las Antillas!”.
Churchill se ganó aún más el corazón de los cubanos al declarar, en otro momento de su visita, su amor por los puros habanos: “Cuba siempre estará en mis labios”, subrayando su aprecio personal por la isla y su cultura.
Impacto Político y Relevancia Histórica
La visita de Churchill no fue solo un acto de descanso, sino una manifestación de diplomacia en un momento crucial. En el contexto de la creciente Guerra Fría, Churchill buscaba fortalecer vínculos con América Latina, una región de creciente interés estratégico para las potencias occidentales. Su presencia reafirmó la importancia de Cuba como un punto de encuentro político y económico en el Caribe.
Para los cubanos, Churchill representó un líder global que, más allá de sus condecoraciones obtenidas durante la dominación colonial, demostró un genuino aprecio por la cultura local, dejando una impresión duradera en las relaciones bilaterales entre Cuba y el Reino Unido. Su segunda visita simbolizó un cierre de ciclo, ofreciendo una oportunidad para celebrar los lazos históricos que lo unieron a la Perla de las Antillas.
Un Paseo por La Habana
Durante su estancia, Churchill solicitó ser paseado por la ciudad en un automóvil descapotable. Como el protocolo cubano no disponía de uno, el propietario de la fábrica de puros Partagás ofreció el suyo y se convirtió en su chófer, a cambio de una visita a su empresa. Curiosamente, una de las vitolas de la marca Romeo y Julieta lleva el nombre de Churchill, y Pinar del Río lo distinguió con el título de Hijo Predilecto.
Churchill pasó una tarde en el famoso prostíbulo de Marina, en la calle Colón. Su edecán durante su estancia en la isla fue el entonces joven teniente José Ramón Fernández.
Anécdotas de Su Visita
El almuerzo de Churchill con el presidente Grau San Martín, cuyo menú se conserva hasta hoy, estuvo marcado por anécdotas. Sir Winston salió para el Palacio Presidencial con el empaque adecuado, solo para regresar al hotel a los pocos minutos porque había olvidado los tabacos. Luego, la comitiva tuvo que dar vueltas en torno al Palacio durante diez minutos hasta que el ex primer ministro y el mandatario se encontraron a la hora prevista.
Al final del almuerzo, Grau obligó a Churchill a salir a la Terraza Norte, donde lo aguardaban numerosos habaneros. Churchill expresó: “Me siento muy complacido en esta hermosa Isla de Cuba donde he sido tan bien acogido…”. Y continuó, en un intento de español: “¡Viva la Perla de las Antillas!”.
Al concluir su estancia, hizo otra declaración entusiasta: “Si no tuviera que ver al presidente Truman, me quedaría aquí por un mes”.
Reflexión Final
La experiencia de Winston Churchill en la Campaña de Cuba simboliza mucho más que un capítulo formativo en su carrera. Como observador militar y corresponsal, su participación ilustra la intersección de intereses geopolíticos, culturales y estratégicos en un momento crucial de la historia hispanoamericana. Este episodio también pone de manifiesto las limitaciones del poder español de la época, que se encontraba subordinado a los intereses británicos.
La conexión entre Churchill y Cuba resalta cómo los encuentros entre culturas, incluso en contextos conflictivos, pueden influir de manera duradera en la formación de líderes globales y en el entendimiento mutuo entre naciones. Así, el legado de Churchill en Cuba no solo refuerza su lugar en la historia mundial, sino que también invita a reflexionar sobre la interacción entre imperios, colonias y movimientos de independencia en la geopolítica del siglo XIX.
Visita las secciones de Cuba Nuestra en
https://tertuliastockholm.wixsite.com/tertulia/inicio
http://cubanuestrasecciones.wordpress.com/
https://www.youtube.com/user/CubaNuestra
https://www.facebook.com/CubanuestralaprimeradeEscandinavia