Por Zoé Valdés/El Debate.
No puedo describirlo mejor que lo que ya lo han hecho Alejo Shapire con relación a los casos de Samuel Paty y los esposos Pelicot; y Elizabeth Lévy acerca del juicio contra el expresidente francés Nicolas Sarkozy. ¿La justicia se funde cada vez más peligrosamente con la política? Los resultados maleables así lo indican; como es natural la mezcla provoca reacciones sulfurosas.
En el caso del profesor decapitado en medio de la calle en Francia, cuya cabeza rodó por el pavimento delante de los transeúntes, son ocho los culpables implicados; como era de esperar las condenas de dieciséis años no colmaron la expectativa de la familia. La hermana de Samuel Paty, Mickaëlle Paty, afirmó que las penas no están a la altura. Como tampoco ha estado a la altura la prensa: «No ha habido ni despertar ni sobresalto» desde el vil asesinato islamista de su hermano, que los medios en su delirio partidista no cesan de llamar «muerte».
No, Samuel Paty no murió, fue asesinado, más exactamente decapitado en plena calle; tras haber sido acusado falsamente por una de sus alumnas al contarle al padre, familiares y cercanos, que el profesor hacía propaganda al mostrar las caricaturas de Mahoma. Mentira todo, un engaño que le costó la vida a un maestro, a un hombre que era un bien para la sociedad, frente al mal que representa el oscurantismo islamista.
Mickaëlle Paty también denuncia, en un libro publicado recientemente, que lamenta que el Estado francés no haya emprendido y comprometido mayores fuerzas en una verdadera concienciación y vigilancia en contra del terrorismo islamista. Reitera: «Cuatro años después del asesinato de mi hermano, una gran ira reside dentro de mí. La de haber perdido el tiempo, por no haber sido escuchada. No hubo ni despertar ni sobresalto, y nuestros enemigos han vuelto a ganar terreno».
El juicio por el crimen cometido contra Samuel Paty ha sido prácticamente silenciado, para lograrlo han contado con la abyecta colaboración tanto de los medios de comunicación como de los partidos políticos. Una gran diferencia con relación al juicio de los esposos Pelicot, cuya atención editorial ha sido rayana en el amarillismo.
Gisèle Pelicot fue drogada y violada durante décadas por su marido Dominique Pelicot que invitó también a violarla alrededor de cincuenta y tantos depravados mientras ella se encontraba dormida químicamente. El juicio gozó de una enorme publicidad, numerosas mujeres se reunieron en la puerta del tribunal para exclamar su agradecimiento a la señora Pelicot. El periódico L’Humanité le dedica portada a esta valiente mujer, y alguna feminista ha querido borrar al presidente Donald Trump de la cubierta de Times para colocar en su lugar la foto de Gisèle, y después escribir encima: «Mejor ésta».
No dudo que Gisèle merezca aparecer en la portada de Times, pero sin reemplazar al presidente electo por una mayoría aplastante en Estados Unidos. El neofeminismo no solo a veces es ciego y extremista, resulta agotador por intolerante…
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Caricatura del profesor Samuel Paty.