EDITO

ED. No ha comido, no ha dormido, no ha gobernado

Pot Zoé Valdés/El Debate.

Pedro Sánchez ha vuelto a confesar muy teatralmente, apareciendo con una pinta agrisada, sumamente demacrado, que no ha dormido; ya en una ocasión anterior había declarado que no había comido. Como si a alguien le importara lo relacionado con su persona, porque en verdad si para algo lo eligieron es para que a él le importe España –no al revés, que es de lo que debiera hablar, del país, que es lo que nos importa, de cómo va España. Y España no puede ir peor, porque Sánchez precisamente no ha gobernado, que es de lo que se trata, o ha gobernado con muy mala entraña, cada vez de mal en peor.

Pedro Sánchez es un tipo curioso, ya Rosa Díez lo había diagnosticado desde hace mucho, es un psicópata de manual, lo mismo pareciera que le interesa muchísimo la flotilla de los activistas terroristas de Hamás –así los ha clasificado el ministro de Seguridad Nacional israelí, Ben Gvir–, como firma sin vacilaciones lo que Donald Trump le obliga a firmar, para que en Gaza gobierne Tony Blair; sí, el de la guerra de Irak, el que llenó el Reino Unido de inmigrantes ilegales y maleantes, y al que los británicos odian visceralmente.

Por cierto, si yo fuera de los de la flotilla –que ni en la peor de mis pesadillas– empezaría a preocuparme seriamente, pues se encuentran todos, sin ningún tipo de excepción, como fatídicos protagonistas de acciones de delito mayor contra la seguridad nacional de un país en guerra, Israel; y sobre todo porque a Pedro Sánchez eso ya le resbala olímpicamente, le da igual. Es más, bajo su manto pudieran considerarse no solamente prontamente desprotegidos y hasta olvidados, además perjudicados, dada la posición tan belicosa que ha ejercido este presidente contra la política israelí.

Esta ambigüedad y falta de coherencia –propia de una persona que no está en sus cabales– en sus decisiones políticas no hacen más que desconcertar a una ciudadanía ya de por sí harta de tanto mediocre teatro político. Al final, todo parece indicar que Sánchez está más preocupado por su imagen internacional que por afrontar los verdaderos problemas que atraviesa España. Por cierto, no está muy lejos de comportarse semejante a Emmanuel Macron; el francés sólo alcanza un 7 por ciento de popularidad –o sea, ya es el presidente de Francia más impopular de la historia. Así y todo no sólo no dimite, recién anduvo de farandulera entronización monárquica por Luxemburgo, disfrazados él y su mujer, de lo que no son, de reyes; con esos andares dinásticos que casi siempre asume y que más ridículo no pueden pintarlo.

Pues, sí, no nos queda claro si Pedro Sánchez no habría comido, y no habría dormido, pero de lo que sí estoy segura es que no ha gobernado más que para fastidiar a España e intentar doblegar a los españoles. Ajeno además a los casos de corrupción que implican a su familia (esposa y hermano), a sus ministros, al fiscal general, y probablemente a él mismo. Porque tras las últimas afirmaciones de Víctor de Aldama cabe dudar de si en breve sería imputado, lo que lo convertiría en el primer presidente en funciones imputado de Europa…

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