Por Alfonso Ussía/El Debate.
En España, tengo entendido, que solo los expresidentes del Gobierno y exministros del Interior tienen derecho a escolta y coche oficial. Los exvicepresidentes no disfrutan de semejante privilegio y si desean el sosiego de la protección, el gasto corre de su cuenta. He consultado con diferentes expertos –España es una nación de expertos en todo–, y me han asegurado que el eximio profesor asociado o adjunto don Pablo Iglesias Turrión no entra en el cupo de los agraciados de gozar de protección oficial. Es decir, que ya no es nadie, que ser empleado de Roures no le concede derecho alguno a un servicio de seguridad personal a cargo de los presupuestos del Estado, y que, de llevar escolta y coche, los gastos los tendría que pagar su empresario o el propio individuo en cuestión.
Cada dos por tres, acude a iluminar con sus lecciones a sus alumnos en una Facultad de la Universidad Complutense. Sus alumnos son cuatro. Eran cinco pero uno de ellos, harto de tostones, se ha adherido a las clases de un profesor menos plomo. Y para dar clase a cuatro alumnos, llega a la universidad en coche oficial, con chófer armado y tres agentes de seguridad. Cinco personas, contando con el eximio profesor, para cuatro alumnos. Y de gorra.
Ha llegado a disponer de tres turnos de 30 guardias civiles en su casa de La Navata, en Galapagar, compartida con su compañera de hecho, la discreta, calmosa y serena Irene Montero, que sigue de ministra. Una tarde, algún vecino le gritó algo desagradable, y el entonces vicepresidente le solicitó a Marlaska, el marido de Aitor, la protección de una Compañía de la Guardia Civil. El susto fue grande. Se presentó a las elecciones e Isabel Ayuso le dio un repaso electoral, y el eximio maestro, que ya no era vicepresidente, se quedó en pelota picada….