EDITO

ED. La enajenación anti Trumpista

Por Hermann Tertsch/El Debate.

España lleva ya muchos años con una sociedad polarizada. Las razones son evidentes. Una izquierda cada vez más radicalizada decidió romper las reglas del juego, las leyes y la Constitución. Introdujo en la lucha política la reapertura de la guerra civil y en más de veinte años se ha roto mucha loza. Si a eso añadimos que literalmente todo lo que dicen los gobernantes socialistas actuales bajo el mayor falsario, Pedro Sánchez, es mentira y que nunca se ha robado en España como se roba ahora, tanto en lo que respecta a volumen como en descaro, hay razones para una extrema hostilidad en política y medios. Añádase a ello el temor, creciente y cada vez más asumible, de que quienes delinquen tanto en el poder serán capaces de todo, de cualquier cosa, por no perderlo.

Ahora ha irrumpido en la política española otro factor que no solo ha agudizado el enfrentamiento. Ha movido los frentes o quizás simplemente haya hecho más visibles las líneas reales de los frentes políticos e ideológicos en España. Ese factor añadido de polarización es el presidente norteamericano Donald Trump. El 45º y 47º presidente de EE.UU. genera pasiones en todas partes. En su país, tantas que desde hace tiempo se habla del Trump Derangement Syndrome (TDS), «síndrome del trastorno Trump», que afectaría a aquellos a los que la hostilidad hacia Trump ha llevado a cotas de irracionalidad que rayan o entran ya en pensamiento y conducta dementes. De eso ya se habló en su primer mandato y también se vio que esa hostilidad tenía un terreno especialmente fértil en Europa y por supuesto en España.

Trump es inmensamente polarizante y genera tanto entusiasmo y devoción como rechazo, indignación y odio. Hasta entre muchos que aplauden su política y consideran que sus intenciones son correctas, que aprueban como bueno su «guion», lamentan que personalmente sea un error de «casting». Muchos creen que un hombre más mesurado en las formas y menos egocéntrico haría mejor ese papel de liderar un cambio revolucionario que combata con decisión las lacras que ha acumulado la deriva izquierdista en todo Occidente en los pasados 70 años. Creen que esos rasgos personales y elementos arrolladores y caóticos de su pasión, obsesión y voluntad ponen en peligro esos objetivos políticos suyos que en sí no solo son deseables para una mayor libertad y prosperidad en todo Occidente, sino absolutamente necesarios. Otros pensamos que todos estos defectos son parte consustancial de sus extraordinarias cualidades de tenacidad, espíritu de lucha, resistencia, pujanza, inteligencia y fuerza descomunal que forman parte de un cuadro de características absolutamente extraordinarias. Y que sin todos sus defectos jamás habría podido tener la energía y la visión para desplegar sus muchísimas virtudes….

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