Por Zoé Valdés/El Debate.
He estudiado algunas de las intervenciones recientes de los eurodiputados tras la toma de posesión de Viktor Orban en lo que será el breve mandato del Consejo de la Unión Europea con Hungría a la cabeza en el período del 1 de julio al 31 de diciembre del 2024, no me han sorprendido demasiado salvo lo que con toda evidencia saltó a la vista: la arrogancia y falta de respeto de Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, frente al primer ministro de Hungría, al obviar que son los países los que mandan en la Unión y no al revés; que ella ha sido nombrada al servicio de esos países y de sus representantes, elegidos por los ciudadanos.
La señora Von der Leyen tras insultar al primer ministro Orban se marchó y no se dignó a oír la respuesta. Esto es lo que se podría denominar política solariega donde las haya. Y, sin embargo, pocos se han referido al suceso que marca unas pautas muy poco dignas dentro de los parámetros del poder, sus consecuentes límites y, todavía peor, no conforman una sana enseñanza para los jóvenes que vendrán después a reemplazar a estos políticos. En vez de actuar Ursula von der Leyen como lo que ella representa, al parecer se ha contagiado con la chusmería exultante de una Irene Montero y de la soberbia de una Rima Hassan.
De ahí que la pregunta que nos debiéramos hacer con urgencia es con tales truenos, ¿hacia dónde se dirige la Unión Europea? Con intervenciones tan soeces y mezquinas donde el paradigma recuerda a la antigua Unión Soviética; o peor, con la presencia de eurodiputadas claramente antisemitas, a la Alemania nazi. ¿Les resulta duro oírlo? Más duro me resulta a mí pensarlo, concluirlo, y escribirlo; no obstante, creo que debemos puntuarlo sin demora…
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Esta Úrsula parece que es de la misma escuelita solariega de la Nancy Pelosi o de la Hilaria Clinton…