EDITO, Mundo

ED. Giorgia Meloni, la adalid de Europa en la relación con Trump

Por Zoé Valdés/El Debate.

«Nuestro gobierno está trabajando incansablemente para restaurar el lugar legítimo de Italia en el escenario internacional», así empezó la primera ministra italiana su intervención en la CPAC, con esas palabras justas que dejaron sin aliento a la concurrencia durante el tiempo que duró su discurso. «Estamos reformando, modernizando, y reclamando nuestro papel como líder global. Nuestro objetivo es construir una Italia que vuelva a sorprender al mundo». Ningún inversor salió huyendo como habían profetizado otros, en la actualidad regresan más bien anhelantes y se quedan satisfechos. El desempleo ha bajado sin trampas ni engaños, la economía crece, se renueva la política fiscal, la libertad es vasta, y el flujo migratorio ha descendido a un 60 por ciento. Italia prospera. Y todo, ¿por qué? Responde: «los conservadores hacemos lo que prometemos, hacemos lo correcto, luchamos por lo que creemos, y además confiamos en la gente, no les tememos… Servimos al pueblo, no gobernamos sobre ellos».

En días anteriores se había dejado oír alta y clara mientras reclamaba con razón un derecho elemental: «Roma debería ser la capital de la Unión Europea, y quiero llevar esta reivindicación al Parlamento Europeo. Porque la capital de la Unión Europea no puede ser el lugar más cómodo donde instalar las oficinas. Debe ser el lugar que mejor representa su identidad milenaria». Tiemblen Úrsula y sus burócratas.

Desde que apareció en política Meloni se convirtió en un elemento dignificante de la misma. De estatura pequeña, aunque fuerte y grande de verbo y de espíritu, cultivada, recia, con las aristas bien definidas, nada moldeable. Hace poco escribí lo siguiente: «Todo se vino abajo cuando el sabio fue sustituido por el líder y la mayoría por la masa. Rara vez conseguimos a un sabio que es también líder, y mucho menos a un líder sabio». Lo escribí pensando en ella. Meloni no es simplemente una líder, eso se notó desde los primeros momentos, tal vez la mejor definición de su personalidad sea la de adalid, lo que considero una mezcla de sabia con líder, que conoce muy bien que más que dirigirse a la masa debe hablarle a la mayoría, sin desmerecerla como hacen tantos, sin menospreciar a una mayoría a la que se iguala en ideas, sabiendo que la batalla es la cultural y al mismo tiempo la económica. «Una batalla de Occidente, porque esta es una batalla de Occidente, no como espacio geográfico, sino como civilización. Una civilización que fusiona la filosofía griega, el derecho romano y los valores cristianos… Una forma de defender el mundo donde el individuo es el centro. La vida es sagrada…».

Recordarán que durante una visita institucional a Caivano, cerca de Nápoles, la primera ministra se presentó de una manera bastante inusual al presidente de Campania. «Presidente De Luca, soy la stronza della Meloni» —que se traduciría como: «Presidente De Luca, soy esa perra de la Meloni»— le espetó al político fijándole sus grandes ojos claros. De Luca al principio no reaccionó, tal vez desconcertado. «No escuché los comentarios del primer ministro en ese momento», respondió el otro al día siguiente del intercambio, evitando feminizar el cargo que ocupa Giorgia Meloni. La vulgar expresión hacía referencia a lo que el propio hombre había dicho en el pasado, en conversación privada grabada en secreto fuera de la Cámara de los Diputados, De Luca se había quejado de Meloni ante algunos de sus colegas, y concluyó: «¡Trabaja, perra!»….

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