Mother Mary
EDITO

Ed. En el mes de María

Por Zoé Valdés/El Debate.

Desde hace siglos el mes de mayo fue dedicado a honrar a la Virgen María, la Madre de Dios, a través de ella se homenajeaba también a la mujer y a la madre en toda su belleza y esplendor, a la fertilidad, a su vientre, a su belleza sana y florida; a las flores también se le dedicaba, el mes de mayo era el mes de las flores. Mientras que mi padre pretendía llamarme Patria, lo que conté en mi novela La nada cotidiana, fue mi abuela quien logró bautizarme como Zoé Milagros, para ella yo era su milagro de vida, mi madre quiso complacerla hasta en eso. Era una época en que contaba la generosidad de una hija con su madre. Importaba mucho el día y mes de nacimiento, la presencia de un nombre que tuviera que ver con lo tradicional y lo compasivo, y colmara los anhelos familiares.

La promesa que le hizo mi abuela a la Virgen tuvo que ver con mi tío, que se puso muy enfermo; no le daban nada, inválido andaba en sillón de ruedas. Abuela hizo todo lo que pudo, prometió a la Milagrosa que si mi tío se curaba su primera nieta se llamaría Zoé Milagros y su primer nieto Lázaro. Así fue, mi tío curó milagrosamente, pudo andar lazarianamente, en un tiempo asombroso.

Mi abuela rezaba mucho durante el mes de mayo, ella le consagraba un especial valor a este mes, entre los rezos introducía poemas que había aprendido de memoria, aquel tan hermoso de José Martí:

Madre mía de mi vida y de mi alma,
dulce flor encendida,
resplandeciente y amorosa gasa
que mi espíritu abriga.Serena el escozor que siento airado,
que tortura mi vida,
¡qué tirano!
¡qué sidera el alma mía!

¡Se rebela, maldice,
no quiere que yo viva
mientras la Patria amada
encadenada gima!

Un gran dolor la sigue
como al hombre la sombra fugitiva,
y los dos me acompañan
junto con la fatiga.

Mata en mí la zozobra
y entre las nubes de mi alma brilla…
¡el peregrino muera!
¡que la Patria no gima!

Hoy todavía digo esos versos y me erizo. En un ambiente tan convulso, tan dedicado a destruir el alma y la fe, mi abuela y mi madre luchaban para que nada de esto se extinguiera, y poder inculcarme mediante la belleza del lenguaje una cierta dignididad espiritual.

Décadas más tardes, desde mi exilio político, mi abuela materna había fallecido ya, y mi madre se hallaba enferma; yo iba cada tarde a la iglesia de la Milagrosa de la Rue du Bac a rezar para que mi madre no padeciera, no tuviera dolores, que su fin fuera lo más dulce y tranquilo posible. Entraba destrozada, salía algo aliviada. No hubo milagros esta vez, pero mi madre se despidió a mi lado, cerca de su nieta, hoy descansa en un cementerio decente, hermoso. Queda ese consuelo, aunque no repose en su tierra.

Una de aquellas tardes, al salir de la iglesia de la Milagrosa, una de las monjitas me regaló un poema de Paul Claudel impreso en un plegable. En aquella época me sentía más atraída por Camille Claudel, su hermana, la gran escultora, seducida por su arte y conmovida por su destino. Camille murió en un manicomio al que la condujo su hermano, ella enloqueció de amor no correspondido por Auguste Rodin, un gran artista también, pero casado, que jamás abandonaría a su esposa…

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One Comment

  1. Hay que sentirse, procurarLO, atraido por lo más esencial y puro, posible y dado Divini. Por eso es Maria la mejor criatura y la principal, la madre de Dios encarnado, aún el tal C. Vidal la denoste de los egones eveanglicones calvinistos y lo que sea de despreciar lo puro y real, esencial, Divino, Maria mater Dei.

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