Por Zoé Valdés/El Debate.
Lo que parecía ser, por fin, una relación correcta entre el presidente Joe Biden al final de su mandato y el futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a ojo de buen cubero pareciera que se degradará antes de que el segundo acceda al poder. Biden cede un país que no ha crecido tanto como se esperaba a nivel económico, pero sobre todo lo deja, tal como se ha mostrado a finales del 2024 e inicios de año 2025 en las tinieblas provocadas por la violencia y el terrorismo.
A pocos días de haber quemado viva a una mujer en el metro de Nueva York por parte de un ilegal supuestamente perturbado mental (vamos, como todos), oriundo de una cultura ¿indígena?, mientras los demás filmaban y un policía pasaba por el lado como si malanga (lo que seguramente ya se ha olvidado), otro achocolatado también presuntamente perturbado mental empujó a un hombre a la vía del metro que en aquel momento pasaba a toda velocidad. Nada, no habrá que acercarse a los raíles, o si se puede no acceder el metro, que es el arma de exterminio eficaz de los ilegales de grandes culturas arranca corazones y achocolatados perturbados por la colonización.
Como guinda al pavo, dos ataques terroristas, uno en NOLA (Nueva Orleans) que va dejando quince muertos y decenas de heridos, y la explosión de un coche Tesla a las puertas del Hotel de Trump, en Las Vegas. Los símbolos no están por gusto, el odio contra el dúo Musk-Trump se acrecienta alentado por la prensa oficialista. Trump, adelantado, se refirió a la inmigración ilegal, como es natural, y Biden no quiso comentar, será hasta que Barack Obama no le facilite las instrucciones, que es como ha gobernado estos cuatro años en que ha fingido hacerse el bobo, el chocho, o lo que sea, para que no lo desaparezcan y continuar hasta el final con la doctora Jill también al submando…
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