EDITO

DLA. Devastada

Por Zoé Valdés/Diario Las Américas.

He esperado hasta el último segundo con la esperanza de que el mal reculara, de que los criminales de Hamás y los gazatíes que colaboraron voluntaria y alegremente con el horror hicieran un gesto hacia el bien, hacia lo correcto, hacia lo humano, hacia las familias; contrario a lo que todavía dudaba, lo que sucedió fue un añadido terrorífico al espanto. Imagino que vieron la devolución de los cuerpos de dos niños, uno de ellos bebé, Ariel y Kfir, y Shiri, su joven madre, la familia Bibas, así como el del anciano Oded Lifshitz. Seguramente al igual que yo no pudieron contener el llanto y la ira al notar la maldad puesta en escena con el encono más inimaginable.

El anciano Oded fue periodista y activista por la paz, ayudó a fundar el Kibutz Nir Oz. Doron nos cuenta en X que dedicó su vida a ayudar a los demás y a trasladar enfermos de Gaza a hospitales israelíes, la retribución de sus “amigos” palestinos fue el secuestro, la tortura, la muerte de la manera más atroz. A Oded le gustaba tocar el piano. Así lo imaginaré siempre, sus dedos recorriendo las teclas como si apaciguara las olas de un vasto océano, la melodía repetida en el viento, cual eco infinito. Oded sonriente mientras nos observa desde una distancia luminosa, la de la inocencia, seguro de que todo iría a salir bien… Pero nada salió bien…

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