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Crónicas de una invasión ilícita (III, IV, V, VI)

Jacobo Otero Moraña

Por Jacobo Otero Moraña.

Pulse aquí para leer las Crónicas anteriores I y II.

III

Otro día más, y van ya treinta y cuatro, sigo con la crónica de esta invasión vergonzosa, ilícita y abiertamente criminal.

Que nadie siga buscando excusas. Por vueltas que quieran darse al asunto, ni las hubo ni las habrá. Una disputa entre dos estados soberanos, por muchas que sean las discrepancias, no justificará jamás un ataque como el que llevamos contemplando.

Lo dije y lo repito. Ucrania no es Afganistán. Zelensky resultó ser un verdadero líder y no un títere. Sus fuerzas armadas no se rindieron en masa, sino que dan batalla aún sabiéndose en inferioridad manifiesta. Pero miren por dónde, que hasta esos miles de ucranianos que dejaron su país en busca de oportunidades, han renunciado a toda comodidad para volver y combatir junto a sus vecinos. Curioso que, si les trataban tan mal o tenían unos dirigentes tan corruptos, se despierte ese sentimiento patriótico. ¿No sería lo contrario? Pues ya estamos viendo el cariño que le profesan en Ucrania al zarito pecholata y sus presuntos “antinazis”.

Si no fuera por lo trágico del asunto, me saldría una sonora carcajada. Pero no. Llevo muchos días sin la menor gana de reírme.

Aunque si lo comparamos con la situación de los que sufren la invasión y hasta de los rusos, estamos en el “País de las Maravillas” (aunque aquí no tenemos a Alicia, sino a “Antonio”… ustedes me entienden).

En la corte de Vladimiro el Terrible, la guerra también pasa factura. Llevábamos días sin saber de dos peces gordos. El ministro de Defensa Soghuí y el Jefe del Estado Mayor, Gerásimov. Pues como hasta en esas latitudes cuesta mantener el mítico hermetismo, hoy se descolgaron con unas imágenes del titular de defensa en una reunión. Eso sí, de la fecha concreta, ni el menor indicio. Pudo ser ayer o el día que le pusieron el despacho al “caballero”.

¿Nos damos por satisfechos? Cada cual es libre de creerse el cuento a su gusto. En lo que a mí respecta, del “Teleruskie News”, dudo hasta cuando proyectan un capítulo del Osito Misha (a quien no lo conozca, busquen la mascota de los JJOO de 1980 y la serie animada que protagonizó).

En cuanto a Gerásimov, lo poco que se sabe es todavía más confuso. Que si sufrió un infarto, pero se está recuperando. Que si está muy ocupado estos días… pues es como decir: “no os esforcéis. Te voy a contar lo que me de la gana”.

Y así es. Lo triste es que estos dos personajes, junto a su jefe el “judoca”, son los que tienen en sus manos los códigos de disparo de los misiles nucleares de la Federación. ¡¡¡Ahí es nada!!!

Eso del triunvirato siempre fue tradición en el Kremlin, pero al final, la división siempre resultó más formal que de facto, y esta vez no es una excepción. Se hará lo que diga Vlad por descabellada que sea la orden. Por muchos “Bliad” y “Govno” que alguno susurre entre dientes, si el gran jefe manda soltar los misiles, tengan por seguro que el plazo no pasará del tiempo en que estén cargados. Punto.

Y esta vez, para desgracia de todos, no hablamos de sarcasmo antibelicista como en la película de Kubrik.

IV

Hoy, en mis crónicas de esta invasión ilícita y criminal, me voy a apartar un poco del teatro principal de operaciones para acercarme a la trastienda. Y no. No me voy por la tangente ni esto se va a convertir en un análisis de “prensa rosa”. Pero dado que toda esa legión de putinistas no dejan de infectar aún más la situación con noticias y razonamientos paradójicos y cargados de resentimiento, toca poner sobre la mesa alguno de los episodios que afectan a la vida privada de zarito pecholata.

Resulta que fiel a esa tradición tan soviética, comenzada por Lenin y Trotsky, Vladimiro el Terrible también tiene una relación especial con esa perla centroeueopea que es Suiza.

Ignoro la cantidad de cuentas millonarias que puede tener depositadas a su nombre o de cualquier testaferro en las entidades bancarias de la Confederación. Bien es sabido que sea en Zurich o Ginebra, los contables calvinistas jamás han hecho ascos a cualquiera que llegue con sus buenos dineros a hacer un depósito.

Secreto bancario le llaman, y bajo ese eufemismo, resulta que el país no ha dejado de prosperar. Luego, te venden paisajes idílicos, a Heidi y su abuelito, relojes de cuco, queso y chocolate. De su pasado como mercenarios o la hoguera de Calvino, ni palabra. Si me apuran, hasta la leyenda de Guillermo Tell prefieren obviarla.

Pues hasta allí parece que llevó Vladimiro a su barragana, Alina Kabaaeva. Que si. Que él será septuagenario, pero el gingseng siberiano y las oraciones de Kiril deben hacer maravillas. Sino, a ver cómo se explica eso de que esté con una señora que por edad podría ser, como poco, su hija.

El caso es que alguien debió avisar a las autoridades helvéticas, y estas, dada la tesitura, parece que en esta ocasión no harán la vista gorda. Sinceramente, espero que el procedimiento de expulsión no se dilate demasiado en el tiempo, y sea en avión o tren blindado, pongan a la doña y sus vástagos (que no bastardos), rumbo a San Petersburgo.

Ya veremos el resultado. Que ver si con la proximidad de su pareja al “judoka” se le relaja el gesto, o si decide dar por revocada la neutralidad y también los invade.

Sea como fuere, la trama me recuerda a la de esa genial novela de John Le Carré, donde cerraba provisionalmente la trilogía de Smiley. Tras sufrir mil reveses a manos de su Némesis “Carla”, el bueno de George hallaba la forma de derrotarle gracias a su secreto mejor guardado. Una hija que había sido enviada a formarse en esos internados suizos reservados para las élites.

Cierto que Vlad no pasó por ninguno, pero teniendo en cuenta que el “mulo” norcoreano fue alumno en otro de esos colegios, es inevitable hacerse muchas preguntas.

Esta semana será muy decisiva para el futuro de este conflicto que tiene al mundo en vilo.

Veremos hacia dónde deriva la cosa.

V

Seguimos con las crónicas de trastienda en esta invasión ilegal. Hoy, donde la noticia del día no es la guerra sino la “leche”(real o no) de Will Smith a Chris Rock en plena ceremonia de los Oscar, trasciende otra información bastante más llamativa y grave.

Resulta que varios miembros de las delegaciones rusa y ucraniana que trataron de buscar un primer alto el fuego, han sufrido síntomas de envenenamiento con una sustancia desconocida.

Esto, gravísimo de por sí, da muestras de una perversidad tan sádica como enfermiza. Para algunos también será un montaje. Incluso se atreverán a alegar que “no murió nadie”. Pues si. Afortunadamente, esta vez se evitó la tragedia, pero no por ello deja de ser algo terrible. Yushenko, Litvinenko, Skripal y Navalny, ya saben lo que es sentir el beso ponzoñoso del zar. Ahora, Abraham Abramovich, también lo ha descubierto por querer mediar en esta locura.

No sé si alguno de ustedes vivió en carne propia una intoxicación. Este que les habla, dos. La primera con ostras y la segunda, con mejillones. Pues aún teniendo en cuenta que se trata de sustancias naturales, les puedo asegurar que es algo que no deseo ni a mi peor enemigo. Ahora, imaginen por un momento lo mismo, pero con material modificado en laboratorio por expertos en bioquímica. Mejor no pensarlo, ¿verdad?

Guste o no, a eso se dedica una sección del FSB-RVS del Tío Vlad. Y se ve que no les falta presupuesto para ello.

Por su parte, al zarito pecholata ese tipo de experimentos le excitan más que a un niño con ínfulas científicas el mítico Quimicefa. Aunque si lo pienso bien, creo que este tipo en vez de tener en su habitación posters de rockeros o deportistas de élite, debía empapelar sus paredes con los de Locusta, Lucrecia Borgia y Poison Ivy. Es más, empiezo a pensar que no sólo admira a estas grandes envenenadoras. Quiere pasar a la Historia como una mezcla de todas ellas.

VI

Después de treinta y seis días desde el inicio de la crisis, parece que por primera vez se abre una posibilidad más o menos firme de poner fin a esta barbaridad.

La última ronda de conversaciones en Turquía llama a la esperanza. Ahora, dependerá de los actores principales que se concreten o no.

Aún a riesgo de errar en mi análisis, voy a atreverme a decir muy claro lo que pienso. Para ello me baso en las informaciones que voy tamizando de una y otra fuente, sin olvidar lo que no se dice pero que aflora a través de una combinación de procedimientos deductivos e inductivos.

Rusia accedería a que Ucrania ingrese en la UE. Tampoco se habla ya de “desnazificación” ni “desmilitarización”. A cambio, Kiev renuncia a la OTAN así como a albergar bases que impliquen contingentes foráneos y armamento atómico en su territorio. Eso sí, recibirán garantías del propio Consejo de Seguridad de la ONU, junto a Alemania, Polonia, Canadá,Turquía e Israel.

El tema de Donest y Lugansk así como Crimea se tratarían en una cumbre bilateral posterior, donde no se descarta un arreglo a la “hongkonesa” que implicaría su arriendo a largo plazo. Una “longi temporis praescriptio” de las de toda la vida y cuyo resultado o consecuencias no verá ninguno de los firmantes.

Alguno dirá que para este camino no hacían falta alforjas, o en este caso concreto, tanta violencia gratuita. Habrá quien siga queriendo decir que Ucrania ha sido el enésimo teatro de operaciones donde han vuelto a chocar este y oeste como en los peores días de la Guerra Fría. Y por supuesto, seguirán siendo legión los que vean aquí maniobras arteras y conspiranoicas. ¿Qué quieren que les diga?

Desde mi humilde perspectiva, cualquier acuerdo que contribuya al fin de las hostilidades, por malo que pueda parecer, será excelente. Y, ¿saben por qué? Porque hasta el peor de los tratos es siempre mejor que muera una sola persona más. Que otra familia deba huir de su tierra. Que un vecino se quede sin casa o unos padres reciban los restos de su hijo en una caja de pino.

Más allá de la desconfianza y recelo entre ambas delegaciones, hay un mensaje que no debería escapársenos a quienes seguimos este tema desde el minuto cero. Unos y otros están perdiendo la guerra.

Ucrania no puede permitirse más destrucción y pérdida de vidas.

Rusia, además del manifiesto ridículo de su ofensiva, tampoco está dispuesta a convertirse en un nuevo estado paria. Cierto que en algunos lugares del mundo, y prefiero no decir nombres, el proceder de Vladimiro y su corte no resultará tan repugnante como puede parecer desde nuestra perspectiva. Pero todos sabemos que esta situación dista mucho de ser normal. Cuando los rusos salen de su tierra, no dudo que viajarán a múltiples destinos. En cualquier caso, antes y ahora, la vieja Europa es su prioridad. Ejemplo palmario de ello es que cuando uno de sus científicos editaba un manual destinado a traspasar las fronteras, elegía la lengua alemana. Nunca el chino, indio o persa.

En definitiva. Ya se ha perdido demasiado. La confianza costará restablecerla. Las vidas son irremplazables.

Jacobo Otero Moraña, es contador de historias, navegante, condotiero fuera de siglo…

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