EDITO, Mundo

Crónica de una invasión ilegal, ilícita y criminal

Vladimir Putin

Por Jacobo Otero Moraña.

Si alguien esperaba un mínimo de cordura en el zarito pecholata, el último acto que ha organizado disipa cualquier duda. Con el símbolo de la Z que, por cierto, no existe en el alfabeto cirílico, a modo de nueva esvástica, este maníaco se ha dado un baño de multitudes en un estadio lleno hasta la bandera. Lo triste no son sus desafíos, aludiendo a la fecha de anexión de Crimea, sino ese deje de misticismo con el que ha adornado su discurso. Ya no se cree un simple mortal, sino que empieza a autoatribuirse dotes mesiánicas. Cita frases de la Biblia, y si ayer prometía una purga de opositores, hoy llama a ese sacrificio y hermanamiento del que la “Rodina” saldrá más fuerte.

Vamos, que si esto dura un poco más, no sería extraño que le añada el Ras a su apellido y acabe como el santón siberiano que dominó con sus trucos de prestidigitador la corte de los Romanov. No sólo hipnotizó a la zarina y al heredero, consiguiendo que dejase de sangrar a causa de la hemofilia. Es que el resto de la familia le seguían por muy aberrante que fuera el personaje y sus prácticas.

Cierto que entonces, un grupo de hombres valientes se conjuraron para acabar con aquella lacra,y aunque el plan estuvo a punto de fracasar, dio resultado. Muerto el monstruo, poco importaba si la causa fue el veneno, los disparos, el ahogamiento o la hipotermia. Es lo de menos.

Con el actual, se echa en falta esa determinación. No parece haber un Príncipe Yusupov que tome el toro por los cuernos aun a riesgo de exilio o la propia vida. Lejos de eso, vemos una masa con encefalograma plano que solo sabe repetir las soflamas del sátrapa.

Rasputin

Cierto que hay grupos de valientes que se atreven a oponerse en público. Unos acaban detenidos. Otros pierden su trabajo (y seguramente, no tarden en seguir a los primeros). Porque estos días, los sótanos de la Lubianka y Lefortovo están más llenos que cuando Felix Dzerzinsky, Yazov, Beria o el propio Andropov, dirigían esa organización criminal donde hizo carrera Putinito. Da igual si le llamamos Cheka, NKVD, KGB o ahora FSB-RVS. Son lo mismo.

Ya es triste que una policía política secuestre a disidentes y asuste a sus ciudadanos. Pero que tenga como rehén a un país entero, da pena, asco y verguenza a partes iguales.

Durante veinte años estudié el régimen soviético. No por admiración (jamás fui comunista, ni de joven), sino porque no lograba, y sigo sin lograr, comprender los motivos que llevan a ciertas personas a sentirse atraídas por dicha ideología. ¿Hipnósis? ¿Santones laicos como Vladimir Illich? ¿Sádicos de “acero” como Ioseff Visarionovich? ¿Brutos que golpean con su zapato la mesa en plena sesión de la ONU como el orondo Nikita? ¿Tártaros de cejas hiperpobladas como Leonid? ¿Un maníaco que exterminó a los húngaros en el 56 y nos llevó al borde del abismo como Andropov? Y es que del gris y hermético Chernenko no creo que se acuerden ni los más fieles a aquella URSS que con tan buen criterio liquidó definitivamente Mihail Sergueievich.

Qué falta nos haría hoy un nuevo Gorbachov. El hombre del cambio. El que quería un mundo sin bloques y una Rusia plenamente europea. Hasta el borrachín Boris sería aceptable.

Por contra, está al frente un Sukin Syn empeñado en llevarnos de vuelta a lo peor de la Guerra Fría.

Jacobo Otero Moraña, es Contador de historias, navegante, condotiero fuera de siglo…

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