Por Ailer Gonzalez Mena.
Anuncian que hoy viene Castor, inmediatamente la casa se carga de una energía festiva: preparar comida, cambiar sábanas, esperarlo como a un viajero de tierras remotas, tan remoto como ha quedado Camagüey de La Habana. Sin embargo, en esa suerte de peregrinaje jamás él llega temprano: Compadre, ¿por dónde andas?…¨Es que paré a visitar a unos conocidos… Es que llegué a casa de no sé quién… Es que alguien necesitaba tal cosa…, y por fin, casi de madrugada, abrirse el portón y verlo aparecer con su camisa de cura, su sonrisa impecable, y en las manos las consabidas barras de guayaba y cremitas de leche camagüeyanas.
Algunas veces me levantaba somnolienta y encontraba a los dos amigos, de pie, en la cocina, conversando, trasnochados, haciéndose preguntas, respondiéndose, ajenos en su propia constelación, la estampa de la hermandad. Castor, como tantos hombres de fe, es también un hombre de números. En su adolescencia ganó campeonatos y olimpíadas matemáticas. Más tarde sería expulsado de la Universidad de Oriente por encabezar una protesta estudiantil, aunque apenas habla de ese crucial momento disidente que lo colocaría en otro camino, el del servicio a Dios.
Escuchar sus misas provoca una repentina simpatía, mezclada con extrañamiento. Apegado a la liturgia, se aleja (no obstante) de cánones y rigideces. No encuentras en él los tonos y afectaciones de algunos oficiantes del catolicismo. Habla como un cubano simple, inserta a su Jesús en nuestra asfixiante cotidianidad para oxigenarla. Jesús en la colas, en los áridos fogones, Jesús escéptico, entre tropiezos por el barrio, en las terminales de Oriente, un Jesús para los cubanos, con su cruz de esperanza bajo el imperio castrista.
Su trabajo en las comunidades religiosas adonde ha sido designado, y al frente de los grupos de jóvenes católicos, deja siempre testimonios de agradecimiento y visibles trazas de mejoramiento. Ha sido anónima su constante preocupación por los presos y familiares (recientemente, su ayuda y colaboración con el caso de la activista y ex prisionera política Xiomara Cruz Miranda fue vital). Desde la precariedad de una internet de provincia, ha ido un paso más, comenzando a trasmitir sus homilías en las mañanas de domingo, invocando la justicia, la verdad y la libertad individual.
La iglesia católica en Cuba, salvo contadas excepciones, ha mantenido desde la instauración de la dictadura una postura muy cuestionable. Recién comienzan a brotar en ella voces que, aún bajas, percibimos honestas, que irán ensanchándose para hacerse sitio en la delicada encrucijada que se le encima a la nación cubana.
El 8 de septiembre Zoé Valdés transmitíó un live para rendir homenaje en su aniversario al Movimiento Cristiano de Liberación, a la patrona de Cuba, y entre los invitados estuvo el Padre José Castor Álvarez Devesa. Para mí ha sido uno de los momentos más emocionantes de esta serie de programas realizados por la escritora cubana. Pude comprobar al mismo tiempo, cuánto ha madurado Castor, cuánto han crecido su palabra, su corazón, y escuchándolo pensé que será imprescindible contar con él para remendar esta Cuba desmembrada que habremos de recomponer.
Muchas veces olvidamos las circunstancias exactas en que conocimos a los amigos eternos. No recuerdo mi primer encuentro con Castor, pero sí el raro fulgor de su mirada, ese brillo de los hombres en los que anida algún fuego sagrado. Lezama dijo que a Cuba le hacía falta una media noche con Dios, intuyo que el padre Castor será uno de los anfitriones de ese retorno a la virtud y a la luz.
Ailer González Mena es opositora, activista de Estado de Sats.
Ratzinger pensó alguna vez que Dios estaba dormido, pero creo que si hubiera conocido a Castor aún permanecería en el lugar que nunca debió dejar.
Delicioso. Esta señora debería escribir más.
Preciosa reseña del Padre Castor! Muchas gracias Ailer!
Qué bellas palabras sobre el Padre Castor. Él abraza con el amor que predica. Ciertamente, Cuba necesita muchos hombres como él, que ayuden a rearmar de fe a la nación.
Gracias por esta bella presentación. Gracias a Zoé Valdés por introducir al Padre Castor en nuestras vidas. Bendiciones.
Cuando yo era niña y luego adolescente aún la diócesis de Ciego de Ávila pertenecía a Camagüey. El padre Castor era seminarista en aquel entonces. Recuerdo las convivencias en la iglesia de la Merced en Camagüey y le recuerdo tan claramente como si fuera ayer. Muy contenta de encontrarlo en las redes gracias a Zoé. Me ha encantado el escrito sobre él.