Por Religión en Libertad.
El sacerdote Castor José Álvarez Devesa tiene cincuenta años, es cubano y reside en la ciudad de Camagüey. En la periferia de la tercera ciudad de la isla, entre las comunidades más rurales del país, realiza su labor asistencial y evangelizadora.
El 11 de julio de 2021, durante las protestas más numerosas en décadas contra el régimen castrista, fue golpeado por simpatizantes de la revolución con un bate de béisbol, recibió cuatro puntos de sutura y fue detenido. Una experiencia que califica como “iluminadora” y que le permitió “estar como un padre cerca de su rebaño”.
Durante un viaje a España, después de meses teniendo prohibido incluso salir de su propia ciudad, atiende a Religión en Libertad para hablar, entre otras cosas, de la difícil situación de los cubanos, la labor que realiza como sacerdote y la nueva ley de uniones homosexuales.
-¿Cómo es la situación actual de los cubanos?
-Está habiendo un éxodo masivo, solo a Estados Unidos se han ido más de 300.000 personas. La misma gente que vive en Camagüey, la tercera ciudad de Cuba. En las últimas semanas ha vuelto el calor y con él los apagones, eso da mucho dolor. El otro día paseaba por la calle y veía un espíritu de resignación.
»Económicamente, la mayoría de la gente se mueve en un mercado paralelo. Un salario mínimo en el mercado informal no llega a los 15 dólares al mes. Me encontré con un amigo médico, especialista, que me decía que le daba vergüenza que le vieran con la bata puesta, porque sus pacientes ganaban más que él. Tiene un sueldo de poco más de 30 dólares.
»Camagüey es un gran mercado. Las personas se ponen a vender sus productos en los salones de las casas, es un tiempo de supervivencia, escasea el papel higiénico, los huevos, el aceite… La gente adquiere productos en las tiendas del Estado, en las que se compra en divisas, y luego los revenden… la devaluación de la moneda provocó que, artificialmente, aumentara el poder adquisitivo, pero el mercado retornó a su nivel y los precios subieron.
»Este último éxodo se ha llevado a la clase media de los ‘cuentapropistas’, que son los que podían pagar la travesía. Se han quedado los más poderosos y los más pobres.
-Y, en su parroquia, ¿en qué situación se encuentran los fieles?
-Trabajo en una zona periférica de Camagüey, entre comunidades rurales. La gente vive en condiciones de mucha pobreza. Muchas personas son golpeadas por el robo que se da en el campo… me decía una señora que le habían robado diez reses, entre mayo y diciembre del año pasado, más de una res por mes… Intentamos ayudar en lo que se pueda, un poquito de aceite o jabón son cosas que alegran la vida.
-¿De qué vive un sacerdote cubano?
-El Estado no da nada, los fieles dan un poco y, realmente, nos mantenemos gracias a las iglesias hermanas del mundo que nos ayudan. En Cuba hay que tener mucha ‘fe’: ‘familia en el extranjero’… y nosotros los católicos tenemos un ‘familión’ allá fuera…