Por Luis de la Paz.
En junio de 1998 le hice esta entrevista al poeta Ángel Cuadra para Diario Las Américas.
En Ángel Cuadra se resume una azarosa vida que por desgarradora y cruel, duele profundo. Baste decir que este poeta cubano padeció por quince años el devastador rigor de la prisión política castrista, para que podamos al menos intuir, muy superficialmente, lo que puede representar para un hombre, el sufrimiento y la angustia, de ver pasar el tiempo, y rápidamente la vida, tras las más sórdidas prisiones que ha conocido este continente. A pesar de todas las desventuras que le ha tocado enfrentar, Cuadra ha demostrado ser un hombre que no cede espacio al tiempo.
En la actualidad se desempeña como profesor de español en Miami, ejerce el periodismo para este Diario y encabeza el Ex-Club, organización que agrupa a los ex prisioneros políticos cubanos. Además, forma parte de la junta directiva de la Feria del Libro de Miami y recientemente ha sido nombrado presidente del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio.
Su labor creativa le ha valido varios premios literarios en Cuba, España y Estados Unidos. Su obra, parte de la cual escribió en prisión incluye, Peldaño, Impromptus, Fantasía para el viernes, Esa tristeza que nos inunda y Réquiem violento por Jan Palach, entre otros títulos.
La experiencia de estar encerrado en una prisión resulta una realidad asoladora. Aunque no deseo despertar recuerdos perturbadores, es ineludible preguntarle qué representa para un hombre, especialmente si es un poeta, pasar quince años en la cárcel.
La prisión, más que una realidad asoladora, comienza por ser una irrealidad. Es como un submundo insospechado en que uno se ve tirado de súbito, y que la conciencia se niega a aceptar como real, sino como una pesadilla de la que se ha de despertar. El preso, entonces, se encuentra en un desajuste vital entre lo presente objetivo absurdo, de lo que no se siente parte, y la noción del mundo normal recientemente perdido que, espiritual o inconscientemente, sigue habitando. Hasta que llega un momento de aceptación de la circunstancia a nivel de conciencia, y uno se incorpora a ese otro mundo asumiéndolo como su realidad. El preso político se reafirma en su convicción ideológica que lo llevó a esta situación. Y comienza entonces, con esa razón, una especie de crecimiento espiritual, en el que uno se descubre a sí mismo en el acoplamiento de su vida pasada y la presente. Empieza a rectificar errores y a definir conceptos, a mirarse hacia dentro en diálogo con uno mismo. Descubre el valor de las pequeñas cosas y empieza a restarle importancia a esas cosas materiales por las que los seres humanos se afanan demasiado. Se ponen de manifiesto los verdaderos valores, que son las virtudes que están en la persona en sí. Se ven de cerca la pequeñez y la grandeza de las gentes. Y se refuerza el sentido de solidaridad con sus semejantes. Lograr eso, es «crecer», como digo antes. Y de ello depende volver en triunfo a la vida o salir de la cárcel resentido y traumatizado. La poesía ayuda mucho al que la lleva consigo, porque le permite canalizar el dolor en la dirección de la belleza.
Tras mucho esfuerzo se logró que el Pen Club Internacional concediera una filial para los escritores cubanos exiliados. ¿Qué representa para los autores cubanos en el destierro este reconocimiento?
Una filial del Pen Club para escritores cubanos exiliados, que se nos concedió por el voto unánime de más de 90 representaciones internacionales en la Asamblea General de Edimburgo, tiene un significado extraordinario para los escritores cubanos en el destierro. Tal concesión no han podido obtenerla los escritores que, dentro de Cuba, constituyen la cultura oficial al amparo y servicio del gobierno. El Pen Club defiende y propicia la libertad de expresión y creación, como presupuestos de la genuina cultura. El conceder ese mérito y ese derecho a los escritores cubanos del exilio, significa que el mundo intelectual libre considera que en la obra de esos escritores está mejor representada la más genuina nación cultural cubana.
Se sabe que el Pen que usted preside ha dado pasos para reclamar la libertad de escritores en prisión. ¿Cuáles han sido esos pasos?
Nuestro compromiso, ante la asamblea en Edimburgo, fue el de luchar y abogar por la libertad de expresión y creación en Cuba. De inicio, apoyamos la gestión que llevaba a cabo el Comité de Escritores en Prisión, con su sede en Londres, por el respaldo del poeta Reinaldo Soto, entonces preso en Cuba, después suministramos datos a ese Comité para su gestión sobre otros cuatro escritores cuando esta institución hizo una moción de condena al gobierno cubano, por su acoso y represión continuada contra los periodistas independientes en Cuba. Y, finalmente, nos dirigimos al Vaticano, en el mismo sentido, antes de la visita del Papa a Cuba, para que el Sumo Pontífice incluyera el asunto en su agenda para dicha visita.
En el realmente poco tiempo que lleva instituido el Pen Club de Miami, se han llevado a cabo varios eventos culturales. ¿Nos puede hablar de ellos y de los planes futuros?
Estamos en los pasos iniciales. La primera actividad cultural fue la invitación a un destacado intelectual uruguayo, Alberto Britos Serrat, que nos dio una conferencia muy interesante sobre la literatura negra en su país. Después vino un homenaje de rememoración a Jorge Mañach, quien fue fundador del Pen Club en Cuba por los años 40. Y más reciente fue una actividad con la presencia de los escritores cubanos venidos por el Mariel y el significado que tuvo esa emigración. Tuvimos, además el acto de presentación e intercambio con dos novelistas cubanos recientemente premiados en Europa, Matías Montes Huidobro (Premio Café Gijón) y Daína Chaviano (Premio Azorín), que tuvo lugar en la Librería Universal. Otros proyectos futuros serán de intercambio con escritores de otras comunidades en la Florida.
Cuando llegue el momento de regresar a Cuba, qué es lo primero que le gustaría hacer al llegar a La Habana.
Después de recorrer los lugares conocidos, amados y añorados por la nostalgia, se impone ir al encuentro con la juventud y, en ella, con los escritores cubanos nuevos, muchos de ellos, marginados de la cultura oficial, que enfrentarán la tarea de trazar los rumbos de la cultura cubana del futuro.
junio de 1998
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