Por P. Alberto Reyes Pías.
Evangelio: Mateo 22, 1-14
En la historia de la relación de Dios con el ser humano, Dios estableció una alianza con el pueblo de Israel, y surgió el primer pueblo de Dios, al que sólo se podía pertenecer si se era hebreo o se optaba por serlo.
Con Cristo, Dios hace una nueva y definitiva alianza con la humanidad, y surge el nuevo pueblo de Dios: la Iglesia, a la cual están invitados todos los pueblos, porque el modo de pertenecer es la fe en Cristo y el bautismo en su nombre. La Iglesia es la gran sala de bodas a la que todos están invitados.
Todos sí, todo no, porque la Iglesia es una comunidad de discípulos, un pueblo llamado a vivir desde el Evangelio de Jesús. La Iglesia no es un club social, ni una caritativa institución benéfica, ni un organismo de compensación ante las deficiencias de los gobiernos. La Iglesia es una familia que se construye en torno al proyecto del Reino de Dios.
Así pues, en la Iglesia cabemos todos, pero en la Iglesia no cabe todo. El “traje de fiesta” es la disponibilidad para asumir el proyecto del Reino, es la intención de construir la vida en el nombre del Señor.
Por eso, en la Iglesia existen el sí y el no: el alcohólico sí, el alcoholismo no; el ladrón sí, el robo no; el infiel y maltratador sí, la infidelidad y el maltrato no; los partidarios de la ideología de género sí, la ideología de género no…
Una cosa es la bondad que acoge, comprende y acompaña. Otra cosa muy distinta es el “buenismo”, esa actitud que se queda en la parte bonita de la bienvenida, pero que no se atreve a exigir, no cuestiona el mal, no es capaz de decirle al otro: “tú necesitas cambiar”.
Y esto es particularmente necesario en un momento social donde el mundo se ha rendido a la esclavitud de lo que “siente” que es la verdad, un mundo hipersensible respecto a la subjetividad personal y pronto a calificar como discurso de odio todo aquello que se atreva a cuestionar su sacrosanta opinión.
Ciertamente, el primer paso de cada uno de nosotros, como Iglesia que somos, es preguntarnos qué necesita ser “no” en nuestras vidas, para que el “sí” a la propuesta del Evangelio pueda marcar cada vez más nuestra identidad.
Para entonces, desde esa búsqueda personal de la coherencia evangélica, seguir abriendo las puertas de la Iglesia a todos, pero perdiendo el miedo a no “complacer” a este mundo; teniendo el coraje de decir que solamente Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida; que es el mundo el que necesita redescubrir y asumir el Evangelio y no el Evangelio el que tiene que “adaptarse” a los nuevos tiempos, tiempos estos de tanta alergia a la verdad.
Audio en la voz del Padre Alberto Reyes Pías:
Padre Alberto Reyes Pías nació en Florida, Camagüey. Estudió Psicología Pura en España, antes de entrar al Seminario estudió 3 años de Medicina (en Cuba), lo dejó para entrar en el Seminario. Párroco en Esmeralda, Camagüey.