Por Zoé Valdés/El Debate.
Hubo una época en que la ciencia y el espíritu conducían a un mayor entendimiento de la existencia, a un anhelo de búsqueda mayor en el misterio de la vida. El cuerpo envolvía al espíritu, y el alma situaba en una dimensión inenarrable al cuerpo: se llama todavía vida. Existía un respeto, una sublimación exploradora y anímica, mística, de la carne y la fe. Resulta curioso que, mediante el materialismo dialéctico y sus consecuencias, se haya devastado esa idea tan elemental, y no por elemental menos hermosa, de lo tangible del cuerpo relacionado con lo impalpable del alma.
He estudiado muy de cerca la premisa del aborto, que se da como deducido y como un derecho, desde aquellos embates de la abogada Gisèle Halimi en Francia hasta hoy, con mi experiencia en la Cuba de Castro donde abortar es como ir a beberse un vaso de agua. Mi estudio arroja que los abortos promovidos como derechos y leyes ocultan otra forma de prepotencia y poder sobre el cuerpo y la esencia o psique de las mujeres. Una mujer nunca es más dueña de su cuerpo y de su espíritu que cuando lleva una vida dentro. En el momento del aborto, la mujer embiste contra su propio cuerpo, ningunea su alma, la devasta, y sacrifica a la criatura que en su vientre ya es una fuerza vigorosa. No me voy a detener en las sandeces de que si un feto no es una vida, porque no respondo a incapacidades provocadas por una ideología que va de puntera de la idiotez más absoluta.
Conocí personalmente a la abogada Gisèle Halimi cuando llegué a Francia, era entonces una mujer madura, amiga de la Cuba castrista (se rumoraba que contaba numerosos amantes comencandelas del castrismo…
Zoé Valdés. Escritora y artista cubana e hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vermeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.