Política

Terrorismo contra Terror

Imagen Kerttun

 

Por Roberto Pedreiturria.

 

(Lo siguiente, a pesar de ser un artículo en toda regla, también es una respuesta ampliada para el «guajiro»).

El artículo ‘La inutilidad de las huelgas de hambre en Cuba’ tuvo la habilidad propia de evolucionar al tema del «terrorismo». Este hecho no me sorprendió, pues realmente contiene una sugerencia muy descarada, que induce al lector inteligente a pensar en ello.

Seguramente es razonable inferir que muchos de nosotros vemos agentes de la Seguridad del Estado Cubana por todas partes. Se trata de una paranoia adquirida con el tiempo y las experiencias que nos han tocado vivir, tantas, que, si las juntáramos, darían para varios libros. Sobre eso, cualquier cubano puede tener más de una historia guardada en el baúl de sus recuerdos; son las secuelas de todo aquel que haya experimentado ese terror institucional cubano.

Solo para el Guajiro | Para mí, los prejuicios son como estadísticas imperfectas que vamos configurando con la información que extraemos de nuestro entorno. Por supuesto, esa estadística puede fallar porque nuestro entorno no tiene por qué constituir una muestra de datos homogénea ni ser representativo de toda una sociedad. Lo que suponemos siempre es complicado, inseguro, inexacto, y por tanto prejuicioso, y esta última característica suele funcionar como una alerta que nos aproxima peligrosamente a la verdad. Debes entender, que, si mis suposiciones son erradas, al final estarás obligado a perdonarme, y si no a odiarme, pero, en cualquier caso, yo prefiero conservar mi derecho a refugiarme en mis prejuicios.

¡Terrorismo! Yo viví en Madrid durante mucho tiempo, en una época en que la organización terrorista ETA asesinaba y mantenía en jaque a la sociedad española. Una vez tuve que ir corriendo, literalmente, a recoger a mi hija y me di de narices contra un gran cordón policial que me impedía llegar a mi objetivo. Unos terroristas habían dejado un coche bomba cerca de donde se encontraba mi niña. Yo sé de primera mano lo terrible y dañino que puede llegar a ser el terrorismo, pero ¿qué es Cuba si no un Estado donde la gente sobrevive inmersa en un terror pernicioso y perenne? ¿Qué recurso le queda a un ciudadano que no posee las herramientas democráticas para reclamar un derecho cualquiera? No era el caso de España, donde la historia me ha demostrado, muy a mi pesar, que un partido con raíces ancladas en una organización terrorista como ETA, puede llegar a tener su propia representación en el Parlamento de la Nación. En España, ETA nunca contó con una justificación moral que autentificara su derecho a existir, e indiscutiblemente esa carencia fue marcando el fin de su existencia malévola.

El tema de “Los Estados del Terror” da para mucho. Ahí podríamos hablar de los Jemeres Rojos del Pol Pot e Ienng Sary, el que es para mí uno de los máximos exponentes del terror que se puede ejercer desde un Estado contra sus ciudadanos. Sin embargo, no podemos olvidarnos del chino Mao Tse Tung, de Vladimir Ilich Uliánovsk (Lenin) y de su buen discípulo Joseph Stalin. Después seguiríamos con esa larga lista de dictadores modernos, de la que siempre me apetece citar a la dinastía Kim, de Corea del Norte, pasando por la pesadilla del brujero haitiano François Duvalier, sin olvidarnos del más famoso de todos los villanos, el malditamente legendario Adolfo Hitler. Nosotros, los cubanos, también contamos con nuestra propia cosecha, la que sin duda se asienta en la familia Castro.

Cuando pienso en la ETA española, no me caben dudas de que en Cuba ocurre exactamente el proceso inverso. Allí, los hechos siempre demuestran que un enfrentamiento frontal y al descubierto contra el Estado es atenazado y extinguido con esa voraz herramienta a la que llamamos terror. A veces este es un terror sólido y campal, otras, solapado y sombrío, pero siempre es despiadado. El cubano vive en un terror eterno y sin pausas, al que para más desgracia se ha ido acostumbrando.

Casualmente, el pasado día de las madres, sucedió algo que confirma esta idea. Un buen amigo le envió a su madre, la cual vive en Cuba, un texto extraído de una declaración de la Unión Europea en el que se condenaba al Comunismo y lo igualaba al Nazismo. Las consecuencias emocionales le han traído, a él y a su familia, un disgusto que se amasa en un enjambre de reproches y críticas, por aquello de: «¿cómo se te ocurrió hacer que yo leyese algo tan peligroso?»

Contra el terror, nunca existió ni existirá otra contramedida más eficiente que no sea una dosis superior de lo mismo. Cuando has leído un poco de historia te das cuenta de cuan cierta es esa afirmación anterior, pero esto es un artículo y no un ensayo, así que hay que resumir. En el artículo que nos precede, me dediqué a borrar cinco párrafos que mencionaban a David Hume, y su obra sobre «el suicidio y otros ensayos». Cuando uno se pone a escribir sobre estas cuestiones, puede terminar divagando en otros universos paralelos mientras se aleja del tema central. – Borrar duele, pero es necesario -. Lo mismo me pasará aquí y es por ello que me gusta alentar al lector a que indague por su cuenta y a que sea generoso, regalándonos algo de lo que haya aprendido.

¡El terror como antídoto del terror! Gandhi en Cuba hubiera desaparecido tras unas rejas y nunca hubiera logrado convertirse en un personaje de alcance internacional. Hay que entender que la prensa nacional cubana, posterior a 1959, no es ni la sombra enrarecida de la prensa inglesa de entre 1915 y 1930, la cual fue la verdadera protagonista de aquella revolución por la independencia de la India. Gandhi, tal vez hubiera terminado pensando en terrorismo, como ya muchas otras fracciones independentistas indias habían asumido, porque, cuando vives dentro de un régimen de terror y te reúsas a utilizar la violencia, solo te queda aceptarlo y convivir con él. Llega un momento en que esa convivencia se hace imposible y entonces queda un solo camino y, para surcarlo, la clandestinidad se nos antoja imprescindible. Lo otro, bueno, es aceptar mansamente el terror, el que normalmente tiende a aumentar de nivel, sabiendo que la historia nos ha dejado muchísimas pruebas de que este puede llegar a incrementarse hasta el exterminio.

Hay veces en que puedes resistir y otras en la que te ves obligado a reaccionar, algo así como un: «esto no da para más». Como yo lo visualizo, el «esto no da para más» ya lleva mucha marcha entre nuestra gente que sobrevive en Cuba y, tarde o temprano, tendrán que evolucionar hacia alguna forma de terror. Cualquier sobreviviente del gueto de Varsovia podría ofrecernos ese mismo consejo, solo que hoy es muy poco probable que alguno de ellos continúe entre nosotros; reaccionaron demasiado tarde.

Es una situación pragmática y terrible, y esto es una aseveración que entra en resonancia con lo que precisamente significa una acción terrorista. ¿Qué puedes hacer frente al verdugo que cada mañana te tortura, metódicamente, y te advierte que tienes que aceptar los hechos tal y como son porque, de lo contrario, te irá a peor? ¿Cuál es tu límite? ¿Hacer una huelga de hambre para ablandar su corazón? ¿Qué corazón?

De modo que, «la inutilidad de las huelgas de hambre en Cuba», sí que nos hacen pensar en la opción del terrorismo. Si esta no es una opción que se pueda validar sin sentir algún tipo de remordimiento, aun así, sigue siendo una opción mucho más eficaz que la de languidecer esperando a que suceda el milagro de la compasión de los tiranos. Y claro, solo los que esperan en la cola de la muerte pueden tomar decisiones tan drásticas, pero cualquiera que tomen, contarán con el apoyo de sus compatriotas que una vez escaparon de ese terror, porque les comprendemos, porque ya estuvimos en su piel.

Otra cosa que habría que recalcar aquí, sobre todo ante esas inusitadas pretensiones censuradoras, es que los que estamos acá, no podemos complacer a aquellos que piensan que no tenemos derecho opinar porque «ya no estamos allí».

Mi percepción de «ZoePost» es que pretende ser un periódico libre, donde la otra intelectualidad cubana, la que ha sido castigada y perseguida por la izquierda intolerante, disfrute de un abrevadero en el que pueda saciarse de la libertad de expresar sus opiniones, sobre aquellos temas que les preocupan. Si ese argumento no resultara suficiente, todavía es posible pensar en esa condición legal que nos obliga a comportarnos como una especie animal extraña, a la que yo apodo: «los cubanos sempiternos». Y si no me creen, pregúntenles a las autoridades de emigración de ese Estado del terror, si ¿un nacido en Cuba puede viajar allí sin portar el pasaporte que ellos expiden. Ni siquiera nos concedieron el derecho de poder renunciar a ese mismo derecho, ahora, a aguantarse.

 

Roberto Pedreiturria es Bioquímico cubano, doctor en Ciencias y Filosofía. Escritor. Residente en Alemania. Autor de Parlamento 350.

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3 Comments

  1. Andres R Rodriguez

    Sociedad es acuerdo entre partes diversas, que se van adaptando a las nuevas circunstancias. Para llegar a UN acuerdo tienen que haber previos acuerdos de las partes concurrentes. Antes del terror, hay que enmendar el error de los cubanos, que cada uno que resalta un poquito (aunque sea vendiendo jugo de cana) se cree un lider y se pone una guayaberita. Demasiada atomizacion entre los emigrados. Ese es el punto.

    • Roberto Pedreiturria

      Ese concepto de Sociedad se quiebra desde el inicio, cuando se habla de «acuerdos entre las partes». ¿Qué partes han de acordar algo, cuando lo único que existe es una imposición de reglas? Y en toda regla, Reglas Forzadas, porque supongo que usted no piense que se trata de un auténtico “contrato social“. Y esto de la imposición de reglas, sí que pudiera insinuar la existencia de una sociedad determinada, porque en ese sentido si estamos hablando de una corporación humana, como cualquier otra, aun en el caso de las tiranías. ¿Y qué son los emigrados? ¿Los ubica en alguna de esas partes?  Esos solo aportan pensamientos, un abanico de ideas a ser estudiadas, asumidas o rechazadas, pero no mucho más. Las decisiones y las acciones decisivas solo pueden ser ejecutadas in situ, pues no existe otra posibilidad cuando se trata de cambiar ese contrato social, o estafa social. Con el respeto que usted hasta ahora me inspira, permítame confesarle que sí, que sabía que esto devendría en una acusación sobre los extremos, pero usted debería aceptar entonces que nos han llevado al vórtice revuelto y violento de ese extremo, y que un poco más allá nos está esperando un precipicio. Al final nunca habrá extremos dentro de una tormenta, solo violencia, ráfagas, fuerza, y cuado todo eso pase, la ansiada calma.  También podría aceptar que puedo estar equivocado, sobre todo por mis limitaciones en cuanto el entendimiento pleno de contexto y sus particularidades, y que una tesis tan arriesgada puede ser no entendida, malinterpretada. Sin embargo, como científico sé también que es la experimentación la que nos presenta un resultado. ¿Qué resultado? Tampoco lo sé, pero si sé que la política de la inamovilidad jamás ha generado cambios en una sociedad, y mucho menos ha introducido nuevos “acuerdos entre esas partes”. Rotundamente, nunca.  

  2. Adalberto

    Candela, esto es candela. Yo aporto mi parte, porque yo también pienso en eso. Esto puede ser leído, lo mismo por personas con un gran poder de análisis y también por el bobalicón simplista miamense de ultima hora. Terrorismo no solo es una pistola en la nuca o una mochila dinamitada. Hay muchos métodos que no conllevan a la muerte y que sin embargo también infringen al más cruel de los enemigos un miedo terrorífico. Poniendo un ejemplo que puede ser considerado muy práctico, piense en como a los disidentes les pintan las casas, los señalan, los denigran, los difaman. Pues ese método puede reutilizarse en la dirección contraria. La única diferencia es que la nueva variante obligatoriamente sería ejecutada desde una clandestinidad que tiene que pensarse bien. Ya leí su otro texto y entendí de que va la cosa. Debería haber un enlace al otro, por suerte las paredes no hablan. No daré más ideas aquí. Hay que entender que nuestra cultura terrorista comenzó su declive en enero de 1959, representada por aquellos nuevos héroes, cocinados en la cantera de la organización terrorista M26, que a su vez se nutrió de otras organizaciones que también eran terroristas y la mas importante era el movimiento 13 de marzo. Los héroes de la Sierra, los mismos que antes quemaban estaciones de policía, cortaban suministros eléctricos, asaltaban joyerías y bancos, que realizaban ejecuciones personalizadas, y que detonaban bombas en cines, restaurantes y otros lugares públicos, resulta que los nenes se escandalizaban por la quema de la gran tienda El Encanto, “no hagas lo que yo hago”. De eso nadie se acuerda, pero fue así. Hay que darles de la misma medicina con la que nos metieron la Revolución de los Castros porque si funcionoo para ellos tiene que servir también para nosotros.

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