Política

¿Triunfa la democracia en U.S.A.?

Por Carlos M. Estefanía.

Dicen los editores de Cuba encuentro, ellos siempre tan demócratas y pandémicos, que, en Estados Unidos, con un Joe Biden casi poniendo fin a la campaña del presidente Donald Trump, ha ganado la Democracia. Para convencernos repiten punto por punto lo que nos cuentan las ”agencias”, cuidándose mucho de no revisar cualquier fuente alternativa, por ejemplo, las redes sociales, cada vez más censuradas, como reducto a los activistas de la libertad de opinión e información. La cosa es no contradecir la narrativa única impuesta por quienes el propio Trump llama los globalistas. Tal parece que fueran ellos los que pagaran a quienes editan esta revista tan “cubana”.

Dicen con alegría los cubaencuentranos que Joe Biden ganó la votación del Colegio Electoral que determina formalmente la presidencia de Estados Unidos, que su rival ya no podrá revertir su ”derrota”, que California entregó sus 55 votos electorales a Biden poniendo oficialmente al exvicepresidente de Obama por encima de los 270 votos necesarios para asegurar la Casa Blanca, que Estados importantes como Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin dieron por ganador al candidato demócrata, y cantando victoria que éste, ineluctablemente, asumirá el cargo de presidente el 20 de enero junto a su manejadora Kamala Harris.

Supongamos que todo eso sea verdad, sin desconocer el modo en que “Desencuentro” ignora sistemáticamente todo lo que favorezca al actual presidente norteamericano, al que ataca despiadadamente, en un ejercicio de parcialidad que solo se parangona con las arremetidas de su columnista contra los que se nieguen usar el bozal impuesto a la ciudadanía norteamericana, por las autoridades pandeministas, las misma que en materia de sanidad parece mandar por encima del presidente. Y para no ser como ellos, aceptemos que también son ciertas las evidencias de fraudes (infundados según Encuentro) que los Trumpistas han denunciado. Hagámoslo, aunque sea por aquello de que cuando el río suena agua lleva como dirían nuestros primos ibéricos. Entonces lo que habrá quedado en claro no es el triunfo de la Democracia en USA, sino que esta, ha recibido su tiro de gracia.

Lo que se ha puesto en evidencia con tanto revuelo es precisamente lo muerta que está, la soberanía popular en Estados Unidos. Si para algo han servido las pataletas de Trump, gústenos o no su política, es para sacar el cadáver de la democracia norteamericana a la calle, como hacían los medios con los presuntos muertos por el coronavirus en Ecuador haciendo su aporte al terrorismo sanitario universal.

Lo que ha quedado claro, gobierne quien gobierne a los norteamericanos a partir de enero de 2021, es la   existencia de un aparato, por demás nada raro en el mundo occidental,  en el que se  engranan sectores importantes del Estado, de los medios de comunicación, de las industrias culturales, las academias y escuelas, los partidos, tanto de izquierda como de derecha,  de las organizaciones no gubernamentales, etc., para determinar con independencia de la voluntad de los electores, quien será el que dará la cara ante el pueblo por las trastadas que hace el Estado en su nombre, al final es lo mismo que pasa, solo que de manera más descarada, en esa caricatura del modelo de la Democracia representativa, que llamamos Comunismo. Y es que en uno u otro lado nos intentan hacer creer con eso que llaman Presidente, lo mismo si apellida Biden que Díaz Canel, que el pueblo es el dueño de su destino, cuando es en realidad el Ogro filantrópico, como le llamaría Octavio Paz, quien lo decide todo al final. La diferencia está en que con el comunismo la gente se da cuenta desde el principio, mientras que bajo el modelo liberal lleva tiempo descubrirlo.

La pregunta será entonces: ¿y como ganó Trump? Por un fallo del sistema, que nada es perfecto, pero ya se le está poniendo remedio, con una suerte de antivirus que de hecho es un virus virtual, por más reales que no parezcan sus muertos.

Alguien pedirá nombres concretos  de los que manejan el cotarro aquí y allá, y muchos le responderán,  sobre todo  aquellos estigmatizados por los medios con el cartelito de conspiranóicos  -a lo mejor construidos por esos mismos medios para confundirnos-, con una lista interminable de candidatos, que va desde fantásticos, reptilianos, deidades sumerias y arcadias extraídas de los textos con los Anunna, o la secta de los Iluminatis, populares hasta en las guarderías,  hasta personajes  muchos más carnales como George Soros o Bill Gates. La lista se extiende a  corporaciones y grupos encontrados como pueden ser las logias masónicas y su antítesis (al menos hasta el siglo XVIII), la orden de los Jesuitas,  las organizaciones criptomarxistas o marxistas declaradas y grandes poderes financieros como los que representarían  la familia Rothschild o la Fundación Rockefeller,  el antiguo KGB y sus herederos actuales, en el mismo saco que sus contrincantes cinematográficas de toda la vida como el MI5 y otras creaciones del imperio británicos al estilo de Cía. o el sionismo internacional, con su temible Mossad. De quien nadie hablaría a pesar de tener en sus manos la vida o la muerte de millones de millones de seres humanos es de la Organización Mundial de la Salud, que es la que parece estar mangoneando al mundo desde que se declaró el impero universal del Coronavirus, metámosla también en el saco.

Por mi parte considero irrelevante cualquiera de los actores antes mencionados a la hora de tomar conciencia sobre el fenómeno. No hace falta conocer el nombre del titiritero para saber que es éste el que mueve, piensa y habla por el muñeco que vemos en lo que a todas luces es un retablo, el del sistema político del Estado. Que, en definitiva, no son los electores, sino los dueños anónimos e inamovibles de las instituciones, las mismas que custodian las urnas, las que, ponen y quita presidentes, como en el medioevo hacían con sus reyes los aristócratas y todavía las curias con los Papas que dirán lo que está bien y lo que está mal a millones de católicos que en su vida le votaron.

Lo que ha pasado ahora, lo que hay de nuevo, es que casi por casualidad no fue un político, educando en la obediencia hacia los que en verdad mandan, sino un hombre de afuera del sistema, rico de nacimiento malcriado, el que se ha visto envuelto en el juego, negándose a aceptar sus reglas como jamás aceptaría las trampas de socios y empleados. El problema es que el Estado no es el mundo empresarial, y no todo lo que Trump haya aprendido en los negocios puede servirle acá, más cuando se tiene parte del enemigo en casa, es decir en la propia Casa Blanca.

Podemos estar a favor o contra de Trump, pero un mínimo de respeto por la verdad nos debería llevar a comprender lo que ha pasado en realidad, que al Estado norteamericano se le ha caído la máscara democrática, esa que cubría el feo rostro de su arbitrariedad, una arbitrariedad que se encubría con unas urnas que solo Dios sabe cuando dejaron de funcionar, si es que funcionaron algún día.

En cuanto a quienes hoy se regocijan hablando de la victoria democrática, demos tiempos al tiempo. Esperemos a que sus ídolos, defensores del la ciencia y el saber se aferren al poder, que los demócrata-bidenos, con las manos sueltas, manden a morir a miles de jóvenes norteamericanos en guerras innecesarias, allende el mar, mientras que en el plano doméstico se acelere la agenda maltusiana, tolerando a los criminales y distribuidores de drogas, echando enfermos mentales a la calle por el cierre de manicomios, mientras se multiplican los abortorios, fomentando las ejecuciones encubiertas dentro de los hospitales por la vía de respiradores, o cualquier otra técnica “sanitaria”, inyectado gente deprimida y viejos desesperanzados bajo la ley de eutanasia.

Deja que se aumente las mutilaciones infantiles, físicas o mentales, sin contar con la familia, bajo las leyes autoritarias de género, y la falsedad del “cambio de sexo”, males que tanto promueven los demócratas y que tan poca resistencia reciben de los republicanos. Entonces veremos si de verdad ganó la democracia o son no sería el triunfo definitivo el totalitarismo del siglo XXI, ese que con toda su carga de intromisión del poder en la alcoba y el distanciamiento social a base se porras se convierte peor que se habrá sufrido la humanidad en toda su historia.

*La democracia triunfa en EE. UU., Cubaencuentro, 15/12/2020.

Foto Cortesía autor CME.

Carlos Manuel Estefanía. Nacido en La Habana en 1962, realizó estudios de Filosofía en las Universidades de La Habana y Moscú, licenciándose en 1987 en la especialidad de Materialismo Histórico. Posteriormente realizó estudios de postgrado en materias tales como, economía, relaciones internacionales, periodismo, lingüística, teoría de la comunicación y semiótica. Así mismo recibió cursos por encuentro en la Facultad de Derecho en la Universidad de La Habana, en materias tales como: Historia del Estado y el Derecho, Teoría del Estado, Derecho de Familia, entre otras. En mayo de 2009 recibió el título de Magister en Pedagogía del Español y de las Ciencias Políticas por la Universidad de Estocolmo.

Radica en Suecia desde 1993, donde es fundador e integrante de la directiva de la Sociedad Académica Euro cubana, así mismo, es presidente de la Asociación de Graduados Extranjeros en Suecia. Es además miembro de la Asociación de Corresponsales Extranjeros en Suecia (PROFOCA) y del Colegio Nacional de Periodistas de la República de Cuba en el Exilio.

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