Los integrantes de la revolución marxista en la Argentina no eran simples campesinos, ni desheredados, eran miembros de la oligarquía a la que despreciaban. Las historias cruzadas entre las familias de clase alta y la violencia setentista.
Unos pocos meses más tarde del golpe militar contra Arturo Umberto Illia en junio de 1966, un reducido grupo de ex funcionarios radicales se juntaron a comer en la casa de José Luis Cantilo. El dueño de casa era un hombre de larga prosapia radical y durante el gobierno de José María Guido había ocupado la cartera de Defensa y con Illia fue presidente del Banco Industrial. Uno de los presentes fue Leopoldo Suárez, ex Ministro de Defensa de Illia, quien con la lucidez que lo distinguía hizo un análisis del Partido Peronista, desde 1955 hasta ese momento (1967). En un momento llamó la atención de los comensales al sostener que se debía dar un cauce, una participación en el panorama político, al peronismo para que no se deslice hacia la izquierda. Y sostuvo, además, que “si a la juventud no se le da un camino de expresión vamos a entrar en un clima de violencia, en el que va a pesar la influencia de la revolución cubana.” Sabía de qué hablaba don Leopoldo.
Veintidós años después, Alejandro Agustín Lanusse, uno de los generales que participaron del golpe, diría que “el error más grave lo cometí en 1966 (con el grado de General de Brigada) al contribuir a que las Fuerzas Armadas asumieran la responsabilidad de un golpe de Estado que consumó la destitución del Presidente de la República -Arturo Illia- (…) con más de un año de antelación ese golpe de Estado había sido promovido, alentado y hasta programado abiertamente por los más diversos sectores de la ciudadanía. La pasividad o no adopción de oportunas y eficaces medidas por parte de las autoridades competentes, en particular el Poder Ejecutivo, me llevan a dudar aún hoy de su real decisión de cumplir con su obligación de ‘hacer observar fielmente la Constitución Nacional’. Pero esto no explica ni mucho menos justifica mi proceder.” Lanusse fue el último presidente de facto de ese período militar (1966-1973). Cuando entregó el poder al peronista Héctor J. Cámpora el país estaba en llamas.
y Cuba, como siempre con la mano detras de todo descontrol anti Instituciunal y violento.