Por Gloria Chávez Vásquez.
Parecen muchos años. Casi un siglo. Pero en realidad, tan solo es un suspiro, que se convierte en llanto universal al final de toda una vida.
Como decir adiós y no hasta luego. Hasta pronto. Nos vemos en ese mundo que apenas presentimos. Que imaginamos, gracias a la fe que nos comunicaste, desde el momento que nos diste vida, a mi y a mis hermanos.
Fuiste y seguirás siendo una madre excepcional. Nuestra roca emocional y espiritual, porque nos diste ejemplo de cómo ser humanos sin perder la dignidad. De como levantarte cada vez que caes y seguir adelante, como si nada. Quizás con unos cuantos golpes, o muchos, con rasguños o heridas, algunas graves, pero seguir viviendo con valentía. Seguir luchando, sin renegar de Dios. Mas bien pidiendo su ayuda, su misericordia. Y seguir amando a pesar de las deslealtades y la crítica ajena o la de nuestros seres queridos.
¡Qué ser humano formidable y que sabiduría! Sin títulos ni honores, más que los que concede el conocimiento del dolor que se sublima.
Contigo conocí el valor del silencio. El orgullo de ser mujer, y de apreciar el amor de madre. Heredaste lo mejor de nuestraestirpe: la belleza y la elegancia. La sonrisa en los ojos. La habilidad de escuchar a los demás y dar consejo con mesura. El talento para crear y colaborar con la naturaleza. Tan artística en las labores del hogar como en tus dibujos, tus tejidos y tu costura.
De ti heredamos la imaginación, el amor a la libertad, a la tierra y la necesidad de dejar constancia de una historia en la que fuimos testigos y protagonistas. Nos enseñaste a narrar con gracia y sentido del humor a pesar de las tragedias que, en ocasiones, envolvieron nuestra vida cotidiana, en el hogar y en nuestra patria.
Fuiste la semilla y la cosecha. Mujer admirable, arquetipo de majestad femenina. Por las calles de nuestra ciudad y luego del mundo, te vi caminar como una reina y la gente notarte,reconociendo en ti una luz divina.
Te vi llorar con aceptación cuando partieron tus seres queridos. Cuando se dispersaron tus hijos al encuentro del destino y te quedaste sola. Aun conectada a nosotros con ese perenne cordón espiritual que alimenta el amor en nuestras vidas.
Nos enseñaste a soñar, a disfrutar la música y el cine. A cultivar la amistad, las buenas historias. A reír hasta las lágrimas, al escuchar un buen chiste. Fuiste la mejor audiencia. Y a la hora de las emociones, podías partir en dos el alma.
Viviste una vida plena, madre mía. Con esa fortaleza generacional, tan tuya. Y dejaste honda huella en todo el que te conoció y disfrutó de tu calma y tu presencia.
Te veremos como siempre, en los sueños, que compartimos como un ritual primero y luego, como cartas espirituales para la eternidad. Nos comunicaremos con esa telepatía que dimos por sentada, gracia a ti, en la familia. Seguiremos con la sensación de que somos afortunados gracias a que provenimos de ti.
Eres y serás por siempre, nuestro tesoro bienamado con el que un Dios misericordioso nos permitió disfrutar de tu presencia, a pesar de las ausencias, en esta vida.
Tu mejor lección, de que no hay que ser perfectos para amareternamente.
Con todo nuestro amor, hasta nuestro reencuentro en la otra vida.
Que Dios te bendiga, madre de mi alma, madre eterna, madre querida.
A la memoria de Isnoelma Vásquez Hoyos (1928-2025)
De sus hijos Gloria, Miriam, Gilberto, Amparo, Isnoelma, Fernando, Vilma y Cristina. Especialmente de Carlos Alberto, su espíritu guía en el Paraíso.















