Por Ramón Pérez-Maura/El Debate.
La literatura de Forsyth ha sido un referente en mi vida. Desde luego no por sus virtudes estilísticas sino por sus tramas fascinantes, que te cautivaban y era imposible dejarlas. Me recuerdo con quince años en el dormitorio de mi colegio donde pernoctábamos unos treinta jóvenes. Después de apagarse la luz me metía debajo de las mantas y seguía leyendo a la luz de una linterna La alternativa del Diablo, su novela sobre la Guerra Fría. O cuando salió El Cuarto Protocolo en 1984 sobre una amenaza terrorista en Inglaterra, también durante la Guerra Fría recuerdo haberme quedado dos días leyendo sin ir a la facultad.
Forsyth llegó a la novela desde el periodismo donde fue enviado de guerra en Biafra. Esta profesión acabó dejándole sin un céntimo y tuvo la irracional idea de intentar hacer un poco de caja con un libro. En 35 días escribió su mítico Chacal, la novela sobre el intento de asesinato del presidente Charles de Gaulle perpetrado por un asesino a sueldo contratado por la OAS. El libro fue rechazado por cuatro editoriales. Sería publicado en 1971 y acabaría vendiendo millones de ejemplares y le consagraría como autor. El impacto del libro fue tal que el terrorista más famoso de Francia entonces, Ilich Ramírez Sánchez, pasó a ser conocido como «Carlos el Chacal». En la novela se explica que Chacal es la suma de las dos primeras sílabas de su nombre y apellido, Charles Calthrop.
Su experiencia en Biafra le sirvió para su libro Los Perros de la Guerra (1974) en el que narra cómo son contratados unos mercenarios para dar un golpe de Estado en un país africano. La obra es en buena medida una reivindicación del trabajo de los mercenarios. El país que inspira el golpe es Guinea Ecuatorial, pero nunca se menciona ese nombre en la trama. Forsyth sentía una gran atracción hacia España y lo español. No en vano había pasado en su adolescencia unos meses en Granada tomando clases para ser torero. La trama de Los Perros de la Guerra pasaba por España a donde los mercenarios acudían a comprar las armas para su golpe. Un general muy próximo a Franco les gestionaba la venta y aunque iban a embarcarlas en Valencia, finalmente lo hacen en Alicante por tener menos vigilancia. Lo que acabo de contar es lo que dice la edición inglesa. La española aparecida también en 1974 y todas las reediciones posteriores cambiaban España por Yugoslavia, Franco por Tito y Valencia y Alicante por Split y Dubrovnik. La censura se levantó en España, pero la editorial nunca se molestó en corregir la edición…
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