Política

ED. Entre Vichy y el espacio

Por Zoé Valdés/El Debate.

Europa ha envejecido de mala manera, se aferra a eventos del pasado solamente con la intención de usarlos a favor de una pesadumbre, de una amargura, sin una alegre inteligencia. Los europeos siguen creyendo que el fascismo es el límite y el comunismo debiera constituirse en el objetivo de futuro.

Europa no ha comprendido absolutamente nada y se hunde en las manos de los dirigentes formateados por ideologías, en las que ha caído y que la han esquilmado por un vulgar interés tecnócrata, al que sirven más que nada para su propio beneficio. No obstante, he conocido a europeos cuyas ideas son de gran calibre, profundas y brillantes, pero en el camino en alguna encrucijada se quedan como enquistadas en un pasado que, para colmo, rechazan por el mero hecho de significar una cierta vergüenza de un tiempo vencido por vivido. Así no se va a ninguna parte, como no sea al abismo.

Europa, Francia en particular, continúa temiendo, temblando frente al vergonzoso episodio de Vichy, la ocupación nazi, aquel nefasto Henry-Philippe Pétain, detestan ese pasaje y al mismo tiempo lo doman a su favor, en una suerte de fondo de comercio y de domesticación, como si un acontecimiento pudiera reconvertirse mediante una varita mágica en mascota obediente de la Edad Media.

Además, a veces presiento de que el tiempo no ha pasado por Europa, que los intervalos no han existido, que todo se detuvo en una época, en algún momento incierto, o más precisamente en aquel gobierno francés colaborador de los alemanes; filtran la coyuntura a través de un pasado que no se han atrevido a voltear para que desde la historia, improbable a veces, convierta la lección en elan vital, en bumerán que se necesite atrapar y controlar una vez que haya cortado un espacio pronosticado de aire, una oportunidad de respiración.

Francia no respira, se olvidó de aspirar aire fresco, he ahí el dilema más obvio, ignoran la intensidad y la vastedad de sus pulmones. Han renunciado además a su cultura, a sus autores, a sus artistas, a sus pintores, a sus sabios, a sus pensadores, para refugiarse en líderes en apariencia desgajados de Vichy acomplejados, arrepentidos.

No conozco América en profundidad, sin embargo, puedo testimoniar de una generación de norteamericanos que no se han derrumbado vencidos. No serán los más cultivados, no tendrán una fuerza espiritual abismal que les sustente la intuición, o el ansia de erudición, pero poseen un objetivo, una diana que es su ciencia: el futuro, siempre mejor, cada día más cercano por lejano. Porque en la lejanía radica el secreto de dominar la distancia. América recorta el recorrido en una enormidad de casos, simplifican el itinerario. Poseen esa historia de la que se sienten orgullosos, lo que no les priva de nada y no paran de apuntar al porvenir…

Pulse aquí para continuar leyendo en la fuente.

Compartir

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*