Por Carlos M. Estefanía.
El señor Burgos, antiguo colaborador de la revista Cuba Nuestra, me hizo llegar en estos días un interesante video. En él vemos a un señor hablando en inglés, rotulado en español, que explica de manera convincente, la diferencia entre aquello que técnicamente se considera una vacuna y las sustancias con las que nos están emponzoñando en nombre de nuestra salvación del coronavirus. En otras palabras, se nos explica el modo en que las industrias y gobiernos, nos están convirtiendo, a penas sin resistencia, en auténticos conejillos de indias.
El señor del video me convence por lo que dice, aunque no traiga con sigo el título de “experto”, es decir de miembro de la nueva secta de los “batiblancos”, que día a día nos siembran pánico desde las pantallas de las televisoras. No se nos está repitiendo el guion que todos debemos creer, para no pasar por enemigos del pueblo, perdón, de la ciencia. Una “ciencia” en la que, sin comprenderla ni encontrarle coherencia con las evidencias, todos debemos creer ciegamente, exactamente como los hombres de la edad media con las autoridades eclesiásticas. Nos hemos convertido en siervos de gleba que ya no necesitan de la iglesia para ser adoctrinados en las verdades reveladas, para eso tenemos, unos medios de comunicación masiva que desde hace décadas rompió su compromiso con el receptor abonado, incluso con el anunciante, pues reciben descaradamente dineros y encargos de los estados que a su vez parecen obedecer más a poderes mundiales que a sus votantes.
Sin embargo, machaque lo que machaque esa media poderosa, la verdad no tiene fácil amarre. La enfermedad del presidente argentino, paciente de COVID 19, tras haberse vacunado confirma lo que dice el venerable anciano en el video. Pese a ello ya se anuncia que a los norteamericanos solo se les dejará salir de su país cuando se hayan inoculado alguna variante de cuestionada sustancia “inmunizadora”.
Así mismo he visto un video donde se informa que los empresarios de la Florida, uno de los estados menor proclives a seguir los lineamientos pandemistas, sin duda presionados por el estado, podrán echar a los empleados que no vayan convenientemente pinchados.
La cosa se va universalizando y al otro lado del mundo, la prensa de doble lengua nos anuncia que en Israel la vacuna no será obligatoria, eso es lo que se vende, pero al que se rebele contra ella se le negará el acceso al llamado Pasaporte verde, sin el cual será imposible ingresar a ciertos locales públicos a gimnasios, hoteles y sinagogas. En otras palabras, que el que no se pinche, por muy hebreas que sean sus creencias se convertirá en una suerte de nuevo “palestino”, en los territorios ocupados por Israel. No es de extrañar el nivel de guerra social desatada entre los pacíficos judíos ortodoxos y policías sionistas que podemos ver en las redes, con unas imágenes que parecen tomadas en la Alemania nazi.
Como buen disidente universal he publicado el video que me llegó en mi canal de YouTube. Al otro día recibo la información de que ha sido retirado más la amenaza de castigo si vuelvo a infringir la regla de la incuestionabilidad de los sacrosantos expertos. De todos modos, vuelvo a las andadas, pero ahora en el canal de Vimeo. A ver cuánto me dura el experimento. Mientras tanto puede verlo pinchando este enlace.
Pasará el tiempo y seremos la vergüenza de nuestros descendientes. A ellos, mirando al pasado (nuestros locos años veinte) con absoluta perplejidad, les resultará imposible entender cómo sus antepasados pudieron tirar por la borda un pensamiento crítico que la humanidad había conocido dos mil años atrás. Entonces alguna maestra mostrará, como una rareza de época, el video de un hombre negro disfrazado de payaso que recorría las calles de Estocolmo, seguido de una manada de vikingos pacíficos, para llamar la atención con su ropa estrafalaria sobre lo irracional de las restricciones impuestas en Europa, dentro de la cual Suecia era de las menos castigada y aun así también protestaba.
Así son los Sócrates de este tiempo, quienes, sin derecho a la apología, están siendo arrestados por órdenes de los mismos que condenaron al que les precedió en Atenas, cuatro siglos antes de nuestra Era. Es decir, por los demagogos de siempre, esos que corrompen la democracia hasta convertirlas en dictaduras clásicas, pues solo ellas son capaces de contener la oleada herética que se alza en todo el mundo contra el dogma en que se basa el nuevo orden “pandemiópata”.
*Bocalete, término de mi creación, usado en otros textos, para denominar la mascarilla sanitaria de toda la vida resignificada como” “brazalete” que los creyentes de las políticas pandemistas usan en la boca, mitad por pánico, mitad por la necesidad de diferenciarse de los insumisos ante la fe que profesan.
Pingback: YouTube censura. Para que no diferencies ponzoña de la vacuna – – Zoé Valdés