Por Gloria Chávez Vásquez.
El mayor peligro que amenaza a la humanidad hoy en día, es la posibilidad de que miles de millones de personas entremos en un estado de psicosis colectiva, reforzándonos mutuamente nuestra locura, de tal modo que nos haremos cómplices de crear nuestra propia destrucción. Carl Jung
Lo que sucede hoy en el mundo refleja—literal y simbólicamente —algo oculto y desconocido dentro de nuestra propia mente. Basta echar un vistazo a lo que ocurre a nuestro alrededor: destrucción impune de la vida; extinción de la familia; un sistema educativo que adoctrina; una prensa que desinforma y defiende la corrupción; políticos que persiguen al ciudadano y eliminan sus libertades; persecución religiosa; vandalismo diario; masacres semanales. Todo esto y más, son solo un síntoma de que la humanidad padece una psicosis, en el verdadero sentido de la palabra.
Tras el caos de la pandemia del Covid19, nos ha resultado más fácil reconocer, en el comportamiento de cada vez más gente, la enfermedad del espíritu que ha afectado históricamente al ser humano desde que adquirió el uso de razón.
Los nativos americanos lo llamaron Wetiko y lo describían como “un espíritu caníbal de apetito insaciable” que convierte al afectado en un ser diabólico. Se trata de un virus agresivo, altamente contagioso, que se instala en la mente, se alimenta de la energía espiritual y se manifiesta en forma violenta y destructiva.
Es un virus tan dañino, que deforma la percepción del infectado, quien se niega a reconocer que lo padece, ya que el patógeno opera a través de los puntos ciegos de la mente, como la ignorancia, el fanatismo y la testarudez. El enfermo sufre delirios de grandeza y no se da cuenta de que actúa en contra de sus propios intereses. Es como si estuviera embrujado o poseído.
El chamán herido
Pionero en el campo del resurgimiento espiritual y fundador del “Despertar en la Comunidad Soñada” (Portland, Oregón), Paul Levy (1956) es lo que se conoce como un chamán herido. Levy sostuvo una batalla con el Wetiko y logró vencerlo. En 1981, experimentó lo que sus médicos diagnosticaron como un colapso nervioso. Para él, fue el comienzo de un despertar espiritual, que cambió su vida para siempre. En los escritos de Carl G. Jung y en el budismo tibetano encontró muchas respuestas. Desde 1993, comparte su experiencia en público y ayuda a otros en el proceso de despertar de la pesadilla colectiva.
Levy, es autor de Wetiko: Curando el virus mental que plaga nuestro mundo en el que explica cómo, en principio, la sombra del victimismo y el complejo de culpa es el mecanismo psicológico que posibilita la actividad del parásito de la locura colectiva.
Cada época y por ciclos, la humanidad se encuentra en una situación que confronta y golpea las fuerzas primordiales y elementales de nuestro ser individual y colectivo. Según P. Levy, el Wetiko se desarrolla dentro de la mente, pero se vuelca en el mundo exterior. Las tradiciones espirituales, así como los artistas y filósofos de todas las épocas, han sabido reconocer este patógeno letal y han apelado a los símbolos para poder curarlo.
Pero la curación solo es posible, mediante el rescate de la imaginación, (ese portal de la sabiduría espiritual y universal), porque lo único que ayuda a iluminar la conciencia, es despojar del poder al parásito, al tiempo que lo recupera el afectado. Así lo hicieron el cristianismo místico, el budismo, la cábala, y el chamanismo los cuales identificaron al virus por medio de conceptos esotéricos como demonios, espíritus malignos, o vampiros psíquicos. Pensadores visionarios como Rudolf Steiner, Philip K. Dick, Colin Wilson y Rene Girard describieron al wetiko como una emanación espiritual oscura que puede transmutarse.
La raíz del virus W se encuentra en el trauma ancestral y multigeneracional, que es activado y trasmitido por las familias, personas o sociedades tóxicas a nuestro alrededor. En la actualidad se propaga en los centros educativos, laborales, las comunidades sobrepobladas y enajenadas, entre pandillas, sectas, células terroristas, etc. El wetiko es comparable a un virus informático que desencaja y deshabilita el sistema de una red de computadoras. En este caso, el virus espiritual es como un hacker que produce un estado alterado de la mente en quien(es) infecta.
Uno de los primeros arquetipos activados en la mente subconsciente de la humanidad, es el del chamán herido. Es el maestro espiritual que nos muestra como reconocer en nosotros ese arquetipo que puede ayudarnos a navegar el descenso colectivo al submundo del inconsciente, un pasaje real que conecta pasado y futuro. El chamán interno puede traer curación tanto individual como colectiva porque al haber sufrido el ataque del virus, sabe cómo combatirlo. La conciencia, esa guía bipolar que vive dentro de nosotros, es un aliado en nuestros encuentros con la energía demoníaca. Ese símbolo es vital para dar sentido y transformar el veneno del parásito mental en medicina curadora. De ese modo le es posible a la imaginación, interpretar, simbólicamente, los eventos en nuestras vidas, como hacemos con los sueños.
Antes de poder erradicar el virus, tenemos que deshacernos del estado de negación, asumir la enfermedad y tratar de entender cómo funciona. Así sabremos con certeza como curarla.
La normalización del wetiko
“La locura colectiva actual se ha normalizado de tal modo que la mayoría de la gente por muy brillante que sea, ni siquiera la notan”, afirma P. Levy. Muchos están tan condicionados, que el solo hecho de pensar que estamos en medio de una pandemia de psicosis, equivaldría a reconocer que en verdad se trata de una locura desnudarse en público, tatuarse todo el cuerpo, drogarse y agredir a la gente o asesinar personas en un centro comercial. Esta actitud de que no pasa nada, impide que se reconozca la locura colectiva real en la que estamos participando —tanto pasiva como activamente.
Cualquiera de nosotros puede entrar en ese estado de inconsciencia en cualquier momento y convertirnos en instrumentos de la maldad. Entonces nos creeremos cuerdos y veremos reflejada en los demás, (como en un espejo), nuestra locura. El virus alimenta la polarización y el miedo al “otro.” Ver el mundo a través del distorsionado lente del wetiko da vida a lo que Jung llama “el dios del terror que habita en el alma humana,” un parásito maléfico que juega con el espíritu del individuo y el del mundo, simultáneamente.
Un individuo bajo la influencia del wetiko, está mesmerizado. En estado de ensoñación o alucinando. Se cree inmortal, invulnerable. Como muchos déspotas y dictadores, quiere crear un mundo a su imagen y semejanza, que le sirva a sus propósitos; pero en realidad, es él quien está al servicio de su psicosis. El enfermo se cree poderoso y genial, cuando en realidad el virus le está chupando el poder mental y espiritual (un proceso que eventualmente mata al infectado). La persona que padece del virus está comprometida y se somete voluntariamente a su esclavitud, de tal modo que cuando se le ofrece la cura, reacciona con violencia o intenta matar al mensajero que le muestra el camino hacia la libertad.
El virus del Wetiko no tiene poder para controlar nuestra verdadera naturaleza, pero puede controlar y manipular la identidad falsa que crea dentro de nosotros puesto que se nutre de la mentira. Nos identificamos con lo que no somos y nos olvidamos de quienes somos.
La transmisión del wetiko es posible a través de nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás y el mundo en general. Sin embargo, en vista de que funciona por medio de nuestra propia conciencia, podemos arrebatarle su aparente independencia, autonomía y poder sobre nosotros, al tiempo que tomamos control de nuestro ser.
Debido a que el origen de la psicosis es endógeno, sus raíces se encuentran dentro de la psiquis humana. Al no ser un ente u objeto físico, sino la expresión de algo interno, su curación también se efectúa desde dentro. La compasión es el desinfectante del wetiko por excelencia. Es, además, nuestra verdadera naturaleza y nuestra mejor compañía porque genera lucidez y nos ayuda a despertar de ese estado de trance, a la realidad. En ese momento, la lucidez y la compasión serán los compañeros leales e inseparables de nuestra paz interior.
Concluye Levy que “reconocer la correlación entre el micro y el macro, (así en la tierra como en el Cielo), es la clave para detectar la infección y despertar del estado hipnótico en que wetiko nos sumerge. Reconocer la conexión entre lo que sucede en el mundo y lo que está tomando lugar en nuestras mentes, se convierte en un canal que nos conduce más allá de nuestros meros temas personales, y nos da el poder de lidiar con los problemas esenciales de nuestro tiempo.
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.