Medias

Vozpópuli. Prisa tras Barroso (y II)

Por Jesús Cacho/Vozpópuli.

Prisa tras Barroso (y II)

Un tipo culto y con retranca (“si ese hubiera leído todos los libros que ha escrito, sería un genio”, comentaba sobre un “intelectual” de Prisa), siempre en la sombra, siempre a cubierto, siempre dispuesto a quitarse importancia, a disimular su protagonismo, a taparse. “Una persona a quien le gustaba más estar en la sala de máquinas que en el puente de mando”, como ha escrito Javier de Paz, miembro del Consejo de Telefónica, un íntimo de Barroso que ha arriesgado mucho en el elogio fúnebre al amigo. Son ellos los que, tras el triunfo de la moción de censura y con Álvarez-Pallete ya en la presidencia de Telefónica, le dicen que tiene que alinearse, que no vale la neutralidad y mucho menos la indiferencia, que tiene que tomar partido. Y Pallete, que se manifestaba horrorizado con el grado de “politización” alcanzado por la compañía y su exposición mediática durante el mandato de César Alierta, y que aspiraba a darle un perfil mucho más privado, menos público (acaba de salir definitivamente del accionariado de Prisa), naturalmente se alinea, sacrosanto temor al regulador, porque sin el v/b de Telefónica los Migueles no hubieran podido desalojar a Javier Monzón (Santander) de la presidencia de Prisa y hacerse con el control. Y cuando Pallete, consecuente con aquel objetivo, presiona para vender el 8% de Prisa heredado de la anterior presidencia y pregunta ¿a quién hay que vender?, la respuesta es clara, “a quien te diga Miguel, que de la financiación ya se encargará Fainé”. He ahí un hombre, Miguel Barroso, con casi todo el poder aunque lo disimulara muy bien.

El misterio Joseph Oughourlian continúa. “Es asombroso que nadie en este país se haya preguntado quién es realmente este hombre y por qué está al frente de Prisa”, asegura una fuente informada. Desidia. Alierta nombró en su día como representantes del paquete de Telefónica en el Consejo de la editora a José Luis Leal, un tipo muy inteligente, y a Gregorio Marañón, otro que no le va a la zaga, pero ninguno se enteró de nada, ninguna sospecha, y si la tuvieron se la callaron. ¿Hasta dónde está al tanto Juan Luis Cebrián? Difícil saberlo. Algo –o mucho, vaya usted a saber- dirá en el libro de memorias que está preparando y que promete ser un bombazo, y en el que contará cómo estuvo a punto de vender Prisa por 4.500 millones en una operación que abortó la súbita muerte de Jesús Polanco. Un banquero privado ginebrino reconocía esta semana que detrás del paquete fantasma se encuentran “algunos family office” españoles. Otros apuntan al grupo de poder conformado en su día por los “generales” a los que encumbró José María Aznar en su primer Gobierno.

Un grupo prácticamente disuelto. Alierta, una personalidad irrepetible incluso en sus excesos, acaba de fallecer. Francisco González ha perdido el poder y podría incluso perder la libertad, a tenor del resultado del pleito que enfrenta el BBVA a cuenta del ex comisario Villarejo. Rodrigo Rato, el miembro de más tronío del clan, es un hombre vencido, incluso por la injusticia. Queda un Manuel Pizarro alejado de los focos, siempre tras las bambalinas, conservando dinero e influencia. Y quien les lanzó al estrellato, un tal Aznar, vive dedicado a sus negocios, con periódicas y dramáticas descripciones del curso de derrota que lleva esta España que él pudo enderezar y dejó perder. De su sucesor, mejor no acordarse: Otra mayoría del PP, la de noviembre de 2011, perdida por la abisal incompetencia de un hombre que había nacido apenas para contable del casino de Pontevedra: su delito es haber regalado la presidencia del Gobierno a un bandolero a cambio de su impunidad. Nadie en la jauría zurda, por cierto, le ha causado la menor molestia en estos años. Sigue haciendo sus caminatas al amanecer por la ribera del arroyo de Pozuelo, Aravaca, seguido de cerca por sus dos escoltas, pero nadie se digna siquiera a mirarlo. Otro misterio bufo, el deRajoy, a incluir, como las joyas de los faraones muertos, en el cofre que contenga los restos mortales de una España que murió porque nadie se ocupó de defenderla…

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