Por Ulises F. Prieto.
Como el cuento de Alejo Carpentier “Viaje a la semilla” tiene un título demasiado falocéntrico al hablar del semen, he preferido cambiarle el género (tal vez género literario) a este escrito. Ante la evidencia del mal uno a veces quiere no haber nacido. Volver a ese ambiente amniótico, entre oscuro y rosáceo, lábil, con voces que resuenan tan cómodamente contigo que parecen la tuya propia, y que hablan lo que tú quieres decir, pero sin esforzarte. Era el sonido de tu madre. No quieres estar aquí donde hace años te arrojaron a la responsabilidad. Es tentador, pero es imposible. Peor que el mal en sí mismo está la certeza de que tendrás que lidiar con él hasta el final.
El 11 de marzo de 2004, los españoles amanecieron con los tristemente conocidos atentados de RENFE (la red de trenes de cercanía de Madrid). Fue un duro el golpe. No había hacia donde escapar. Antes ya tenían vértigo de la relevancia internacional que España había alcanzado durante los años de Aznar. El mundo nos mira, y nuestra historia demuestra que eso es peligroso. Ser actor de tu propio destino atrae enemigos. Lo mejor es subordinarse. Esa fue la propuesta de Zapatero. Volver al corazón de Europa significaba subordinarse a Alemania, y Alemania se subordinaba a Putin y a su corrupción. La Alianza de civilizaciones era la explícita renuncia a enfrentar el terrorismo islámico, y sus aliados chavistas. Y los españoles lo creyeron un buen plan. Tal vez podríamos disimularnos entre la masa ovejuna de las naciones. No importa la situación geográfica, la historia y la cultura expandida por medio planeta, Zapatero lograría camuflar a España entre la mediocridad. El miedo triunfó, y por supuesto el mal permaneció. Lo que escapó fue la libertad. Ahora gobiernan los comunistas, y ya se asoman los apagones, el calor, las incomodidades, la miseria lógica que trae consigo la cobardía.
La historia clásica que se cuenta para mostrar que la cobardía no compensa es la del Pacto de Munich. El primer ministro británico Chamberlain pactó con el antiguo canciller de Alemania, el entonces ya tirano Hitler, la entrega de Checoslovaquia a los nazis. Chamberlain aterrizó en Londres mostrando el papelito que supuestamente aseguraría la paz para varias generaciones. Lo ovacionaron en el aeropuerto. Muchísimos británicos querían creer que los problemas del Continente nunca les afectaría. En todas las generaciones hay personas que creen que ellos pueden elegir si hay guerra o no. Dicen que basta con no ir a la guerra para que la guerra no venga hacia ti. Es la doctrina de la rendición preventiva. Lo cierto es que si no estás dispuesto a ir a la guerra tendrás que conformarte con la tiranía. O tal vez ir escapando de país en país, hasta que no te quede donde ir, como el cuento de Cortazar: “La casa tomada”.
Preferí recordar la historia de la rendición española del 11 de marzo, porque fue la que viví. Las consecuencias de aquella cobardía colectiva no fue tan grave como la del pacto de Munich, pero fue de la misma naturaleza. Entender la razón de quien te aterroriza para justificar tu cobardía, y aliviar por un rato la angustia del miedo. Pero no compensa. Churchill le espetó a Chamberlain una frase que debiéramos recordar cada vez que tengamos la tentación de volver a la protección de la matriz ilusoria. Dijo: “Se te ofreció poder elegir entre la deshonra y la guerra y elegiste la deshonra, y también tendrás la guerra”.
Ahora estamos frente a Putin. Muchos están reprochándole a nuestros gobiernos que se hayan involucrado tanto a favor de Ucrania. Hay quien dice que lo que ocurre en el Este de Europa es una guerra civil entre rusos, la cual no nos afecta para nada. Si así fuera, que no lo es, sería la primera guerra civil que no afecta al resto mundo. Ningún país ha sufrido una guerra civil sin intervención extranjera. Pero es que la guerra de Ucrania es una invasión, y eso lo sabe Putin, y lo saben todos los tiranos del mundo. Si ignoramos este atentado contra las normas, los canallas del mundo lo repetirán. El mundo se volverá un polvorín, y no habrá reivindicación fronteriza que no estalle en un conflicto. Aparecerá toda clase de justificaciones para atacar a los vecinos y a los no tan vecinos. Los equilibrios diplomáticos, incluso los de los países sensatos, saltarán por los aires, y se volverán guerras. Todos creerán que pueden sacarle algo a la guerra. Hay dos opciones, o le miramos los ojos a los problemas, o los aplazamos. Ya la invasión de Crimea en 2014 fue un aplazamiento, y mirar para otro lado no resultó. Ronald Reagan dijo una vez: “Nuestros enemigos deben saber que nosotros amamos la vida, pero no tanto como para vivirla sin libertad”.
Amigo pro-Putin, no te engañes, tus justificaciones sólo esconden el miedo que no reconoces. Encausa tu miedo. No hay manera de volver a la matriz. Estás aquí y tienes miedo, como todos. Tal vez no lo hayas pensado, pero los de enfrente también temen, y también a veces desean volver a la matriz.
Ulises F. Prieto es Profesor de Matemáticas y escritor.
Imagen de Анатолий, para Pixabay.