Por Raul Izquierdo
«El Sacristan ha visto,
hacerse viejo al Cura,
el Cura ha visto al Cabo
y el Cabo al Sacristan…»
Y yo en su pueblo después,
vi hacerse viejo a Serrat!

Supe de su existencia, cuando él era aun muy joven y yo lo era más, compré todos sus discos, los que pude, desde Mediterráneo, hasta hoy que ya casi no se hacen discos, viviendo en un país aislado, a donde no llegaba todo, porque no había nada y todo era difícil.
Lo permitían en Cuba, contrariamente a otros muchos que prohibieron, porque un tiempo antes se había proclamado Socialista el país donde nací y él era entonces un joven independentista catalán, un cantautor, de aquellos «protesta” como se les llamaba entonces y que en Cuba eso se entendía como «progre» y “revolucionario” asociable con lo que allí se hizo llamar por aquellos días “La nueva Trova” en los tempranos sesenta, cuando otros muchos de nuestros jóvenes, previa la politización sesgada de las canciones, emulaban, con no poco talento, a esos primeros poetas y músicos, o músicos poetas, no se sabe muy bien si eran una cosa o la otra y cual más, los que los tiempos de postguerra, allende los mares, produjeron en diversos sitios del Mundo y que con el advenimiento de la que fuera “Revolución Cubana” fueron allí adquiriendo cierta relevancia y vigencia, muy en especial uno de ellos, Joan Manuel Serrat, porque junto a sus propias y muy bellas canciones, también musicalizaba algunos poemas de Miguel Hernández y de Antonio Machado, que fueron poetas Republicanos de izquierda, que allá en España no significa lo mismo que aquí en USA, sino lo que los Republicanos fueron allá en la “Madre Patria” los socialistas y comunistas, simpatizantes del bolchevismo soviético, desde los tiempos previos a la Guerra Civil y durante esta, en tiempos de Franco y hasta hoy después de la transición democrática.
Teníamos los de esa generación la tierna edad de la adolescencia y vivíamos tiempos convulsos que no entendíamos muy bien y lo poco que entendíamos, no nos daba para discernir, que aunque un artista fuera talentoso, si este ponía su arte en función de una causa equivocada, por vivir también tiempos convulsos, su genio de creador se veía algo disminuido, por contaminarse con ciertas ideologías que entonces se consideraban “progres” y que demostraron ser estériles o contraproducentes, como luego todos vimos al cabo del tiempo.
Pero Serrat, poseía ese carisma del que no todos están dotados además del talento y pese a todo, siempre fue grande, su sensibilidad poética y sus canciones, cargadas de imagines y fantasías geniales, nos llegaban muy a fondo a los entonces más jóvenes, en tiempos de definiciones, de afianzamientos y de búsquedas identitarias, muy especialmente y sobre todo, a los que sentíamos cierta vocación por el arte y la lírica de aquellas bellas canciones, así como de los arreglos musicales para las mismas, que nos movían emociones de todo tipo y a no pocas reflexiones en lo existencial, lo filosófico, lo ético y lo estético.
Luego vino a Cuba una y otra vez, se estableció un vinculo con nuestros cantautores y crecimos con su música también, tanto como con la música y letras de los nuestros en un clima de profusa creatividad que, cuando no eran panfletarias, trascendían más allá de los límites de lo puramente ideológico, salvo en aquellos casos que todos sabemos, donde la abyección sumisa de algunos de nuestros cantautores, rayana con una torpe y obstinada necedad, nos iba haciendo tender a repeler esa parte de su arte, aunque fuera bueno.
Iba siempre a sus conciertos como a tantos otros de muchos que pasaron por la Isla y que suponían una oportunidad de ver allí, lo que no nos estaba permitido ver fuera, por estar allí aislados, sin derecho a viajar y ser prisioneros por todo tipo de prohibiciones y prejuicios ideológicos totalitarios.
Apenas nos dimos cuenta de cómo nos fue pasando el tiempo por encima y llego el día en que muchos tuvimos que escapar, de tiempo y país, de nuestro “Pueblo Blanco” para dejar atras aquella tierra enferma y exiliarnos allí donde nos llevara la diáspora, que en mi caso fue en Madrid, donde el azar quiso que siguiera vinculado, de cierta especial manera al arte de este grande.
En primer lugar, porque vine a carenar exiliado a su tierra, que es España, esa que el sabe que lo es, aunque quizá aun entienda que su tierra es solo Cataluña y se aferre a cantar en catalán siempre que pueda, en segundo lugar, porque en aquellos tempranos noventa, al ser mis dos hijos estudiantes de música en el Real Conservatorio de San Lorenzo de El Escorial y ser allí profesor un Sr. llamado Horacio, del que no recuerdo el apellido, entonces como Miralles, también pianista y arreglista de Serrat, al que conocimos y estar la casa donde vivía y ensayaban, en la Urbanización Río Cofío, donde habíamos vivido, cercana al poblado de Robledo de Chavela en la Sierra de Madrid, por donde un día pasé y por casualidad estaban ensayando, lo que me hacía sentir más cercano al artista y en tercer lugar, porque ya pasado el tiempo en los dos mil, visité la Isla de Menorca en Baleares donde Serrat aun tiene una casa, en la cual pasaba la mayor parte de su tiempo y en la cual ya reside de forma permanente luego de retires, una casa con vistas al Puerto de Mahon, la cual puede verse a su vez desde el Puerto.
Desde los tempranos sesenta, hasta nuestros días del recién comenzado 2023 en que se retira, ha pasado ya la friolera de seis décadas, toda una vida, vivida en paralelo a todas sus canciones y a su propia vida de creador, hoy ya él y muchos de nosotros de regreso de muchas decepciones, sé que se ha distanciado de aquella revolución que lo ilusionó como a tantos y ya sabe muy bien, junto a otros de sus colegas como Sabina y Ana Belen, entre otros que aquel espejismo de juventud sólo ha significado la total «reinvolución» de un pueblo noble que no se mereció jamás la dictadura represora que aun padece.
Hoy termina, al menos simbólicamente, este período de acompañamiento que dura ya seis décadas, siempre sin ser fanático, aunque siga oyendo sus canciones mientras viva y es por esto que me ha gustado ver hoy en TVE con no poca nostalgia, este su concierto final de despedida, que aquí les dejo, con nuevos arreglos de aquellas sus viejas canciones y poemas musicalizados de entonces, lo que me ha movido a este escrito en homenaje a su talento y sensibilidad, porque pese a todos los pesares, creo que lo merece.
Así que, amigo… Vamos bajando la cuesta, que arriba en mi calle, se acabó la fiesta!
Hasta siempre, Serrat, infinitas gracias por tu música, por tu poesía, sé que tú no sabes que he seguido siempre tu carrera, pero sé que sabes que muchos de mi generación te hemos seguido y eso basta, vejetes ya, esos mismos que llenan hoy el Palau San Jordi, nos aportaste mucho a cambio de sólo aportarte nosotros la lealtad, no quedamos en paz, estamos en deuda, una deuda que jamas pagaremos porque el tesoro que ha sido escucharte y verte en los escenarios a lo largo de toda una vida en canciones… No tiene precio!
Raúl Izquierdo es arquitecto.
Que bueno leerte amigo mio y que bueno estar de acuerdo con lo escrito por ti. Un abrazo.
Excelente artículo Raúl. Yo tuve el privilegio de conocerlo personalmente cuando fue a Cuba la primera vez.