Por El Observador Alpino.
Hoy les voy a contar una edificante historia que pasa en Suiza…
Muchos lo han oído ya, dado que la noticia llegó hasta la prensa española, y más allá.
Resulta que: «Suiza prohíbe la entrada a los franceses a las piscinas municipales». Así te lo cuenta la prensa de progreso…mientras llora y se rasga las vestiduras.
Pero la realidad es muy distinta…
La pequeña ciudad de Porrentruy, fronteriza con Francia, ha decidido prohibir el acceso a sus piscinas a los franceses NO RESIDENTES, NO TRABAJADORES O QUE NO SEAN TURISTAS ALOJADOS EN HOTELES RECONOCIDOS.
O sea: no es «Suiza» sino solo un pueblo…y no son “los franceses”, sino “ciertos” franceses…
Y cual es la razón de prohibir la entrada a los «franceses»? Adivina, adivinador…
Resulta que la situación en esas piscinas había degenerado hasta un punto que las autoridades se vieron obligadas a intervenir. Acoso sexual, intentos de violación en manada, manoseos, robos, violencia sistemática pero, sobre todo, una situación de agresión a las mujeres europeas que se hizo endémica.
Y quién crees que es el autor? Pues los «franceses». Aunque todos sabemos de qué franceses se trata, desde luego…
Pero dado que no se puede prohibir la entrada en función del origen étnico, color de piel o creencias religiosas, los pragmáticos suizos cortaron por lo sano: si no eres residente legal en la zona, si no tienes un empleo reconocido, o no eres turista alojado en un hotel, te vas a nadar a las piscinas de tu puto pueblo…
Lo más interesante del tema es que, a pesar de los lloriqueos de la prensa de progreso, el caso ha adquirido proporciones internacionales. Lo más divertido es que los propios franceses en masa aplauden con las orejas…y ciudades de Francia y Alemania estudian el ejemplo suizo para tomar medidas similares.
El hartazgo de la gente en Europa alcanza proporciones océanicas…
E irá a más…
