Por Manuel Valls/ The Objective.
Estamos en noviembre de 2015. Ese día 13, decido no ir al Stade de France, en Saint-Denis, para ver el partido amistoso entre Francia y Alemania. Hay tensiones con mi pareja. Estoy agotado tras un intenso viaje a Dijon. De vuelta, en el TGV (tren de alta velocidad), le comento a Stéphane Grand, periodista de L’Opinion, mis temores sobre los riesgos de un atentado grave.















