Por Víctor Fernández.
Anoche terminé de ver “The Andy Warhol Diaries”. Me ha dejado una fuerte impresión sobre todo por el metamensaje. Warhol era un genio del marketing que convirtió su vida en una especie de performance total, en la que él mismo era un personaje tan ficticio como la grandeza de su obra, y consiguió no sólo triunfar, sino trascender. A diferencia de otros artistas cuyas vidas y personalidades son parte de su obra (Oscar Wilde, y Salvador Dalí, por ejemplo, quienes son mencionados en el documental), en el caso de Warhol su vida no era parte de, era La Obra. De calidad bastante cuestionable, pero al menos no era ofensiva, que es el camino corto y fácil que ha tomado y toma la inmensa mayoría de los artistas que buscan generar fama a través de la polémica: el viejo, manido, y bastante trasnochado -además de profundamente infantil- “épater les bourgeois”.
En el documental entrevistan a algunos artistas que le conocieron, y a varios críticos de arte que ponen de manifiesto claramente qué es un crítico de arte: básicamente se trata de un individuo -a veces muy culto- que estudió Arte en la universidad -por lo general-, y se dedica a “Hablar mierda por un tubo” (superlativo de “hablar mierda” en Cuba; me disculpo por la franqueza).
La impresión más contundente que me deja el documental es su metamensaje, que desborda y pone en segundo plano el propósito supuestamente principal, la vida de Andy Warhol, convirtiéndose -el metamensaje- en el sujeto: el auge del marxismo cultural en Norteamérica. Aparece en todos los capítulos un artista negro homosexual (precisamente por culpa del wokismo en la actualidad hay que especificar raza, etnia, sexualidad, filiación política, y hábitos alimentarios de todo el mundo, es decir, los wokistas han conseguido su propósito: la segregación absoluta; antes solo con decir “un artista” habría bastado), que conoció a Warhol y habla sobre su vida y su obra desde la perspectiva contemporánea woke, BLM, LGTB, marxista cultural en definitiva, para dejarlo subtextualmente a la altura del betún como persona. El testimonio de ese y otros entrevistados, te induce a pensar que Warhol era algo que -si consigues abstraerte y centrarte en la vida del artista- no era: racista, homófobo, alguien que vivía su catolicismo desde la culpabilidad, que repudiaba todo aquello que los wokistas piensan que los católicos repudian. En los USA, por extensión en todo Occidente, parece ser que la izquierda wokista cree lo que exponen varios de los entrevistados: los católicos homosexuales son personas autorreprimidas, angustiadas, conflictuadas por su sexualidad en franca disonancia con su fe. Un criterio que no deja de ser cuanto menos simpático porque: ¿Cómo se puede juzgar con objetividad -por ejemplo- a un homosexual musulmán, sin ser musulmán y vivir esa religión desde adentro? Es decir, cómo pueden ellos hablar tan categóricamente sobre personas de una fe que no profesan ni entienden. La obra de Warhol no evidencia que viviera su catolicismo desde la angustia ni el conflicto personal -por lo que se aprecia en el propio documental a pesar de los testimonios-. Al parecer Andy Warhol era simplemente un hombre homosexual que optó por no hablar de su sexualidad, que no reprimió (tuvo abiertamente varios novios cuyas historias salen en el documental), ni vivió a escondidas, simplemente “No hablaba de sexo”, en sus propias palabras. Algo que en el momento postmoderno que estamos viviendo, para los wokistas, es una especie de crimen de lesa humanidad. También le acusan de racismo a través de la yuxtaposición de criterios wokistas, algo que es lamentablemente muy común hoy día entre feministas de última ola, lgtb’s, y defensores de la “racialización”, que han convertido la sociedad contemporánea en un ring de boxeo donde cualquier crítica a una mujer, a un homosexual, a una persona de raza negra, o a uno de los absurdamente llamados “latinos” en los USA (que no eran hasta hace poco una raza, sino un conjunto de nacionalidades puesto que hay latinos de todas las razas), es “de facto” una agresión machista, homófoba, o racista, aunque lo criticado nada tenga que ver con el sexo, la sexualidad, o la raza de la persona, sino con algo que ha hecho, dicho, o expuesto. Nada importa, quien tenga o no razón respecto a nada, la obra, la presunción de inocencia, las razones por las que pasan las cosas, nada, solo importa aquello que esta nueva forma de alienación cuasi religión “fasciocomunista” llamada wokismo impone.
En algún momento intentan hablar del Andy Warhol político, pero no lo consiguen. No hay testimonios explícitos del propio artista sobre sus ideas políticas. Eso no los detiene para asegurar el rechazo que supuestamente sentía por los republicanos y la cercanía con los demócratas. Hacen lo mismo con el tema SIDA, como el artista no hizo campaña, que es lo que hubieran querido, deslizan un veneno crítico muy malintencionado porque, de hecho, lo que pensaba Warhol respecto a la pandemia que fue esa enfermedad, está claramente expuesto en su obra sobre La Última Cena. ¿Acaso los artistas no se expresan a través de su obra? ¿Entonces?
El documental es de una impecable realización -Hollywood “genio y figura” en fin- con un claro metamensaje que, sin querer, se les filtra por las rendijas: los USA, respecto a lo que fue hasta hace alrededor de 30 años atrás (el paraíso de las libertades individuales hoy completamente encorsetadas y subyugadas por el colectivismo marxista cultural), están acabados. Los USA ya están en fase recesiva atascados hasta la cintura en el marxismo cultural pro-socialista. El paso de Donald Trump y lo que podría ser considerado como un movimiento social contestatario y crítico del marxismo cultural, el “trumpismo”, ha sido un catalizador que, contrariamente a lo que parecía que iba a ser, aceleró el proceso de hundimiento en el colectivismo marxista cultural de ese país, y por consiguiente de todo Occidente que, a fin de cuentas, es siempre un eco en todos los sentidos de lo que sucede allí. Hollywood, la mayor industria de marketing que ha conocido la humanidad -después del cristianismo-, se ha dedicado a promover y cultivar el marxismo cultural, una gran ironía si tomamos con perspectiva histórica al Macartismo que se encargó de perseguirlos por algo que entonces negaban y hoy airean y promulgan ser: orgullosamente marxistas, y prosocialistas. Cuando digo “Hollywood” lo uso como categoría para referirme a toda la industria del entretenimiento. Toda la educación desde la primaria hasta la universidad está en manos de maestros, educadores, y catedráticos, que hacen gala de su filiación marxista o marxista cultural. Todos los movimientos parásitos -aquellos que reciben dinero público, es decir, parasitan a la sociedad- que minan y corrompen Occidente (ONG’s variopintas, colectivos lgtb, feministas radicales de última generación, “ecolonazis”, etc), se han encargado de inyectar el veneno del marxismo cultural en la médula ósea de los USA (y el resto de Occidente). ¿Qué podría salir mal? Todo Occidente hoy día parece cada vez más una especie de gigantesco CDR cubano (por aquello de la coacción, la delación, y la condena).
Víctor Fernández es escenógrafo y director de escena, historiador de la ópera, y galerista.
Oli antes de verlo, con la nariz del instinto y fue por eso que, por tratarse de Obama’s Netflix y estar seguro de que vendria un metamensaje que, muy a proposito, “filtrarian” por las rendijas, las puertas abiertas y las ventanas de par en par para que pasara sin contratiempos, elegi no verlo. Me alegra que un testigo presencial confirmara mi intuicion. A veces acierto.