Por Minervo L.Chil Siret.
La narcodictadura de Venezuela actúa de la única manera que sabe y puede hacerlo, mintiendo, difamando, censurando y reprimiendo, tal y como sus tutores y mentores de la dictadura totalitaria cubana le enseñaron y le exigen que haga.
En su necedad y ansias desmedidas de aferrarse al poder indefinidamente, los capos del Cartel de los Soles prefieren generar un baño de sangre. Ya incluso lo había anunciado el propio sátrapa venezolano días antes de los comicios, que si él perdía habría un baño de sangre. A tal punto que hasta su gran aliado Lula, manifestó públicamente que le asustaron esas declaraciones y le advirtió que en unas elecciones democráticas, quien gana se queda y quien pierde se va.
Pero Nicolás Maduro, tras la paliza electoral recibida y su burdo y chapucero intento de fraude, cada vez que sale a hablar, parece que está más descompuesto y fuera de sí. Al igual que sus socios en el crimen Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez. Se les olvida que cuando los pueblos son llevados al límite y se hartan, cuando deciden que los cambios no pueden postergarse más y se determinan a lograrlos, no hay quien los pare. La historia está llena de ejemplos que lo demuestran.
Y específicamente Maduro, si no quiere que le suceda igual, debería mirarse en el espejo de su tocayo rumano, Nicolae Ceauşescu, y ver cómo terminó. Porque además de tener en común el nombre, la ideología comunista, y las fechorías y crímenes de lesa humanidad cometidos, podrían también tener un final similar.
Minervo L. Chil Siret
Miembro del Secretariado Ejecutivo del Movimiento Cristiano Liberación.