Relato Social

Solidaridad

Por Zoé Valdés.

Algunos franceses hacen su vide-dressing solidario con Ucrania. Tampoco tienen tanto que dar y lo que dan es de corazón y de calidad, dicen, marca Tati. Divierten y se entretienen con su generosidad.

Recuerdo durante el período especial en Cuba -cuando la gente comió literalmente higadillos humanos de la morgue del Calixto García- que una gallega comunista recolectó en Galicia una bolsa de astillas de jabones gastados, hasta con ladillas y pendej0s incrustados, y con esa donación tan valiosa para ella se apareció en el Festival de Cine de La Habana… Creo que Fidel Castro la condecoró con una gota disecada de su flema, digo, esperma, enmarcada en un cuadro artesanal confeccionado en una tienda folclórica de la Plaza de la Catedral administrada por “el más Leal de los Eusebios”, como el historiador gustaba llamarse a sí mismo frente a su Coma Andante.

El día que la gallega nos mostró, abriendo eufóricamente solidaria la bolsa con su donación, vomité más que la niña de El Exorcista. Estaba embarazada, con un hambre que veía doble y hasta triple.

Tan doble veía que empecé a inquietarme y visité al oculista, por gusto, porque tampoco había espejuelos. El oculista, no por argumentar su impotencia debido a la carencia decimonónica de lentes que como los zapatos ortopédicos llegaban de la RDA, me diagnosticó debilidad estomacal crónica, o sea: hambre milenaria.

También al festival de cine llegó una americana que en su juventud había singad0 con la Bestia; sing@r sing@r, lo que se dice sing@r no exactamente, porque según contaba ella de manera muy romántica, la Bestia se bajaba los pantalones sin quitarse las botas militares de piel de cordero fabricadas exclusivamente a la medida para él por el peletero del Vaticano, le introducía el fusil de carne, escupía su gargajo inguinal del poder en la cric@ imperialista, y volvía a subirse los pantalones de combate, le daba una palmada en el hombro a su guardaespaldas, quien había asistido a la escena cuál estudiante de ginecología, y ambos se largaban chirriando las ruedas del yippi…

La gringa volvía cada año con la ilusión intacta, inclusive siendo ella ya una obesa con las ubres hebreas por las rodillas, de que la Bestia le destupiera su ch0ch@ militante. Pero eso nunca pasaba; entonces la yanqui hambrienta de goce experimentaba orgasmos inextricables llevando lo que ella llamaba ‘gifts capitalistas’…

Aquella tarde llegó al 7mo piso del ICAIC y soltó una exclamación exasperante: “¡Traje cookies!”. Cierto, sus brazos rodeaban uno de esos paquetes exageradamente gigantes de los supermercados norteamericanos repleto de galletas perfumadas a la vainilla. Todos empezamos a salivar. Yo más que nadie. Entonces la Levinson metió la mano en el saco y repartió una galleta por cabeza. Con la misma se volteó y se dirigió a la puerta del ascensor, no sin antes vociferar con ese timbre tan antipático de galillo estadounidense: “¡Sólo una, para que no engorden!”. Si hubiera tenido un misil la hubiera desintegrado en el instante.

En fin, toda esta candanga para demostrar que la solidaridad capitalista existe.

De nada.

Zoé Valdés. Escritora y artista cubana e hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vermeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

 

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One Comment

  1. la hipocresia y la asquerosidad en todo su esplendor se acabaron las palabras

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