Sociedad

Sobre el sesgo y la manipulación de una “historia trans”

Por Carlos Manuel Estefanía.

The Conversation se presenta como un faro de conocimiento experto accesible, pero a menudo su aparente neutralidad esconde una agenda ideológica globalista. Un claro ejemplo de esto es el artículo «Así fue la persecución a las personas trans en la Alemania nazi«, publicado originalmente el 11 de junio de 2023 por Laurie Marhoefer. Bajo una capa de rigor histórico, la autora teje una narrativa militante que distorsiona tanto el pasado como el presente para impulsar una visión particular del transgenerismo.

Marhoefer aborda la persecución de personas travestis bajo el régimen nazi –erróneamente englobadas por la autora bajo el término contemporáneo «personas trans»–, un tema históricamente marginado. Reconoce la relativa tolerancia de la República de Weimar, que permitía ciertos derechos como permisos de travestismo, la existencia de espacios de encuentro y hasta publicaciones de travestis. Según la autora, los nazis desmantelaron sistemáticamente estas libertades, revocando permisos, clausurando espacios y enviando a campos de concentración a quienes no se ajustaban a su binario sexual. Cita los casos de Toni Simon, H. Bode y Liddy Bacroff como ejemplos de esta represión.

Hasta este punto, el artículo parece motivado por la recuperación de una historia olvidada. Sin embargo, pronto deriva hacia un terreno pantanoso: el de los paralelismos ideológicos forzados.

En un salto argumentativo cuanto menos problemático, Marhoefer establece una conexión directa entre las atrocidades nazis y lo que el activismo trans contemporáneo describe como «ataques legislativos» en Estados Unidos contra los derechos de las personas trans, especialmente los menores. Apoyándose en enlaces a portales editados activistas del transexualismo, The Conversation nos conduce, de manera indirecta a cifras que, lejos de fomentar un debate informado, buscan generar alarma y silenciar la reflexión crítica. Algunos de estos «datos» serían los siguientes:

  • Más de 300.000 adolescentes trans entre 13 y 17 años en EE.UU. «necesitarían» cuidados de «afirmación de género».
  • Al menos el 39,4% de ellos viven en estados con restricciones o prohibiciones a estos cuidados.
  • Estas «restricciones» abarcan limitaciones en el acceso a baños, deportes escolares o el uso de pronombres preferidos.

Estas cifras, presentadas sin contexto ni matices, asumen la incuestionable validez científica y ética de la «afirmación de género» como el único camino correcto. Cualquier duda o postura crítica se equipará automáticamente con intolerancia, reaccionarismo o, incluso, con la ideología nazi.

Esta comparación resulta tan peligrosa como irresponsable. Equiparar leyes estadounidenses –por más discutibles que sean– con la maquinaria de exterminio del Tercer Reich no solo banaliza el Holocausto, sino que distorsiona el análisis político y ético del presente. No se trata de negar la discriminación o justificar políticas restrictivas, sino de denunciar una manipulación histórica que criminaliza cualquier disenso.

Es crucial detenerse aquí y establecer algunas distinciones fundamentales:

  • Descontextualización histórica: El régimen nazi buscaba la exterminación basada en una ideología de pureza racial y sexual. Las actuales restricciones en algunos estados de EE.UU. surgen de un debate democrático –aunque a menudo polarizado– sobre el bienestar infantil, el consentimiento informado y la prudencia médica ante tratamientos irreversibles.
  • Instrumentalización del Holocausto: Utilizar el horror nazi como analogía constante para promover agendas actuales es éticamente cuestionable y trivializa el sufrimiento de millones de víctimas. Equiparar cirugías de cambio de sexo con campos de concentración deshonra la memoria de los perseguidos.
  • Falsa cientificidad de la «afirmación de género»: El artículo de Marhoefer asume la «medicina de afirmación de género» como una práctica consolidada y segura. Sin embargo, países con políticas sociales avanzadas como Suecia y Finlandia han impuesto restricciones significativas a los tratamientos de afirmación de género en menores debido a la falta de evidencia sólida a largo plazo y la creciente preocupación por los riesgos y efectos secundarios. El Reino Unido también ha tomado medidas similares tras la revisión del Informe Cass. Estas decisiones, basadas en la revisión de la evidencia científica y la priorización del bienestar infantil, contradicen la narrativa de consenso científico absoluto presentada en el artículo.
  • Narrativa emocional que inhibe el debate: En lugar de fomentar una discusión abierta sobre un tema complejo, se recurre a la emocionalización, el chantaje moral y la cancelación del disidente. El lenguaje activista permea escuelas, medios e instituciones, moldeando percepciones sin un debate público real. Cuestionar tratamientos médicos experimentales en niños puede ser tildado de «discurso de odio».

Esta retórica responde a una agenda global impulsada por actores poderosos. La promoción de una visión del género desvinculada del cuerpo biológico y la financiación de campañas masivas para imponer la «afirmación» como respuesta única no son casuales. Estamos ante una ingeniería cultural que, bajo la apariencia de inclusión, busca remodelar la sociedad según criterios ideológicos, no científicos.

Subyace una lógica que considera la reproducción humana como una amenaza. Esta ideología busca rediseñar la condición humana a través de la medicalización, el adoctrinamiento y la manipulación emocional, en lugar de proteger derechos genuinos.

Necesitamos un enfoque prudente, empático y basado en la ciencia. Un enfoque que valore la diversidad sin caer en dogmatismos, que respete la experiencia individual sin imponerla como norma universal, y que defienda el derecho de los niños a crecer sin presiones ideológicas hacia decisiones irreversibles. Solo así podremos hablar de derechos humanos con seriedad, sin simplificaciones históricas ni trampas semánticas disfrazadas de progreso.–

Carlos M. Estefanía es un disidente cubano radicado en Suecia.

”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”

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