Relato Mundial

Sísifo, el de la roca eterna

Por Gloria Chávez Vásquez.

 

la alteración de la lógica hasta llegar al absurdo,

el empleo del absurdo hasta alcanzar la razón.

Paul Éluard (poeta francés, 1895-1952)

 

A Sísifo lo habían condenado los dioses a subir una roca hasta la cima de una montaña, pero que se despeñaría antes de volverla a subir, sin lograr su propósito. Era como jugar al yoyo, pero en grande y con mayor esfuerzo. Además, no se le permitía la satisfacción de conquistar la montaña y alcanzar la cima. En el castigo no se estipulaba un horario, ni si debía subir la piedra a cuestas o empujarla, pero sí que debía hacer su tarea por toda la eternidad.

Cuando Sísifo escuchó la condena, se deprimió, lloró, pidió perdón por todo el mal que había causado y cometido en este mundo y que lo había convertido en un ser impío y un tirano insoportable. Pero de nada valieron sus súplicas. Zeus y su panteón divino eran implacables.

Subiendo la roca, entre esfuerzos y sudores, ya exhausto, tuvo que parar para descansar.  Antes de conciliar el sueño, reflexionó sobre su vida. Cierto que había sido un desastroso rey de Éfira (Corinto), y por tanto un sanguinario. Nadie salió en su defensa y más bien todos se alegraron y bien pronto lo olvidaron. También les había jugado malas pasadas a los dioses, y se había burlado de ellos. Como esa de detener la muerte para que nadie muriera. Cuando lograron liberarla, el primero en pagar las consecuencias había sido él. Cierto que su castigo no era tan cruel como el que le habían endilgado a Prometeo, por entregarle el secreto del fuego a los humanos. Ningún animal devoraría sus entrañas por toda la eternidad. Pero eso de subir y bajar la piedra si que era el epítome del absurdo y el aburrimiento, y les daría argumento a los humanos más sabios por los siglos de los siglos, para cuestionar la ira divina.

 

Sísifo por Tiziano (1576)

Entre pesadillas soñó que era libre y que volaba pero que, como Icaro, se precipitaba al mar. Que iba con antojos por el mundo, viendo el resto de la gente trabajar, ser felices o desdichados, pero al despertar se daba cuenta de estaba en el inframundo, y que debía comenzar su condena de subir la roca para que cayera antes de coronar la cima.

Él, que ya era miserable, resolvió que, si su labor iba a ser eterna, haría lo mejor posible por pensar que no era un castigo. En el trayecto de ascensión, fijaría estaciones, trazaría planes de como subirla sin tanto esfuerzo. Inventaría formas y mecanismos que hicieran más fácil transportarla hasta la cima. Dejarla rodar no era el problema y no requería esfuerzo, pero tenía la opción de alternar de qué lado se despeñaría.

En el descenso se detendría a explorar el terreno, abriría caminos, examinando la fauna y la flora, que le permitieran alimentarse mejor. Construiría su refugio en una cueva, donde resguardarse de las fieras y las vicisitudes del tiempo y el clima, listo para subir nuevamente la pesada roca. Se convertiría en experto. En amo y señor de la roca. Hasta que los dioses decidieran apiadarse y levantarle el castigo.

a close up of a statue of a man with a hat
Photo by Wesley Tingey on Unsplash

La roca yacía a un lado del camino, al precipitarse y luego del otro, después de subirla y dejarla rodar. De modo que decidió estudiar el proceso, comparando ambos terrenos y su efecto en la caída. La piedra se precipitaba con dificultad al fondo, por la ladera accidentada y corrugada. El tamaño de la roca cinco veces mayor que él, lo hacía sudar y estirar sus músculos al máximo. Sísifo fue desarrollando musculatura y fuerzas y el trabajo se fue aligerando. Por otra parte, la piedra se pulía y redondeaba, de manera gradual.

Con el tiempo Sísifo organizó sus pensamientos en una filosofía, de manera que cuando Ares, el encargado, vino a supervisarlo, se engarzaron en argumentos y preguntas que el dios de la guerra no supo contestar.

Mucho tiempo pasó cuando llego el día en que los dioses desaparecieron de la faz de la tierra. Hubo rumores de habían regresado a su planeta de origen. Nadie volvió a pedirle cuentas a Sísifo. Según la leyenda, los peregrinos, ya sin temor a la furia divina, vinieron a rondar por los senderos de la montaña. Un ermitaño que se residencio en la montaña, declaró ser el nuevo encargado de Zeus para vigilar a Sísifo. Pero Sísifo se sintió libre para subir y tirar la roca a su conveniencia.

«Viñeta trabajo Sísifo en Mandril» by Elvis Perez / Dominguet / Óscar Alajarín is licensed under CC BY-NC 2.0

Sísifo era ya un anciano cuando la roca, que se había ido horadando, tenía el tamaño de una pelota. Se le ocurrió forrarla con piel de cabra y rellenarla con hojas. Ese día llego a la cima para tirarla hacia abajo por última vez.  Cuando bajó a recogerla, unos niños pastores la habían cogido para jugar. Fue en ese momento que sintió la verdadera satisfacción de su larga tarea.

Sísifo murió en una de las cuevas que había preparado como refugio para la eternidad.

12/16/25

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora colombiana, reside en Estados Unidos.

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