Cultura/Educación

Sergio Chávez Bonora. Una nostalgia sin dramas. Palabras de Reinaldo García Ramos

Mujer y niño. Óleo sobre cartulina, 11” x 14”, 2014. Sergio Chávez Bonora

Por Reinaldo García Ramos.

Por el malecón de una ciudad casi desierta, un hombre avanza con su carretilla, en la que lleva un inodoro. Ya es de noche, la calle está iluminada, pero el carretillero se ha quedado inmóvil, tal vez no sabe a dónde llevar su carga. En otro cuadro una mujer sostiene la mano de un niño a su lado; ambos están de pie, pero de espaldas a nosotros; no les vemos el rostro, se diría que no tienen ninguno. Entre esos dos extremos misteriosos, un viaje nocturno sin rumbo conocido y unos cuerpos anónimos que no han dado el próximo paso, los personajes de Sergio Chávez Bonora permanecen en vilo, perplejos ante un panorama que no saben asumir ni modificar. No conocen ninguna solución, no saben qué hacer. Están de paso en los “paisajes urbanos”, en los “interiores habaneros”, pero se han escapado del tiempo, tienen aspecto de recuerdos detenidos en una foto instantánea. Parecen forasteros que observan los hechos pero no los entienden. Son inocentes.

La obra de Chávez Bonora es un elogio a esa inocencia. Las figuras que entran en sus cuadros lo hacen para aliviarse de un peligro, son supervivientes de algún cataclismo ocurrido en el pasado. Pero no buscan analizar el lugar en que están ni el efecto que ellos mismos pueden tener sobre los hechos. Un hombre desnudo, con zapatos de mujer de tacón alto, se inclina sobre el muro de una azotea para enterarse de lo que pasa en su barrio, mientras otro joven cuelga en un balcón cercano varios calzoncillos recién lavados y confía en que se sequen antes de que caiga un aguacero. Son seres que no esconden ningún secreto: se limitan a estar presentes con gracia, con ligereza. No aspiran a entregar ningún mensaje.

Tribuna. Lápiz de color sobre cartulina, 10.5” x 9”, 2018. Sergio Chávez Bonora

Esa limpieza de intenciones y ejecución es uno de los aspectos notables del trabajo de este artista. Sus obras están llenas de alusiones y sugerencias, causan una sensación de inquietud, pero a la vez de armonía, y usan una gama muy sobria de recursos. Esa relativa austeridad, o mejor dicho esa carencia de barroquismo, responde a un deseo de pintar exclusivamente lo esencial y lograr imágenes concentradas, que se amparan en esa desnudez. Ese esfuerzo por usar los recursos imprescindibles nunca le quita riqueza ni frescura al conjunto; al contrario, es una corriente que sostiene lo visible y lo alimenta, y que avanza por debajo, sin hacer ningún ruido.

Esperando… Acrílico sobre lienzo, 11” x 14”, 2018. Sergio Chávez Bonora 

En ese panorama sin adornos Chávez recobra sus recuerdos de infancia y juventud, etapas que él pasó en La Habana, y nos invita a contemplarlos bajo una luz apacible. Al reproducir esas visiones él las impregna de humor y picardía, las cambia de lugar, les da otra importancia, como un niño que desplaza sus juguetes y hace travesuras sin que los mayores lo descubran. No estamos ante un pintor naïf ni cotumbrista; aunque a veces en estas pinturas aparezcan componentes que se han vuelto tradicionales, la obra terminada escapa al folclorismo: en la imagen hay siempre aspectos irónicos, inesperados, que le dan un carácter inédito y nos impiden verla como una simple reproducción de la realidad.

Aparición. Acrílico sobre cartulina, 12.5” x 10”, 2014. Sergio Chávez Bonora

El arte de Chávez Bonora está iluminado por la nostalgia. Una forma de nostalgia discreta, sin aspavientos, que no es solemne, ni trágica, ni quejumbrosa, sino que se vuelve un comentario al margen, un guiño festivo. Y no es sólo la añoranza de un país dejado atrás, sino también la evocación de otros elementos del pasado, como por ejemplo la nostalgia por el mundo del teatro, en el cual este pintor ha trabajado en ocasiones, tanto dentro como fuera de Cuba. Su pintura expresa sin duda un disfrute de la capacidad que los escenarios tienen de presentar distintas realidades usando disfraces y transformaciones. De ese disfrute provienen los bailarines de sus dibujos, varones ataviados con tutús, que aguardan en puntas antes de salir a escena o se lanzan con placer a hacer piruetas. Al revivir esos instantes de magia escénica, Sergio nos recuerda que toda representación es pasajera y que tarde o temprano los decorados desaparecen. En ese fluir de luces y fantasías, en esos cambios de vestuarios y maquillajes, su imaginación halla siempre un modo de deslumbrarnos. Los enigmas del pasado, que son también los del presente, siguen sin descifrarse, pero por ahora el lenguaje del arte logra darles un aspecto menos temible.

Fuera del armario. Lápiz de color sobre cartulina, 9” x 11.25”, 2020. Sergio Chávez Bonora 
Bailarín. Lápiz de color sobre cartulina negra, 9.5” x 12.5”, 2018. Sergio Chávez Bonora 
Balseros. Montaje de madera, 21” x 25”, 1994. Sergio Chávez Bonora 

 

Sergio Chávez Bonora

Sergio Chávez Bonora (La Habana, 1965). Reside desde 1999 en la Florida, Estados Unidos. Estudió pintura y escultura en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, en La Habana (1984-1986), y diseño escenográfico en la Escuela Nacional de Artes Aplicadas (1983-1984). Participó en talleres de creación dirigidos por Antonia Eiriz y en performances con Manuel Mendive. Exposiciones personales recientes: en Miami, Desde esta orilla, Galería Artefactus (2018); Más allá de la inocencia. Miguel Rodez Art Projects (2015); Habana mía, Unzueta Gallery (2012); y en París, Francia, La Havane Naïve, Galería Ars Atelier, de Zoe Valdés (2010-2011). Ha participado en múltiples exposiciones colectivas (entre ellas, Artistas Pro Derechos Humanos, Cuban Art Club, 2017).

 

 

 

Catálogo obra de Sergio Chávez Bonora. New York (‘Entre dos aguas’, Bluebird Editions, 2021)

 

Reinaldo García Ramos nació en Cienfuegos, Cuba, y radica en Estados Unidos desde 1980. Hasta 2001 vivió en Nueva York, donde integró el Consejo de Dirección de la revista Mariel (1983-1985). Recibió en 2006 el Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina-Ciudad de Cieza, en Murcia. Ha publicado, entre otros, los poemarios El buen peligro (Madrid, 1987), Caverna fiel (Madrid, 1993), En la llanura (Coral Gables, 2001) y El ánimo animal (Coral Gables, 2008). Su novela Cuerpos al borde de una isla; mi salida de Cuba por Mariel (2010) ha tenido tres reediciones. En 2012 recogió en Rondas y presagios (Editorial Silueta, Miami) su obra poética publicada hasta entonces. En 2017 salieron dos libros suyos: Una medida inexacta (ensayos y comentarios), en la Editorial Verbum de Madrid, y Espacio circular, que contiene quince poemas nuevos y una extensa entrevista que le hizo Gerardo Fernández Fe (Ediciones La Mirada, Nuevo México, 2017).

 

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4 Comments

  1. Pingback: Sergio Chávez Sonora. Una nostalgia sin dramas. Palabras de Reinaldo García Ramos – – Zoé Valdés

  2. Excelente reseña. La obra de mi primo Sergio es él, todo mostrado, nada de afeites ni adornos. La realidad lavada observada desde la agudeza del niño. Felicidades a los dos. Gracias Zoé Remedio Santo.

  3. Sergio Chávez Bonora

    Amiga Zoé Valdés, muchas gracias por darle un lugar a mi trabajo en tu periódico.

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