Por Pedro C. von Eyken.
En estos días me estaba acordando que apenas llegué a La Habana, en septiembre de 2006, para iniciar mi estadía de 3 años, me asocié al Club Habana (al revés del ron), destinado a diplomáticos y extranjeros, que tenía piscina y una pequeña playa. No estaba lejos de donde vivía Fidel Castro en el Punto Cero. En esos días se celebraba en la capital cubana la Cumbre de Países No Alineados. En un momento voy a la playa y descubro una presencia desacostumbrada de custodios muy fornidos, algunos rubios, con gesto adusto que miraban hacia el mar. Estaban custodiando a un hombre que se hallaba en el agua, a unos 80 metros de la playa, con dos bellas mujeres. Podían ser sus hijas, pensé. Pero no, me dijo un cubano que pasaba por ahí, “sería un padre muy cariñoso”.
Después me di cuenta de quién era. Había llegado a Cuba para la Cumbre de No Alineados y era el presidente de un país de Europa Oriental, muy asociado a la Federación Rusa. Se llamaba Alexander y todavía sigue en el poder. Aparece mucho estos días en los medios a raíz de un avión desviado por la fuerza a su país.
Pedro Cornelio von Eyken es Doctor en Ciencias Políticas. Ex diplomático argentino.
Pingback: Se llamaba Alexander – – Zoé Valdés