Por Lucimey Lima Pérez.
Aunque vivo en un espacio del mundo que está libre de casos de la COVID, tomamos las medidas necesarias porque el país no está libre del virus. Atiendo a muchas personas que mencionan con nostalgia, dolor, tristeza, incredulidad, los tiempos antes y después de la pandemia. Me debo a ellos en mi acto terapéutico, de manera que las técnicas apropiadas, muy cargadas de empatía, destacan en ese incalificable acto que es la ayuda por la palabra. Simplista esta expresión, pero valedera, palabras que llaman a las ideas, a los sentimientos y a la acción. Palabras que endulzan, que amargan, que sacuden, que reivindican, que consuelan, que inquietan y que dan paz al torbellino de nuestras mentes tan vituperadas, externa e internamente.
Confieso que a veces me sorprende que reluzca la COVID y sus estragos pasados (aunque son realmente recientes), no tanto así los presentes, con variantes indecentes e intrusas. Pero no se ha ido, y vuelvo a la realidad de los consultantes y a la mía propia.
Existe mucha información con respecto a los efectos a mediano plazo luego de la COVID-19. Otros han tratado de apresurarse en las consecuencias de la infección, porque es una inminente necesidad. Uno de los estudios que incluyó 1733 sujetos destaca que la fatiga/debilidad muscular alcanza el 63% y los trastornos del sueño llegan al 26% de los recuperados. No muy lejanas destacan la ansiedad y la depresión en 23% de los casos (Huang y col., Lancet, 2021). El tiempo es crucial, no me parcializo, solo observo, investigo, me documento. Además, ansiedad y depresión son entidades clínicas distintas, aunque con frecuencia existe depresión con manifestaciones de ansiedad, y lo otro, ansiedad con tristeza. Clínica y prácticamente el diagnóstico debe ser preciso.
Además, se añaden problemas cardiovasculares, reverberan las alteraciones del sueño, la depresión y la tos persistente (Colegio Universitario de Londres, 2021). Entre tanta información anecdótica cuesta armar un cuadro típico. Comprendo que pareciera depender de las condiciones previas del individuo, de la gravedad, de la edad, y de la prontitud en el diagnóstico y atención, entre otros. Para los conocedores de la Biología Molecular, uno de los ramos donde me ubico, no hay duda de la existencia de factores individuales y comunes, además, es un tema dramáticamente fascinante. Para los menos conocedores, solo quisiera alertar sobre su realidad ineludible, y mucho más, sobre la necesidad de procesarlo en acuerdo con las inquietudes y con la ayuda de un experto en salud mental, además de los ya conocidos en campos médicos específicos. En mi práctica atiendo personas no sufrientes de la dolencia, pero que les atañe en forma muy directa, con lo cual mi alerta es máxima y mi atención es explicativa y empática.
La pandemia COVID-19 ha tenido un impacto contundente sobre la salud mental de aquellos que han perdido seres queridos, con todo lo que precede al arduo final. Esa parte de la historia será narrada por generaciones futuras.
Además, el 80% de los sobrevivientes, desarrollan algunas condiciones neurológicas documentadas mundialmente (Manolis, Red Cross Hospital, Athenas, 2021). Puede que los dolores musculares, las cefaleas, la pérdida de los sentidos del gusto y el olfato, parecieran ser de menor envergadura, me refiero ante los riesgos de accidentes cerebrovasculares y varios tipos de encefalopatías, además de las manifestaciones psiquiátricas.
Entiendo que las alteraciones en el ámbito de la salud mental ocurran tempranamente y que sean detectadas eficientemente en forma oportuna. Sin embargo, los virus interactúan con neuronas y son particularmente ¨amigables¨ a ellas con repercusiones variadas. Me permito recordar la Enfermedad de von Economo (1917, revisada Uribe, 2019) inspiración para unos de nuestros primeros trabajos de investigación con una cepa ¨avirulenta¨ del virus de encefalitis equina venezolana (Lima y col., 1987).
Ser catastrófico es fatal y deletéreo, prevenir y alertar es proteger. Solo pienso en los sitios donde el control es tan difícil y en otros donde es exagerado. La propia conciencia es la clave, hasta cierto punto de permisión política.
Lucimey Lima Pérezes Psiquiatra, Psicoterapeuta, Máster y PhD en Neuroquímica. Investigador Emérito del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
Pingback: Salud mental: algunas repercusiones de la COVID – – Zoé Valdés