Cultura/Educación

Recordando el natalicio de Cortázar

Julio Cortázar

Por Manuel C. Díaz.

Este pasado 26 de agosto se cumplieron 106 años del natalicio del escritor Julio Cortazar. La fecha, como era de esperar, fue recordada por los principales periódicos. Esta vez, sin embargo, a diferencia de cuando se celebró su centenario con exposiciones sobre su obra y jornadas de lecturas, solo se publicaron artículos que se limitaban a resaltar su trayectoria literaria.

La mayoría de ellos eran de carácter académico y se ocupaban, indistintamente, de sus libros: desde su colección de cuentos, Bestiario, hasta su novela El libro de Manuel, sin olvidar, desde luego, Rayuela, con la que alcanzó reconocimiento internacional.

En algunos hasta se contaban anécdotas de sus años parisinos. Pero en ninguno se mencionaba, aunque solo fuese de pasada, su compromiso con el socialismo, su defensa a ultranza de las dictaduras de Cuba y Nicaragua, y su disposición a firmar cualquier manifiesto antiimperialista que le pusieran delante.

Y está bien que se le recuerde como una de las grandes figuras de la literatura universal, como maestro del relato corto y como el creador de novelas que rompían los moldes clásicos de la ficción.

Yo también lo recuerdo de esa manera. Comprendo todo lo que aportó como novelista y lo que representó para el mundo de las letras hispanoamericanas. Pero también lo recuerdo como alguien que apoyó incondicionalmente, hasta el último minuto de su vida, al régimen de Fidel Castro.

Y no es que lo haya apoyado -muchos otros escritores también lo hicieron- sino que lo hizo de un modo obstinado, absurdo y desafiante.

En aquella época -intentando justificarlo- sus amigos se limitaban a calificarlo de ingenuo. Con el paso del tiempo optaron por presentar las evidencias de su creciente senilidad como recurso de última hora para salvarlo del ridículo al que se exponía cuando defendía en Europa al ya desprestigiado gobierno castrista. Como si un cuarto de siglo de servilismo pudiese disculparse con una prematura decrepitud.

Lo que nosotros no podemos dejar de recordar es que Cortázar condonó todos y cada uno de los crímenes de la dictadura cubana, incluyendo el asesinato de indefensos prisioneros políticos en Isla de Pinos, cometidos quizás en el mismo momento en que él dictaba una conferencia en la Casa de las Américas.

Que cada cual recuerde el natalicio de Julio Cortázar de la manera que quiera. Como los periodistas que hace apenas unos días lo recordaron como el autor de Historias de cronopios y de famas y no como el poeta de los versitos tontos que le dedicó en sus últimos años de vida a la criminal junta marxista de Managua.

Yo, por mi parte, lo recordaré como aquel que ignoró los crímenes cometidos contra los indefensos presos cubanos. Que otros escriban panegíricos sobre su genio literario; yo no puedo.

 

Manuel C. Díaz es crítico literario y periodista.

 

 

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