Por Lucimey Lima Pérez.
A pesar de las controversias en relación con la pornografía, y la existencia de defensores afanados, hoy existe más alerta sobre el daño que esta actividad produce. Las evidencias se sustentan en múltiples estudios clínicos y en algunos, aunque no suficientes sobre los daños que produce en el cerebro, las relaciones interpersonales y el funcionamiento social. A esta variedad se añade un reporte de 2021 en el que se correlaciona en forma directa y significativa el uso de pornografía y la disminución en los valores éticos (Mechan y col., Journal of Business Ethics 168, 37, 2021), como una prueba de la permisividad en lo que se ve y lo que se hace.
Los expertos en el campo señalan que el individuo afectado de una u otra manera debe tener un conocimiento del uso propio de la misma. Especialmente prestar atención a la frecuencia con que se usa y a las modificaciones de conducta perjudiciales para su papel social. Si se comprende la posición en la que el consumidor se encuentra, existe una mayor y mejor oportunidad de recuperación. Una variedad de trabajos, más la experiencia en la práctica basada en la evidencia, se centra en cuatro aspectos fundamentales: i) La exposición inadvertida, esto es la visión de escenas pornográficas por casualidad, sin una búsqueda precisa, obviamente si es solo el encuentro no premeditado y hay conciencia de los daños, no habría problema ¿es usted uno de esos?, tocar como carbón encendido y soltar inmediatamente…; ii) el uso ocasional, que aunque puede tener una frecuencia muy variada, se refiere a que no existe un patrón constante, lo cual no es un gradiente de compromiso biológico, ya que algunas personas no necesitan un gran número de exposiciones para verse atrapadas por la conducta, lo cual influye en su desempeño y sus sentires sexuales o no; iii) el uso de alta frecuencia, con rasgos de periodicidad hasta disciplinada, es intencional y fuerte, conlleva a más estímulos para lograr una satisfacción cada vez menor y consumo cada vez mayor, un total círculo vicioso; iv) el uso compulsivo característico de las adiciones, que hace a la persona dependiente de la actividad, la cual es prioritaria a cualquier cumplimiento afectivo o ejecutivo, incluso a dejar de descansar por la necesidad de alimentar su deseo en desorden.
El trabajo psicoterapéutico en general depende mayormente del afectado y de su decisión de cambiar. De manera que, además del análisis señalado en cuatro aspectos fundamentales, se añaden otros aspectos relevantes que comentamos a continuación.
1.Cuánto tiempo de la propia vida se ha empleado en la pornografía, así sea cinco minutos cada semana, por mencionar una frecuencia. Claro está que mientras ingiera más azúcares una persona con antecedentes familiares de diabetes y por varios años, el obvio resultado es ser diabético. Pues por los ojos, los oídos y la mente en acción ante las propuestas pornográficas, por demás muy variadas, más duración menos oportunidad de sanación. He tenido casos de adultos jóvenes que dicen con embarazo que ven pornografía desde los 10 años.
2.La vida diaria se afecta, la persona encuentra que no puede cumplir con actividades laborales porque, incluso antes de ver, están las imágenes en su cerebro, y la concentración disminuye. Esto incluye a la familia, a los amigos, al cuidado de sí mismo, tanto aseo, alimentación como descanso o distracción saludable.
3.La osadía y ausencia de concepto de riesgo. Incluye lugares de exhibición, negación, ocultar, mentir a pareja u otros, y uso de pornografía en el trabajo, que se ha señalado ser hasta del 20% en algunos ambientes laborales.
4.¿Cómo comprender el comportamiento adictivo? Incluso al admitir que es un problema, puede que no se entienda la magnitud de este y las repercusiones sobre la salud física y mental.
Sin embargo, si las características de la conducta van acordes con los cuatro criterios mencionados al principio y el malestar es limitante, la consulta es el primer paso para un trabajo arduo, pero de rescate, sin culpa, sin temor y sin vergüenza. Darse cuenta es ya un progreso, persistir en la cura lleva al éxito.
Lucimey Lima Pérez es Psiquiatra, Psicoterapeuta, Neurocientífico. Investigador Titular Emérito del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Especialista en Psicoterapia y Educador en CatholicCare, Hobart, Tasmania, Australia.