EDITO

Por la verdad, contra el fraude y la tiranía

Por Pío Moa.

La ley que, pervirtiendo el lenguaje, llaman de “memoria democrática” es un doble atentado contra la democracia y contra la verdad histórica. Esto es una evidencia: si fuera cierta la versión de la guerra civil y el franquismo que sostienen sus autores, esa versión podría convencer por el simple debate intelectual libre. Nadie les niega el derecho a exponer sus versiones, pero sí a imponerlas por ley, necesariamente de estilo soviético. Pero necesitan esa ley precisamente porque la saben falsa. Así, unos  políticos incultos y en su mayoría corruptos se permiten dictar a los españoles lo que deben creer sobre su propia historia.

Mucha gente percibe el absurdo, pero no entiende por qué se falsifican unos hechos de hace ochenta años. Les parece una mera triquiñuela electoralista. Verlo así es una estupidez, muy típica de cierta derecha. La izquierda y los separatistas necesitan esa ley porque de su versión de la guerra y el franquismo  extraen su legitimidad histórica, política y moral. Legitimidad fraudulenta  para sus actuales manejos que tienden a desintegrar la nación, fomentar rencores y odios sociales y hasta negar las bases biológicas de la vida humana.

Debe recordarse ante todo que, como ha dicho el historiador inglés Paul Johnson,  nuestra guerra civil es quizá el suceso del siglo XX sobre el que más se ha mentido, en España, en Europa y en América. La falsificación empieza por desviar la atención de lo que realmente se jugaba en aquella guerra, para disimularlo con palabrería demagógica. Y comprendemos fácilmente lo que se jugaba atendiendo a los partidos  del Frente Popular, una alianza de partidos sovietizantes y separatistas, más algunos grupos de adorno. La composición del Frente Popular explica de sobra el doble y gran peligro histórico que amenazaba la continuidad cultural y política de  España por entonces: la sustitución de su cultura de raíz cristiana y europea por un régimen de estilo soviético,  y su disolución nacional en varios pequeños estados manejables por potencias exteriores. Esto es lo que entonces se jugaba en la guerra, y no una democracia  ya destruida por los partidos frentepopulistas. Y de quién venciera iba a depender la historia posterior. Hasta hoy mismo. Si se oculta o disimula esto, se pierde todo el sentido de la historia.

Pero para llegar a la guerra hizo falta algo más: la destrucción de la legalidad republicana por quienes compondrían el Frente Popular, que con el mismo fraude que se decían demócratas se declaraban republicanos. La destrucción comenzó apenas instaurada la república, con incendios terroristas de más de cien iglesias, bibliotecas y centros de enseñanza, y continuó con violencias y atentados permanentes. Pero la república cayó especialmente por dos grandes y decisivos golpes, la insurrección socialista-separatista de octubre de 1934, que, aunque derrotada, dejó malherida a la república; y la falsificación de las elecciones de febrero de 1936, seguida de un  régimen de terror con cientos de asesinatos, incendios y  violencias durante cinco meses, hasta que gran parte de la sociedad reaccionó.

El Frente Popular perdió la guerra, pese a tener al principio toda la fuerza del estado y el dinero a su favor, pero en cambio ganó internacionalmente la batalla de la propaganda, al presentarse contra toda evidencia como defensora de la democracia. Una democracia aniquilada por el propio Frente, tutelada por Stalin, y  ya inviable por largo tiempo. Pues una  democracia no puede funcionar con grandes partidos liberticidas, como eran aquellos, y en un ambiente de pobreza mayoritaria, fuertes desigualdades sociales  y odios políticos cultivados precisamente por esos partidos.

Fue necesario un largo período histórico para sacar a España de la pobreza y de los odios que hicieron imposible la convivencia en paz y en libertad, y eso lo logró un régimen autoritario que nunca tuvo oposición democrática, aunque sí comunista y/o terrorista. Pero al final del franquismo la unidad nacional estaba bien asentada, la sociedad española era próspera y había olvidado muy mayoritariamente los viejos odios. Y  se suponía que los partidos  habían aprendido la lección de la historia. Por lo tanto se hacía posible, por primer vez, una democracia fructífera y no convulsa. Sin embargo hemos venido comprobando cómo quienes se sienten herederos de los viejos partidos que trajeron la guerra han conformado un nuevo frente popular de facto, que amenaza a la nación y a la democracia. Y cuya pretendida  legitimidad está en la falsificación del pasado y la imposición de leyes tiránicas.

Es preciso reaccionar contra esto, es preciso movilizarse. Y para ello es esencial conocer los hechos, falseados masivamente por una propaganda brutal. Mi libro Los mitos de la guerra civil,  de próxima reedición en noviembre, es precisamente una de las mejores armas contra esa ley infame, porque  demuele  las patrañas, “el Himalaya de falsedades” que decía Besteiro,  de las versiones izquierdistas y separatistas.  Otros libros lo han hecho, pero este ha despertado más que ninguno las furias de los liberticidas, lo que revela la eficacia de su exposición. Cuando salió hace veinte años provocó un coro de peticiones de censura. Y ahora ha pasado algo parecido con su traducción en Francia. De esa furia censora, tan demostrativa,  han salido estas leyes contra la libertad de todos.

El libro está dedicado “a los jóvenes, que deben conocer la historia”, para no ser víctimas del despotismo falsario del nuevo frente popular, enemigo de la nación y la democracia. Dedicado a los que eran jóvenes entonces y a los jóvenes de hoy, veinte años después, y al público en general. Porque, como venía a decir el filósofo Jorge Santayana,  si no se conoce la historia no se podrá afrontar un presente que está reproduciendo, precisamente lo peor del pasado.

Fuente Más España y más democracia.

Pío Moa es periodista, escritor, y ensayista español.

 

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2 Comments

  1. Carlos Manuel Estefania

    Gran historiador, que por venir de la extrema izquierda sabe darle donde más le duele. Gracias por publicarlo. Comparto.

  2. Totalmente de acuerdo con la exposición que hace Pío Moa. Yo soy ya un viejo, pero en mi juventud fui un engañado, los motivos e influencias fueron múltiples. Con el paso del tiempo y debido a las experiencias personales, he descubierto que estaba TERRIBLEMENTE equivocado. Ahora, además de este convencimiento, soy tremendamente pesimista por la situación actual de mi País, España, sobre todo, por la falta de interés de las nuevas generaciones en la lectura, lectura que si es diversa les llevaría a plantearse al menos, dudas!! Dios salve a España!!

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