Por Pedro Botet.
C. y yo conocimos personalmente al Padre Marcos Pirán en mayo de 2007, en el extremo oriente de Cuba, cerca de Guantánamo. Habíamos decidido hacer ese viaje iniciático en auto, desde La Habana a Santiago de Cuba, por el Sur y de Santiago de Cuba a La Habana, por el Norte. La verdad es que ese viaje no solo era para recorrer por tierra el Este de la isla sino, expresamente, para visitarlo a Marcos en su pequeña parroquia de Santo Tomás de Aquino. Fueron más de 1.000 km desde La Habana, por todo tipo de caminos.
El área de la parroquia ya era considerada zona estratégica por los cubanos, por estar muy cerca de la base norteamericana de Guantánamo. Se debía pasar una barrera muy custodiada para llegar a la parroquia, ubicada a unos metros más adelante, en un claro de la selva. Pero el automóvil en el que me conducían tenía chapa diplomática y eso apuró el trámite. Marcos nos atendió como a reyes. Tenía una camioneta y una bicicleta. Nos cocinó fideos con salsa y la pasamos genial. Nos contaba que la mayoría de sus fieles eran miembros del PC de Cuba. Yo le decía que cómo era posible eso, si los comunistas son ateos. Pero Marcos guardó prudente silencio y miró para arriba ¿Hacia Dios? Quizá.
En realidad, el futuro Obispo Auxiliar de Holguín –así fue decidido por Francisco– estaba castigado en ese alejadísimo paraje, desde Holguín, adonde regresó hace años. Es que a este grandioso cura de San Isidro, hace bastantes años (lleva 21 en Cuba), se le había ocurrido hacer la pastoral de las cárceles… ¡con presos políticos cubanos! Lo querían echar de la isla. La propia iglesia cubana se desentendió bastante del caso del cura “rebelde” de San Isidro. Pero ahí intervino con firmeza el Nuncio Apostólico, Monseñor Luigi Bonnazzi, un tipo fenomenal. Decano del Cuerpo Diplomático, carismático y actual Nuncio en Canadá. Bonazzi –que cada vez que me veía decía, en castellano con acento italiano, “e viva Argentina”–, logró convencer a las firmes autoridades cubanas: Marcos se quedaría en Cuba, como quería, pero a condición de ser destinado a una iglesia perdida en la punta oriental de la isla. Aceptó.
Francisco eligió bien, sin duda. En Cuba hay muy pocos sacerdotes y por eso el anterior Obispo de San Isidro, Mons. Casaretto, decidió “prestar” algunos a la isla. Una vez, luego de estos sucesos, esperé a Casaretto en el aeropuerto internacional de La Habana y lo acompañé hasta el aeropuerto de cabotaje. El Obispo seguía viaje a Holguín para visitar a sus sacerdotes.
Para los que no lo saben, en Birán, provincia de Holguín (72 km), el 13 de agosto de 1926 había nacido Fidel Castro.
Pedro Botet es ensayista argentino.