EDITO

Ocho feministas catalanas

Por Zoé Valdés.

Fuente La Gaceta de la Iberosfera.

Sucedió a mediados de los ochenta, cuando a Fidel Castro se le ocurrió autorizar el turismo español ideológico, algo que probablemente le debamos al taconeo de un Antonio Gades y a su deseo de colgar los tacones y de irse a la Sierra Nevada a iniciar la guerrilla con el anhelo de imitar al Comandante en la Sierra Maestra (así lo expresó Gades delante de mí a Fidel Castro en La Bodeguita del Medio, en La Habana Vieja, mientras masticaba trozos de langosta prohibidos a los cubanos…).

-¿Qué debo hacer por España, Fidel?, preguntó un obnubilado bailarín.

-Álzate, Gades, álzate en la Sierra como me alcé yo… respondió burlón el caudillo que le había prometido al bizco de Sartre que si el pueblo le pedía la luna él se la daría.

Lo que no cumplió, porque cuando el pueblo cubano le pidió no la luna, sino sencillamente pan, no sólo no se lo dio, sino que se lo negó y a varios que se lo exigieron los mandó a fusilar, y tan campante.

Pues les contaba que, cuando la Matraca Antillana autorizó a unas cuantas asociaciones ideológicas españolas a entrar en la isla, taconeo de Gades mediante, llegaron a La Habana nueve feministas catalanas para entrevistarse con la presidente de la Federación de Mujeres Cubanas, Vilma Espín, que a su vez era la esposa de Raúl Castro, y la madre del bizco entrenado por Putin y de la jinetera de italianos (de ahí el aprendizaje y tradición de la MinistrE de IgualdÉ).

Aquellas nueve feministas catalanas fueron a la universidad a dar unas charlas sobre feminismo y tal… Entonces, la directora de la facultad de Pedagogía encomendó y ordenó la tarea (notas de más a cambio) a unas cuantas alumnas avanzadas en los estudios que se les diera un paseo instructivo por La Habana «colonial» a las «compañeras catalanas feministas…». Fui entre las elegidas.

Aquella misma tarde, casi noche, estuve unas horas enseñándoles La Habana Vieja y Centro Habana, una de ellas observó mi comportamiento con el que era entonces mi esposo (me casé muy joven) que había decidido acompañarnos un rato. Ella aprovechó que él se marchó a una guardia nocturna en el trabajo y me llamó la atención sobre lo machista que era mi marido y lo especialmente obediente que para sus gustos me comportaba yo. La oí como quien oye llover en el desierto del Sáhara, y seguí mostrándoles y contándoles La Habana Vieja, o lo que quedaba de ella…

Las camaradas catalanas habían sido hospedadas en el Hotel Sevilla a pocos metros de otro hotel más importante, el Hotel Plaza, justo enfrente a la parada de guagua (bus) de La Manzana de Gómez (hoy convertida en un horroroso hotel con nombre hindú). A la altura de la esquina que da al Parque Central con la estatua de José Martí con su dedo acusador en ristre, se nos acercó un grupo de hombres, cubanos, bigotudos, vestidos todos con el célebre safari de caqui que los oriundos del «paraíso socialista» identificábamos enseguida como el uniforme de los segurosos (Policía Secreta). Bigote abundante, pelado con la raya al lado y motica acicalada con vaselina, safari de caqui y maricona de cuero, no había pérdida: Policía Secreta…

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Zoé Valdés. Escritora y artista cubana e hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vermeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

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