Por Zoé Valdés/La Opinión Cubana.
El 28 de enero de 1853 –hace 170 años– nació el hombre que mayor luz trajo para Cuba: José Martí. El más universal de todos los cubanos, quien nos legó no sólo su apostolado, además entregó su vida por la libertad de Cuba.
Existe una especie de unción martiana, de devoción hacia su persona y su obra, que radica profundamente en el acto de entrega que fue su vida, y en el entendimiento que sólo a través de su pensamiento, y de la belleza y honestidad de su ideario los cubanos volverán a comprender el significado de la palabra libertad y de la resonancia histórica del concepto de patria. José Martí no es sólo una bandera que enarbolar, Martí es el alma de Cuba, su espíritu más necesario y urgente.
En Martí todos los cubanos debiéramos conjugarnos o como él mismo decía «juntarnos» en una ofrenda de recogimiento y de fe. Tres símbolos nos ungen: la Virgen de la Caridad del Cobre, José Martí y la Constitución de 1940. Martí integra en sí, en su obra como en sus acciones a los dos otros, a la compasión de la Patrona de Cuba, y a la Ley y el Orden constitucional que desde 1940 creó y promulgó un país extraordinario y exitoso cuyo proceso prometedor se detuvo en 1959 cuando cayó en manos de los comunistas, tapiñados y no tan tapiñados.
Fidel Castro se propuso apoderarse de José Martí como se apoderó de la isla de Cuba. Usaba sus palabras citándolo fuera de contexto, manipulaba sus frases descaradamente. No ha habido nadie que haya traicionado más a Martí que Fidel Castro y sus secuaces, y entre los secuaces cuento por supuesto a Raúl Castro.
Tanto quiso maniobrar groseramente Fidel Castro la obra martiana que además de manifestar que Martí era el autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada en 1953 (para los que no lo sepan, el autor de ‘Nuestra América’ murió asesinado el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos), se dio a la infame tarea de desvirtuar las frases del apóstol en favor de su indecencia revolucionaria. Hasta de socialista se ha tildado a José Martí, quien además escribió lo siguiente sobre el socialismo:
«Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras; el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse como frenéticos defensores de los desamparados.
Los sistemas políticos en que domina la fuerza crean derechos que carecen totalmente de justicia, y el ser vivo humano que tiende fatal y constantemente a la independencia y al concepto de lo justo, forma en sus evoluciones rebeldes hacia su libertad oprimida y esencial, un conjunto de derechos de reconquista.
Un pueblo está hecho de hombres que resisten, y hombres que empujan: del acomodo que acapara, y de la justicia, que se rebela: de la soberbia, que sujeta y deprime, y del decoro, que no priva al soberbio de su puesto, ni cede el suyo: de los derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos…
Pulse aquí para seguir leyendo en la fuente.