Por Lucimey Lima Pérez.
Los trastornos de personalidad se caracterizan por un patrón duradero y establecido de experiencias emocionales y cognitivas que conllevan a una conducta particular alejada de lo esperado para un individuo y su relación con el entorno. El desarrollo del propio lineamiento comienza en la adolescencia y se establece en las etapas tempranas de la adultez. Factores biológicos y ambientales modelan la personalidad. Como trastornos se acompañan de estrés negativo y de dificultades en el desempeño social. Esto significa que la persona, aun en su carnal armadura, no es dichosa.
El trastorno narcisista de la personalidad (TNP) tiene una prevalencia (número de casos en un periodo determinado) de hasta 6.2% en varias comunidades. La persona afectada se considera el centro de todo y el resto no vale, porque ellos son grandiosos, poderosos, arrogantes, brillantes, bellos, ideales, especiales y mucho más que únicos. Obviamente, su capacidad de adaptación a situaciones cotidianas o extraordinarias se encuentra altamente disminuida.
La figura de Narciso en las Mitologías griega y romana es muy similar. Narciso, apuesto y engreído, se alaba a sí mismo y rechaza, incluso desplanta, cualquier oferta de afecto. Eco, ninfa de las montañas, quedó destruida. Y Ameinias igualmente enamorado de Narciso, es desdeñado. Ovidio, poeta romano, escribió la leyenda, aunque la historia existía previamente. Némesis, diosa de la justicia y de la venganza, hizo que Narciso se enamorara de sí mismo al verse en las aguas de un arroyo, sin poder besar su reflejo cae al agua y perece. Otra versión consiste en el suicidio con una espada por su incapacidad para soportar la frustración de no tocar su imagen en el agua.
Las personas con TNP generalmente son muy difíciles de abordar, ya que resultan casi impenetrables en su creencia sobre sí mismos. Aunque afecta a ambos géneros, existen evidencias sobre la manifestación en más del 50 y hasta el 75% en masculinos. El diagnóstico en casos floridos es expedito, sin embargo, generalmente están enmascarados por elementos de protección y mecanismos de defensa que los sostienen, los cuales resultan engorrosamente debatibles. Consultan por otra razón, puede que ansiedad o depresión, también por reacciones de adaptación. Claro está que una persona con TNP amerita ayuda, necesita descubrir herramientas para reconocer conceptos de realidad y disfrutar de la vida tal cual se les va presentando. Frecuentemente son rechazados por inmanejables, tanto en su vida personal, laborar e incluso terapéutica.
Los criterios diagnósticos incluyen: grandiosidad, fantasías sobre el éxito, creencia sobre ser especial, necesidad de admiración, falta de empatía, envidia de otros o de otros hacia sí, expresión arrogante.
Los rasgos de tipo narcisista son frecuentes, y diría que hasta necesarios si se fundamentan en amor propio y en autoestima, claro que no serían limitantes ni califican como trastorno. No es esto un exabrupto.
La ayuda se centra en la psicoterapia de enfoque integral, sin ser directiva, y facilitando el discurso. El análisis de las distorsiones del pensamiento ayuda al propio progreso y más cuando se destacan los seres circundantes con sus necesidades de empatía y consideración. Las técnicas sistémicas favorecen las relaciones interpersonales.
Un caso. Ernesto es un profesor universitario de 35 años, con muy pocos amigos, si alguno, y con dificultades para mantener una relación de pareja. Su posición era aun de bajo escalafón. Se encontraba preparando su trabajo de ascenso con ahínco, pero muy confiado en los resultados positivos. En cualquier caso, el Jurado no tenía mayor valor para él y los consideraba ¨mediocres favorecidos por las políticas académicas de la institución¨. Aunque había estudiado, su ejecución fue considerada deficiente para el cargo, tampoco le ayudó la prepotencia con la que se enfrentó a sus evaluadores. No pasar fue un gran golpe para Ernesto, quien seguía vetando al Jurado, pero presentó un episodio depresivo mayor que ameritó consulta psiquiátrica. Cual Narciso, Ernesto quería acariciarse en el reflejo del agua, pero no lo lograba, por suerte no se convirtió en un narciso, la bella flor. En la primera consulta interrogó al tratante sobre sus credenciales para ocuparse de él. El tratante no se inmutó y fue paso a paso desmontando las distorsiones, aliviando el dolor de haber salido de la Universidad como docente y abriendo un camino más realista ante las eventualidades de la vida. Ernesto mejoró, luego de un largo camino, y obtuvo un empleo en otra Universidad. Fue una dura lección, un gran aprendizaje.
Lucimey Lima Pérez es Psiquiatra, Psicoterapeuta, Máster y PhD en Neuroquímica.
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