Cultura/Educación

Mi Rusia. La guerra o la paz, de Mijaíl Shishkin

Por Zoé Valdés/Alejandro Zayas-Bazán/Martí Noticias.

En el epílogo de su libro “Mi Rusia. La guerra o la paz”, editado por la editorial española Impedimenta en el 2024, Mijaíl Shushkin escribe:

Desde hace años me pasa lo siguiente: cuando un taxista en algún lugar del mundo se entera de que soy ruso, esboza de pronto una alegre sonrisa, dice ‘¡Putin!’ y levanta los pulgares. Nunca he podido comprender el aprecio que sienten los taxistas por Putin. Solo tengo claro que estamos hablando de diferentes Putins. A mi Putin no se le puede querer. El taxista ha creado un Putin a su imagen y semejanza…”.

Pues lo mismo me ha ocurrido y me sigue ocurriendo a mí -pese a que está más muerto que la piedra en la que lo empotraron (no, perdón, la piedra está más viva, seguro)- con Fidel Castro. No hay taxista que no lo ame. Francamente, nunca he entendido el mecanismo absurdo de esa pasión desbordante, ni lo comprenderé. No creo que sea porque los taxistas sean tan idiotas que se identifiquen fácilmente con esos asesinos, más bien pienso que pudieran calcular que esas expresiones aspaventosas les convierten en seres simpáticos y merecedores de jugosas propinas de mano de gente que ellos consideran fronterizos, o energúmenos, sólo por venir de lugares tan improbables como Rusia o Cuba.

Con numerosos taxistas me he fajado por esa tonta sinrazón. A veces me he bajado del taxi, o en ocasiones me han expulsado ellos. No, ya no me fajo. He decidido que ningún taxista merece conocer de dónde provengo; entonces los timo, primero los dejo escoger, les pongo el acertijo. A ver, ¿de dónde creen ellos que soy? En innumerables oportunidades piensan que soy de Sri Lanka y en otras de Trinidad y Tobago, al albur…

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