Por Lucimey Lima Pérez.
El trastorno depresivo mayor, tal como aparece en las clasificaciones de los trastornos mentales, se caracteriza por disminución del estado anímico y pérdida de interés o disfrute durante al menos dos semanas. Además, puede presentarse con aumento o disminución del peso, insomnio o hipersomnio, agitación o retardo psicomotor, fatiga o baja energía, sensación de vacío o de culpa, disminución de la concentración, tristeza, irritabilidad, pensamientos de muerte o suicidas. El curso es un criterio diagnóstico, una persona que se sienta “deprimida” por dos días no cursa con un episodio depresivo. En promedio las personas afectadas consultan con síntomas y signos que han tenido por un mes (basado en la evidencia). Aunque existen modificaciones cerebrales, tanto en la conducción eléctrica como en los neurotransmisores, la depresión mayor es una condición sistémica, ya que todo el organismo está comprometido. De acuerdo con las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud para el 2030 (2008) la depresión resultará en más tiempo con discapacidad que cualquier otra enfermedad o trastorno.
Existen numerosos trabajos que demuestran modificaciones en las funciones inmunológicas. Como la depresión es un trastorno heterogéneo, hay reportes sobre supresión o activación de marcadores inmunológicos, tales como variaciones en diversos tipos celulares, como los linfocitos, y sustancias inflamatorias, como las citoquinas. Las modificaciones descritas abarcan gran variedad y combinaciones de marcadores fuera del rango considerado normal.
La relevancia del compromiso del sistema inmunológico en la depresión resultaría en mayor susceptibilidad a infecciones, trastornos autoinmunes, enfermedades cardiovasculares y cáncer. En los últimos 35 años han aparecido numerosos estudios que relacionan a la depresión con la inmunidad.
El estigma de los trastornos mentales es una desafortunada realidad, más del 20% de las personas deprimidas no reciben tratamiento y los antidepresivos producen una respuesta beneficiosa en el 70% de los casos, luego existe un grupo de afectados que no mejora con los medicamentos (porcentajes basados en la evidencia). Ante esta realidad aplastante y el conocimiento de la complejidad del trastorno depresivo mayor la conducta apropiada es consultar con especialistas.
De acuerdo con la intensidad los episodios depresivos pueden ser: leves, moderados o graves, lo cual se aprecia con la evaluación clínica y se mide con el uso de escalas validadas que arrojan un puntaje. Las pautas de asociaciones de salud mental en el mundo coinciden en que los episodios leves o moderados pueden ser tratados con psicoterapia solamente, pero en los casos graves se recomienda, además de la psicoterapia que no debe interrumpirse, la prescripción de antidepresivos.
Cuidar de nuestro organismo es un deber ineludible.
Lucimey Lima Pérez.
Psiquiatra, Psicoterapeuta, Neurocientífico
Investigador Titular Emérito del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)
Especialista en Psicoterapia y Educador en CatholicCare, Hobart, Tasmania, Australia
lucimey.limaperez@aohtas.org.au