Por Lucimey Lima Pérez.
Luego de los primeros casos de COVID-19 en China y en Italia, aparecieron oficialmente, el 31 de enero de 2020 en España, el 26 de febrero en Brasil, el 28 de febrero en Méjico y el 3 de marzo en Argentina, hasta extenderse en forma insospechada y muy controversial. A partir de estas fechas ha habido confusión, conocimiento y gran afectación de la salud mental de la población confinada, también atemorizada. Existen evidencias contundentes sobre la violencia familiar, el consumo de drogas, los intentos de suicidio y el abuso hasta la adicción a Internet en varias de sus vertientes. Pero no existía suficiente evidencia sobre el incremento en las agresiones con objetos punzo-penetrantes y con armas de fuego. De todo lo anterior, en apenas dos años, hemos aprendido mucho, pero hemos hecho muy poco en cuanto a la atención primaria en salud mental con su fuerte componente preventivo y correctivo casi inmediato.
El trabajo de Yeates y col., 2021, Changes in traumatic mechanisms of injury in Southern California related to COVID-19 penetrating trauma as a second pandemic, resulta alarmante. Los autores, 32 expertos de centros especializados, diseñaron un protocolo con tres grupos de personas (alrededor de 7000 por categoría) que clasificaron como Antes (Pre), Después (Post) y Anteriormente (Control) (este es el control cronológico). El grupo Antes comprende del 1ro de enero al 18 de marzo de 2020; el Después, del 19 de marzo al 30 de junio del 2020; y el Anteriormente, del 19 de marzo al 30 de junio de 2019. Los tiempos, especialmente entre Antes y Después los marca la medida de confinamiento o “quédese en casa”. Se muestran diferencias con significación estadística entre Antes versus Después y entre Anteriormente versus Después en los siguientes parámetros: heridas con objeto desafilado, con objeto penetrante y con armas de fuego. Lo cual indica que un año antes había menos lesiones del tipo descrito y que en corto tiempo el aumento debido a la medida restrictiva fue contundente. No digo que el confinamiento es en cierta forma necesario, aunque sus consecuencias son devastadoras, previenen el contacto con un agente infeccioso que se disemina en forma de aerosol.
Imaginemos un centro médico dedicado al trauma con diferentes armas, estaría copado, y cuál sería la atención para otros casos tan o menos graves. Más aún, qué atención en salud mental han podido recibir los heridos y los hirientes.
Un estudio similar hecho en Chile por Ramos Perkis y col., 2021, Different Crises, Different Patterns of Trauma. The Impact of Social Crisis and the COVID-19 Health Pandemic on High Violence Area, destaca las violentas agresiones en relación con las modificaciones vinculadas a la COVID-19. Los autores (7) señalan dos periodos 2018-2019 y 2019-2020 con incrementos durante el segundo en las lesiones con objetos no afilados, con objetos afilados, casos que requerían cirugía y una elevación en el número de admisiones por traumatismos violentos.
Existen varias publicaciones al respecto, que no añaden mucho más de lo que ya sabemos, pero ilustran y sustentan las estadísticas y las grandes necesidades de soluciones inmediatas. Estamos viviendo crisis individuales, familiares, comunitarias y sociales de gran envergadura. Desde luego que el consenso es muy difícil y el hacer equipo en varias disciplinas también. Es posible que la demanda pacífica venga de la población sin influencia en los poderes de servicio, pero con derecho ciudadano.
La revisión realizada por Waseem y col., 2021, The global burden of trauma during COVID-19 pandemic: a scoping review, incluye 57 estudios escogidos cuidadosamente a partir de bases de dato acreditadas y correspondientes a países europeos, asiáticos, de oriente medio, africanos, oceánicos y americanos. Los autores (7) concluyen que los cambios de la incidencia en la etiología de los traumas reflejan las medidas de confinamiento con un inminente incremento en los traumatismos que ocurren en el seno familiar. Muchas más investigaciones deben hacerse para tener ideas más claras sobre los aspectos comunes y las diferencias en el mundo, con el fin de implementar las medidas adecuadas. Es casi heroico.
Los clínicos en salud mental contamos con muchas evidencias, anecdóticas, pero auténticas. En días recientes, una señora de 62 años que había avanzado en el control de sus niveles de estrés presentó un alto nivel en el puntaje de una escala específica de estrés. Me sorprendió e indagué las causas, me dijo que no le importaba el aislamiento debido al confinamiento por COVID-19, pero que sentía “incertidumbre y frustración”. Los pacientes son los mejores libros.
Psiquiatra, Psicoterapeuta, Neurocientífico
Investigador Titular Emérito del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)
Clínico en Salud Mental, Circular Head, Smithton, Tasmania, Australia
Lucimey Lima Pérez. Psiquiatra, Psicoterapeuta, Neurocientífico. Investigador Titular Emérito del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Clínico en Salud Mental, Australia.
Siempre informativo. Muchísimas gracias.